Baqueano o baquiano es un término americano utilizado para designar a una persona conocedora de los caminos y atajos de un terreno, sus características físicas y el idioma y costumbres de su población, a la que habitualmente pertenece. Por extensión se aplica a cualquiera que resulta particularmente hábil y experto para una tarea.
Contrariando la imagen tradicional que alguna literatura histórica poco objetiva daba acerca de las habilidades del gaucho, sintetizada en la frase “vago y mal entretenido”, existen muchos testimonios y documentación que afirman lo contrario; el gaucho en épocas en que era parte de un sector social de mucho peso, solía tener más de un oficio: arriero, domador, marcador, hasta soldado, cuando las circunstancias se lo exigían; y también dominaba otras especialidades, como en el caso del baqueano y el rastreador.
El baqueano era un hombre que gráficamente, se puede afirmar que tenía un “mapa en la cabeza”, tal era su conocimiento del terreno. Sus servicios eran requeridos para cualquier desplazamiento al que se viera obligado alguien que desconocía un territorio, en tiempos en que los “caminos reales” eran algo más que una huella de tierra y que se convertían en intransitables con alguna lluvia intensa. La ciencia del baqueano se jerarquizaba cuando el objeto del traslado era una tropa de ganado más o menos grande, por eso en muchos casos el tropero y el baqueano eran la misma persona. También era requerido para acompañar a alguna personalidad importante ajena a la zona y que por algún motivo debiera viajar fuera de los caminos habituales, pero la responsabilidad máxima del baqueano la alcanzaba cuando su tarea consistía en acompañar ejércitos en operaciones. En tales circunstancias, la confianza de sus superiores no era un tema menor, ya que como reflexiona Domingo Faustino Sarmiento en Facundo: “…la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de una provincia, todo depende de él.”
Y semejante responsabilidad no puede ser delegada en un desconocido. Baqueanos tuvo el general San Martín en su epopeya libertadora, baqueanos acompañaron a Juan Manuel de Rosas en su campaña al sur en 1833 y a Roca en 1879 por esas tierras casi desconocidas para los cristianos. Es que aquellos personajes tenían una vista excepcional y una memoria prodigiosa, además de una capacidad extraordinaria de observación que requería una serenidad especial para poder elegir, a veces en circunstancias de guerra, un rumbo en medio de la noche. La condición básica que debía tener el baqueano además de las cualidades ya mencionadas, era un total conocimiento del terreno y de la naturaleza, ya que en casos en que se operaba en planicies infinitas como la pampeana, el conocimiento de cierto tipo de arbustos y hasta el sabor de los pastos, eran señales que permitían ubicarse en determinado espacio. Pero no sólo los pastos y las aguadas debían ser familiares para el baqueano, también el paso de los ríos desconocidos para el común de los vecinos, los senderos invisibles que permitían atravesar una arena movediza sin caer en sus traicioneros “guadales”, eran parte de la ciencia del baqueano. Su experiencia le permitía también conocer el rumbo de los vientos y adelantarse a sus posibles consecuencias; por ejemplo tormentas.
Prueba del costo que se pagaba por no contar con esos hombres excepcionales en una expedición, la dio el general Emilio Mitre cuando se internó en el mal llamado desierto con un numeroso ejército para combatir a las tribus que respondían al cacique Calfulcurá. Luego de vagar perdido durante semanas, el general hermano del presidente de la Nación, debió abandonar la empresa dejando en el desierto más de cinco mil caballos, toda la artillería y muchos soldados que quedaron como mojones de la impericia, ya que esa formidable tropa fue derrotada sin haber visto un solo aborigen y sin poder efectuar un disparo.
Ejemplo del aprovechamiento correcto de estas aptitudes, la ofrecían las partidas de gauchos que desde los “Infernales” del general Martín Miguel de Güemes en adelante, demostraron una gran capacidad de movimiento cuyo factor decisivo fue siempre la sorpresa. Las montoneras solían recorrer grandes distancias a campo traviesa y caer sobre una fuerza enemiga o una población en tiempo récord; ese profesionalismo debía contar necesariamente, con el aporte de baqueanos expertos, además de mandos militares eficaces.
Al margen del rol destacado cumplido por los baqueanos en el aspecto militar de nuestra Historia, su presencia fue un elemento clave en el reconocimiento territorial para uso civil, ya que gracias a sus conocimientos se afirmaron los recorridos de las galeras, las rutas comerciales y se consolidó esa red invisible que unía localidades aisladas en un océano de pastos y que sin el concurso de los baqueanos, no hubiera sido posible que sobreviviera y se desarrollara hasta convertirse en las pujantes ciudades que hoy conocemos.
El baqueano fue una parte muy importante de la construcción de la Nación.
En el siglo XXI, el Ejército Argentino sigue conmemorando el 18 de agosto el Día del Baqueano de esa fuerza. Sus servicios más allá de la tecnología, siguen siendo muy valiosos en geografías complicadas como el monte, la selva o la montaña.
Baquiano: Pop. Conocedor de caminos, que sirve de guía
«El baqueano es un gaucho grave y reservado, que conoce a palmos, veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas.»
Domingo Faustino Sarmiento – Facundo -1845
Experimentado, experto, práctico («Cuando era gaucho vaquiano / Aunque el potro se boliase / No había uno que no parase / Con el cabestro en la mano.»
José Hernández – El Gaucho Martín Fierro – 1872
Es amer. de origen antillano. Las formas baqueano, vaqueano y vaquiano que se encuentran con gran frecuencia representan casos de ultracorrección o de etimología popular.