La Inagotable Colección de Ingenio Humano
Tanto en la India como en el Antiguo Egipto, sumándoles varias civilizaciones “primitivas”, podemos encontrar antecedentes de esta cautivante disciplina.
Nacida y concebidas en el terreno religioso, intento no solo asombrar sino ser manifestación de poder. En algunos papiros egipcios que datan de 5000 años atrás, se describen decapitaciones de animales por parte de mangos con la posterior resurrección, un viejo truco que siguen realizando los magos hoy en día, como David Copperfield.
La sociedad egipcia gustaba de construir estatuas y palacios mágicos, con puertas que se abrían el encender una hoguera en un altar, estatuas que se movían al salir el sol. etc. Los artificios usados para ello fueron descubiertos y publicados por Herón, el comienzo de nuestra era, en dos libros: “Automatas” y “Pneumática”. La historia antigua está teñida de tahúres, tramposos, mercaderes embusteros y una mezcla de leyenda con exageración, propias del espectador profano que incrementa con su imaginación el afecto visto. Existen antecedentes de prestidigitadores (o hábiles con las manos) encontrados por Hernán Cortes en Honduras, en 1524.
Hubo modas. En la Edad Media se jugaba con el diablo y supuestos pactos diabólicos. Para finales del 1800, la moda era el espiritismo, y de esa época se recuerdan gran cantidad de fraudes, que en muchos casos la gente creía reales aun después de correr las cortinas y mostrar los trucos de los embusteros, encender las luces y ver los hilos o atrapar a los “socios” disfrazados de espíritus. Era más fuerte lo que se quería ver que la realidad. La última gran moda, nacida a principios de este siglo y “resucitada” en los últimos años, es la de los “fenómenos paranormales”, entre cuyos cultores se encuentra el mago israelita Uri Geller, que decidió hacer creer que tenía poderes psíquicos y se convirtió en creador de las dobladas de cucharas y tenedores “con la vista”.
También a finales del siglo pasado, Maskelyne, inventor de la dramagia o magia teatralizada, del famoso efecto de levitar a una mujer, creo la ilusión de los autómatas: muñecos mecánicos que supuestamente jugaban al ajedrez, a las cartas y dibujaban. Pero fue la magia de estos dos últimos siglos la que creció como un arte. En 1835 se acuño la palabra “prestidigitador”, y hoy en día se prefiere hablar de “ilusionismo” más que de magia.
El jesuita alemán Kircher, en 1646, explica lo más novedosos efectos ópticos, incluyendo la linterna mágica, antecesora del cine, que ocuparía a otro ilusionista llamado Georges Melies, precursor de los efectos especiales. En 1800, se comenzó a hacer uso de los adelantos tecnológicos: óptica electrónica, magnetismo, hasta lograr una magia de alta tecnología que no deja de lado las habilidades mágicas.
Se considera a Robert Houdin (no Harry Houdini, el escapista), como el padre de la magia moderna. Era relojero y comenzó su carrera en 1845, a los 40 años. Luego, aportarían su talento Kellar, Thurston (1869-1936, sucesor de Kellar), los Bamberg (Okito, Fu- Manchú…)
Dai Vernon “el Profesor” y un extensísimo “otros”. Detrás de los más nuevos y más viejos trucos se esconde una fascinante e inagotable colección del ingenio humano. Saber el truco hace perder la magia, pero de todas maneras aun conociéndolo dan ganas de pararse y aplaudir la idea: genial y simple, como es siempre el secreto de los grandes magos.
Fuentes
“Tarbell Course in Magic – Volumen I” – Harlan Tarbell – Editorial E-Z Magic – 1971
“La Increíble Historia de la Magia”, Juan Tamariz y Otros – Ediciones Del Prado – 1991