“Cuento o narración breve ilustrada con dibujos”, informa el diccionario refiriéndose al significado de la palabra historieta. Otra interpretación más generosa del mismo registro de la lengua, afirma que se trata también de “una aventura o un suceso divertido o gracioso”.
Si, básicamente es eso. De la misma manera que un cuerpo humano para una descripción estrictamente positiva, es un conjunto de órganos y una psiquis; con capacidad para albergar esa cosa precariamente definida que es la cultura; nada menos que la gran aventura humana. Pero ¿eso es todo?. Sin duda no. Y la historieta también fue víctima de esa adicción enciclopédica, la manía de categorizar en forma definitiva lo que está en transformación permanente por qué es parte de la vida; como toda creación artística.
Los Pioneros
La historieta no nació por generación espontánea. Algunas interpretaciones sobre sus orígenes, la asocian a las linternas mágicas chinas, e inclusive a otras antiguas experiencias en el Cercano Oriente. Pero nuestros antecedentes inmediatos hay que situarlos en Estados Unidos, a finales del siglo XIX. Aproximadamente entre 1893 y 1901.
“Yellow Kid” de Richard Felton Outcart, es el primer personaje que se instala en formato “tira” en los diarios norteamericanos. Más adelante, “Los sobrinos del Capitán” de Rudolfh Dirks utilizan regularmente los “globos” (baloon) que encierran los diálogos y finalmente, Frederick Burr Opper con su personaje “Happy”, el que debido al excelente ensamblaje de diálogos en “globito” y dibujos, brinda una narración cuya tensión se sostiene a lo largo de los episodios. Años más tarde aparecen también en Estados Unidos los sindycates; corporaciones editoriales que comercializan a nivel global la producción historietista de ese país. Nacía la industria del cómic.
El Auge del Comic Norteamericano
La década de 1930 es probablemente la más fructífera en la historieta estadounidense. En 1928 nace Walt Disney Productions y su saga de personajes inmortales: Mickey, Minnie, Donald, Pluto, Goofy (o Tribilín, o Dippy) y otros que en el siglo XXI, sobreviven con éxito en cine y plataformas de internet; también en libros y algunas revistas. Tarzán, el legendario personaje de Edgard Rice Burroughs que es llevado al cómic por Harold Foster habitará revistas y películas, renovándose en historias de distintos autores, hasta fines del siglo XX.
Dick Tracy de Chester Gould y la ciencia ficción estimulada por la obra radial “La Guerra de los Mundos” de Orson Welles, el descubrimiento de los “canales” marcianos y otros hallazgos inquietantes, dan impulso al género. En este terreno aparece Flash Gordon (Don Moore y Alex Raymond) y florece la narración histórica con El Príncipe Valiente; el far west recorrido por El Llanero Solitario, Red Ryder y los extraños habitantes de una realidad fantástica encarnada por Mandrake El Mago y El Fantasma (La Sombra que Camina) ambos de Lee Falk.
El fin de la Segunda Guerra Mundial marca el encumbramiento de los superhéroes: Superman (el adulto, el joven y su prima la super chica), Batman y Robin, Capitán América, La Mujer Maravilla, Linterna Verde, El Hombre Araña y otros. La larga crisis que sigue arrastrando el cómic gráfico en la tercera década del siglo XXI, parece no afectar la supervivencia de personajes históricos y otros de nuevo cuño, que exitosamente habitan las producciones que circulan en internet.
Los Argentinos Precursores
La industria editorial argentina tiene una antigua experiencia en la utilización de caricaturas para ilustrar notas, o como simples viñetas, situaciones que se resuelven en un solo cuadro.
Las figuras satíricas del periódico El Mosquito, por su calidad y agudeza, marcaron una época. Pero la sátira en nuestra prensa política como recurso, es muy anterior a “El Mosquito”.
Desde principios del siglo XX las revistas PBT y Caras y Caretas, de información general y con una excelente edición, utilizan la ilustración como recurso que jerarquiza esas publicaciones.
Dibujantes de la talla de Cao, Redondo y Mayol entre otros, dejaron su firma en esas páginas.
En 1912 el español Manuel Redondo publica “Viruta y Chicharrón”, en formato tira semanal en Caras y Caretas. Sus argumentos pueden ubicarse en el género de aventuras enmarcado en el costumbrismo local. Un año después en la misma revista, Redondo da a conocer “Don Goyo Sarrasqueta”; en línea con la anterior.
En la década de 1920 ya puede hablarse de una industria de la historieta, poblando suplementos y páginas de diarios y distintos tipos de revistas. Pero considerada siempre como “entretenimiento”, sin valor artístico. El diario Crítica publica su suplemento ilustrado en color, afianzando su liderazgo editorial. Dante Quinterno da a conocer en sus páginas, ”Don Gil Contento” en 1927. Un año más tarde crea para el diario La Razón a “Julián de Montepío”. Es en 1928 en “Don Gil Contento”, que aparece por primera vez el indio “Curuga Curiguagûigua” y luego, en la tira de “Don Julián de Montepío”. En el mismo año este indígena de nombre impronunciable, se transforma en “Patoruzú»; el personaje que será señero en la historieta argentina, con su partenaire el padrino Isidoro Cañones; un vivillo porteño pero que a la hora de jugarse, siempre hace causa común con su ahijado Patoruzú. A la dupla, luego se agregan La Chacha, Ñancul, Upa, Patora y otros personajes.
Siempre de la mano de Dante Quinterno. En 1922 la revista El Hogar había inaugurado la tira “Las aventuras de Don Pancho Talero”, de Arturo Lanteri. Este autor basándose en un personaje de la picaresca porteña, también da a conocer “Las aventuras del Negro Raúl”.
En ese año clave para la historieta nacional que es 1928, la Editorial Columba coloca en los kioscos El Tony; un clásico de aventuras. Luego agrega Intervalo a su catálogo. Se trata de historias donde abundan los argumentos románticos, que luego deberán competir con las fotonovelas. D’artagnan y Fantasía (ambas de aventuras) completan la oferta más importante de Columba.
Continuará con: LA EDAD DE ORO – EL CANTO DEL CISNE – SEGUNDA Y ÚLTIMA ÉPOCA