Tradiciones
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Mancha y Gato
Mancha y Gato - La odisea de dos caballitos criollos de A.F. Tachiffely – Emecé - Buenos Aires – 1944
Mancha y Gato

Pocos relatos rinden tan emotivo homenaje a nuestros caballos criollos de las pampas argentinas como éste de A. F. Tachiffely A casi 40 años de su primera edición y 60 de la aventura vivida por el autor y sus amigos, el libro guarda todo el interés y la frescura al relatar la expedición que comienza en Buenos Aires en 1925- para  recalar -18.000 kilómetros mediante- en Washington, dos años después.

Desde los mismos comienzos de la historia del hombre, el amor por la aventura y el desafío que implica superar riesgo  perseverar en el itinerario propuesto, tienen en Marco Polo el arquetipo del viajero, y en el caballo, como el más noble e inseparable compañero de grandes conquistadores y aventureros. Quedan ejemplos artísticos del amor que se le profesaron; una entre tantas referencias posibles, los armoniosos caballos de la iglesia San Marcos en Venecia, que están siendo protegidos de la inclemencia del tiempo.

El origen del caballo criollo se remonta a unos pocos equinos traídos a la Argentina en 1535 por Don Pedro de Mendoza, primer fundador de Buenos Aires. Estos animales pertenecían a la más fuerte cría española, en ese tiempo la mejor de Europa, con una marcada mezcla de sangre árabe y berberisca. Al ser Buenos Aires asolada por los indios y masacrados sus habitantes los descendientes de los caballos españoles fueron abandonados a su suerte vagando por los campos, Vivieron y se multiplicaron siguiendo las leyes de la naturaleza, luchando por sobrevivir a pesar del asedio de los indios, los animales salvajes y las inclemencias del tiempo, La aptitud de la raza mostro su fortaleza durante la guerra de la emancipación y las distintas campañas indígenas cumpliendo marchas forzosas.

Dice A.F.Tschiffely sobre sus compañeros de ruta: “Los dos caballos que me entregó el doctor Solanet eran Mancha, que entonces tenía dieciséis años, y Gato, de quince. Habían pertenecido a un jefe indio patagónico llamado Liempichun, y eran salvajes entre los salvajes.

Domarlos fue una tarea que puso a prueba las facultades de varios de los mejores domadores”.

Estos tres personajes recorrieron camino hacia el Norte por valles profundos, sobre montañas heladas y rocosas de más de 5.000 metros de altura, atravesando selvas húmedas y desiertos calurosos, cruzando el istmo de Panamá, América Central, México y finalmente Estados Unidos, superado a lo largo de la expedición riesgos y contratiempos. La vuelta victoriosa fue por barco.

Tschiffely escribió con sencillez estos recuerdos de viaje, lectura agradable y emotiva, donde resalta el color de lo vivido de manera autentica.

He aquí un libro para que usted, lector adulto, comparta con sus hijos.
Rosalía AmBasul – Nuevo País – Primera Quincena Diciembre 1983

Mancha y Gato

Los Compañeros de Ruta
“Mancha era un excelente perro guardián estaba siempre alerta desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase. Cuando quería algo relinchaba o frotaba la cabeza contra mí, dándome a veces un mordisco juguetón. Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias. Tenía ojos ardientes y orejas movedizas. Mantenía alta la cabeza y dilatadas las narices y aguzada la vista, miraba hacia el horizonte. Le gustaba mucho que le hablasen y a menudo volvía la cabeza para mirarme de soslayo cuando yo lo montaba. Obedecía a la voz mejor que a las espuelas, que le fastidiaban y contra las cuales mostraban su desaprobación corcoveando. Si los extraños se le acercaban, hacia una buena advertencia levantando una pata trasera, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder. Sin embargo, no era enconado y jamás dañaba a nadie.

Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomo las cosas filosóficamente.

A diferencia de Mancha, él no era muy expresivo. Era de ambos, el más voluntarioso; el tipo de caballo que, de ser montado por un hombre brutal, galoparía hasta caerse muerto. Sus ojos tenían una expresión infantil, soñadora  precia observarlo todo con maravillada sorpresa. Poseía un raro instinto para los pantanos, los tembladerales, y los temibles pozos de tango.

Debido a su exagerada confianza en los vertiginosos senderos montañeses, me dio varios sustos, sin que él se preocupara, aparentemente.

De los dos era el comensal más exigente, y a diferencia de Mancha, que nunca comía demasiado maíz o avena- cosas que no tuvieron a menudo- la ración de Gato debía ser cuidadosamente dosificada por temor a que comiese excesivamente y sufriera las consecuencias.

Si mis dos caballos hubiesen tenido la facultad de la voz y la compresión humanas, habría recurrido a Gato para contarle mis preocupaciones y secretos. Pero si quería ir de fiesta recurría invariablemente a Mancha, que me acompaña caracoleando, al parecer encantando de calaverear una noche. Tenía más personalidad que Gato.
A.F. Tachiffely

A.F. Tschiffely

Gato y Mancha

De Buenos Aires a Nueva York,
cabalgando hacia el norte, ellos en acción,
gato y mancha, sueños al control,
viajando juntos, en peligro,
peligro de no llegar.

Gato y mancha, fiesta sin igual,
gato y mancha, no van a parar.

Pasando cordilleras,
cruzando ríos también,
sin comer seguido,
y sin poder beber,
pisando más allá,
pensando en lo que será al llegar.

Gato y mancha, sueños al control,
gato y mancha, ellos en acción.

Gato y mancha, sueños al control,
gato y mancha, ellos en acción.
Gato y mancha, sueños al control,
gato y mancha.

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