Capítulo 3
Los Titiriteros en Trance de Desapariciones
Matt Nokris, el inesperado naciente se mimetizó con las sombras que envolvieron a la biblioteca. Semejaba ser una estatua: el entrecejo fruncido, los ojos vítreos, la nariz punzante, el cuerpo esfumado y la boca sellada. Parecía formar parte de una obra arquitectónica futurista.
—Estamos en peligro —dijo Gulka—. Este mundo está en peligro de desaparecer. No tendrían que haber nombrado a Carlon. Es un científico especial, y estoy seguro de que Matt Nokris es obra suya de la mano del titiritero Cristopher.
Lenab de Alejandría intervino para decir:
—No. Matt Nokris es obra de mi titiritera. Conozco ese latido creativo. Estamos hermanados. Y lo siento de ese modo.
Se hizo silencio. Un silencio enmohecido y antiguo que Avis conocía muy bien.
—Nuestros mundos peligran —dijo con orgullo la muchacha de corazón cristalino—, y para contrarrestar eso, existimos Lenab de Alejandría y yo. Supongo que Matt Nokris piensa lo mismo.
Gulka, tan existente como las arenas del desierto a merced del viento, habló:
—Las representaciones son estables cuando los personajes tienen un propósito, de lo contrario todo queda librado a un panorama secundario, tan secundario y rezagado, que puede volverse olvidable. Un universo cuya consistencia llega desde el caos es un mundo librado al azar ¿Me entienden? Es necesario corregir, re direccionar el rumbo de la gente y sus historias.
—¿Y qué problema hay con eso? —se fastidió Lenab.
—Ninguno —dijo Gulka—. Es cuestión de tiempo y que los creadores se pongan en forma y lancen sus flechas.
Avis, entretanto, enhebraba cenizas de un paraíso perdido que por supuesto no era el de John Milton. Luego, se rodeó de un soplo angélico que andaba dando vueltas por ahí para protegerse de lo inexplicable. Entre la luz y la oscuridad no hay otro pacto más que el ocaso, las penumbras o las sombras, y ella prefería la claridad antes que eso.
—No creo que pase nada malo en ese mundo caótico —dijo Gulka— yo puedo resolver los inconvenientes. Son muchas realidades en el universo libre. Y todo mundo libre necesita corregirse.
Matt Nokris, el prototipo jamás usado, salió de su estado catatónico, la biblioteca se iluminó. Matt emitió un bip y ya no pudo ser visto.
—Amigos —dijo Gulka—, a trabajar. Fansi Carlon busca oportunidades como esta. Creo que ha ideado un software para crear constelaciones de personajes y eso es muy peligroso. Con ese artefacto puede manipularnos para concretar sus planes macabros de extinción de la cordura y es capaz de usar a Nokris para escribir desde lo tácito.
Lenab usó sus dedos de aire y dio vuelta la página de la fantasía para responderle.
—En realidad no creo que exista todo lo que usted dice que hace ese tal Carlon. Es solamente un personaje. Su vida es una leyenda y no sabemos si es cierta. Y esos cuentos sobre máquinas que forjan mundos, es algo improbable.
—Ustedes mencionaron al innombrable Carlon —dijo Gulka—; le acaban de dar entidad. Háganse cargo.
Por primera vez, Avis se sintió acalorada. La colmaba un montón de sentimientos honestos, pero no le gustaba la manipulación, más allá de ser fiel a su titiritera Ann. Intervino desde la magia del equilibrio para decir:
—La lucha entre el bien y el mal es muy antigua. Personajes nefastos siempre hubo, Faustos y demases. Soy buena, pero no nos dejaremos manipular por ese tal Carlon. No tengo buenas referencias de él.
—Si quieren saber más del tipejo ese—dijo Gulka— les propongo reunirnos en el bar de la esquina Centauri. Es un bar muy ameno, solo que, en caso de ir hasta allá, hay que adaptarse a la lluvia. O sea, entrás al bar y no cesa de llover. Tengan en cuenta que la calle Centauri es terrible. Y no todos logran salir. Hay gente que se desdibuja con la lluvia y nunca más aparece.
—¿A ese lugar va a tomar café el tal Fansi Carlon? ¿El médico capaz de clonar bacterias? —dijo Lenab, molesto al haber recordado lo leído en el libro “Los paranoicos” desde un estante aledaño.
—Son leyendas, Lenab —dijo Gulka—. Él es hijo de un robot bicentenario y una costurera del barrio Próxima Centauri. Por momentos Carlon es humano, sí. Pero también puede llegar a ser una máquina.
—¿De dónde lo conocés? —preguntó perturbado Lenab de Alejandría.
—El tipo está en muchos lugares a la vez, y en “Los paranoicos” se lo puede conocer mejor. Seguro que Avis lo leyó, nada más que con su afán de ser heroína siempre olvida lo malo. Comentan que el científico quedó atrapado en otra dimensión y quiso acaparar los conocimientos de los últimos allegados a Asimov. El problema es que piensa ir todavía más lejos, quiere ser famoso y reconocido a toda costa. Cuentan que quiere convertirse en el primero de los engendros XXZ, capaz de almacenar gran parte de los manuscritos de la creación.
Lenab no se sintió satisfecho con la respuesta de Gulka. Buscó a Avis, y con cara interrogativa, la instó a qué diese su opinión.
—Cuando me subí a una alfombra voladora —respondió Avis—, al querer volver a Krispi, mi ciudad de nacimiento, se me apareció Aladino. Pero también Fansi Carlon, y estaba emperrado en clonar no solo personas, sino tiempos y personajes. Fue cuando me enteré de su parte robótica. Hacía cálculos binarios, el sistema diádico. Se trenzó en lucha con Aladino. Parece que quería robarle la lámpara y utilizarla para dominar todo. No sé si es tan así, pero desistí del viaje. Yo soy una heroína que no acepta la violencia y mi titiritera lo borró.
Gulka bostezó.
—Me aburrís Avis —dijo ante la mirada incrédula de la muchacha— ¿Podrías tener una pizca de maldad? Por qué no traés a Fansi Carlon a tu mundo de cristal, así esto sería un poco más divertido. Sos la Avis original y tenés que eliminar a las Avis clonadas que no dieron buenos frutos. Además, esas clonaciones están dispersas. Es necesario que vayas a la imprenta galáctica y te hagas ver. No sé si me entendés.
Avis sintió curiosidad por conocer a los propios clones. Tal vez eran personajes evolucionados o quizá eran malignos. Debía conocer la verdad y aceptarla.
Continúa con el Capítulo 4 mañana 06-12-23