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Malena fue Elena Tortolero
De aquella Malena que Manzi escuchó cantar en Porto Alegre quedan discos y evocaciones
Malena fue Elena Tortolero

Malena, “la del tango”, nació en Buenos Aires el 30 de abril de 1913 y murió en Montevideo el 22 de enero de 1960. Se apellidaba Tortolero y sus padres eran españoles.

En mi libro Conversando tangos (1976) intenté exponer  el proceso de idealización o mitificación de Elena Tortolero, valiéndome de un relato, obviamente fragmentario, con el que Lucio Demare me habría honrado cierta noche, cuando tañía en Cambalache el piano de Discépolo. Otro músico, también pianista. Mario Valdez, fundado en probanzas aportadas por l cantante Roberto Palmer, pone los puntos sobre las íes de mi escritorio. Rectifica lo rectificable y amplía lo que merece ser ampliado. Queda en pie lo que lo me dijo Demare acerca de la música, pero, entre las ruinas de la fábula, sucumbe la adorable Nelly Omar, de cuya voz imaginé que había sido sobrepuesta por el recuerdo pertinaz a los datos de la realidad contingente. Bien se sabe que Azucena Maizani cantó prontamente Malena y con celeridad notable lo llevó al disco (el 13 de marzo de 1942). Dijose entonces que había sido Azucena- cuya voz no era sombría, sino de plata pulida- la inspiradora de los versos de Manzi. Yo me dije que era más coherente atribuir la inspiración a Nelly Omar, cuya voz, si, perfumada a yuyo de suburbio, y enriquecí la realidad sin mayor agravio de la verdad histórica que, aparte de que no es toda la verdad, ningún mejor destino podría tener que el de convertirse en leyenda.

Ahora me informan Valdez y Palmer que Manzi escuchó a Malena de Toledo cantar en un lugar nocturno de Porto Alegre. Fue durante una escala del barco que lo llevaba a Estados Unidos. Le impresionó su voz y, a bordo, compuso los versos y se los mando a Demare. A su regreso, poco tardó en conocer la música creada casi de un tiro por el autor de Dandy, Juan Carlos Miranda, que estrenó Malena en “Novelty”, decíame ratificando la información de Palmer/ Valdez, que la noche del estreno Manzi llevó a Demare a escuchar a Malena que estaba cantando en algún lugar de La Boca. Todavía no era la esposa de Genaro Salinas, el tenor mejicano a quien había conocida en Cuba. Cuando se casó con él dejó de ser a la vez Elena Tortorelo y Malena de Toledo, para ser Elena de Salinas. Este murió en Caracas en 1957 Palmer, que la trató largamente, pone especial cuidado en precisar que Malena realmente tenía voz de sombra- o de pucho, pues fumaba incesantemente-. Sus ojos, sin embargo, no eran oscuros como el olvido, sino claros como la buena memoria. Tampoco bebió jamás. Mal haría quien interpretara los versos de Manzi como un retrato hiperrealista de Malena de Toledo. Con algún recuerdo, con alguna vivencia enmendó el poeta las falsificaciones perpetradas por la realidad.

De aquella Malena que Manzi escuchó cantar en Porto Alegre quedan discos y evocaciones.

Oscar del Priore, que atesora su voz en algún 78, dice que su canto le suena a Tania; Osvaldo Puliese, que la llevó en alguna gira, no se impresionó tanto como Manzi y la memoraba de mediocre para abajo. Sus manos tampoco semejaban palomas apichonadas por el frio porque estaban siempre en movimiento. De todos modos, Malena dejo de cantar el casarse con Salinas- de cuyos dos hijos, Genarito y Concepción, fue madre postiza pero archicariñosa-.

Se quedó, sin embargo, en el tango y en la canción como autora de bellas letras, musicadas algunas por Osvaldo Avena. (Ya no vendrás, Nadie) y otras por Palmer (Cuando dijiste adiós, Cuando las nubes pasan).

Fue la de Elena Tortorelo de Salinas una vida embellecida no solo por el canto, sino por el amor a su marido y a los hijos de éste. Todos somos nosotros mismos y nuestra propia circunstancia. Ortega y Gasset lo dijo. Dos circunstancias decisivas hubo en la vida de aquella muchacha treintañera que Manzi escuchó cantar una noche de 1941 en un boliche de Porto Alegre una fue el mismo Manzi que la saco de la historia y la convirtió en leyenda; otra, Salinas, que la arrebató a la leyenda y la reinstaló en la historia. ¿Qué habría sido Elena Tortolero sin Manzi? ¿Qué habría sido sin Salinas?

José Gobello

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