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Los Desencuentros Argentinos – 4 de 4
Borges y Perón - Continuación de Los Desencuentros Argentinos – 3 de 4 - “La democracia es un abuso de la estadística” – Borges - 1976
Los Desencuentros Argentinos – 4 de 4

En 1947 Borges en colaboración con su amigo Adolfo Bioy Casares y bajo el pseudónimo Honorio Bustos Domecq, escribe el cuento “La fiesta del Monstruo”.

Esta pieza que roza lo panfletario, pretende en clave satírica relatar las peripecias de un grupo de obreros que asisten a un acto en el que hablará el líder justicialista. Con curiosos puntos de contacto – pero bajo la pátina de una burla feroz – con el cuento “El Matadero” de Esteban Echeverría, la dupla Borges – Bioy Casares incursiona en una suerte de literatura militante, que por suerte para sus seguidores, no reaparece al menos en forma explícita en sus obras anteriores y futuras. No por la temática, ya que cada autor es dueño de escribir sobre lo que quiera, sino por la baja calidad del tratamiento del argumento; inverosímil y cargado de resentimiento hacia los personajes.

Por aquellos años Borges también se aleja de Oliverio Girondo y Leopoldo Marechal, ya que ambos habían adherido al peronismo, mientras su madre y la hermana Norah, son detenidas por participar en una manifestación en la calle Florida y cumplen 30 días de arresto. Doña Leonor los cumple en su casa. Borges ya es declaradamente anti peronista y su círculo íntimo (Bioy Casares, las hermanas Ocampo y el entorno de la revista “Sur”), se enrolan también en esa línea.

La última etapa peronista se desarrolla en un clima político enrarecido. Intento de golpe de Estado en 1951, fallecimiento de Eva Perón, atentados terroristas opositores y decenas de presos políticos.

PBT – 09-09-51

El 16 de junio de 1955 un ataque aéreo de militares sublevados descargó toneladas de bombas sobre el Centro porteño, dejando un saldo pavoroso de víctimas inocentes. Tres meses después cayó el gobierno justicialista.

Otro colega suyo, el escritor Ernesto Sábato, había sido designado por el gobierno de la autotitulada “Revolución Libertadora”, como director de una de las publicaciones que habían administrado funcionarios del gobierno derrocado. Ante la denuncia de torturas a presos políticos peronistas, Sábato renunció a ese cargo haciendo público los motivos. Y también cruzó muy duramente a Borges, quien de alguna manera, minimizó o justificó esas violaciones a derechos humanos básicos.

Entre los cambios llevados adelante por el antiperonismo triunfante, Borges fue designado Director de la Biblioteca Nacional, merced a gestiones de Victoria Ocampo y otros amigos. Permaneció 18 años en el cargo, retirándose el 8 de octubre de 1973; cuatro días antes de la asunción (por tercera vez) del General Perón a la presidencia de la Nación. En el ínterin su odio al “tirano prófugo” se había exacerbado.

El exilio del líder proscripto duró 18 años. En el medio su Movimiento sufrió todo tipo de persecuciones, pero el profundo arraigo popular impidió su extinción. En ese devenir histórico, Perón maduró su estrategia para la toma del poder y proclamó su vuelta a la Patria, como “prenda de paz” en 1973. Borges a su vez, no perdía oportunidad para manifestar la vigencia de su pensamiento y por extensión, cuestionaba la calidad del sufragio masivo: “La democracia es un abuso de la estadística”, afirmó ante el periodista Bernardo Neustadt en 1976. (4).

Pero con el retorno del peronismo al gobierno en mayo de 1973, el escritor había vuelto a la carga: “Cámpora ganó las elecciones porque la mayoría de los argentinos son tontos” (5), sostuvo ante un azorado periodista. En esa línea y previendo la victoria electoral peronista, en 1971 publica una carta abierta con una serie de conceptos que son por lo menos, polémicos. En una entrevista concedida a un medio porteño, afirma que su decisión “… no es repentina; mi antiperonismo ya es tan conocido como el unitarismo de mis antepasados” (6). Entre otras reflexiones consideradas “agraviantes” para el pueblo por Ernesto Sabato, cuestiona el aguinaldo por “absurdo”, y repudia las movilizaciones populares cuando hablaba Perón. Sus declaraciones generaron una serie de rechazos de sindicatos, intelectuales y organizaciones políticas y culturales democráticas.

Borges no se retractó de sus dichos, se mantuvo fiel a sus pensamientos sin importarle demasiado los tiempos violentos que se vivían.

Paralelamente, Perón se hizo cargo del gobierno nacional en una Argentina que difería mucho de la de su primera presidencia. Las contradicciones internas del Movimiento Peronista y el juego de pinzas de la ultraderecha y la ultraizquierda y los factores de poder tradicionales, desgastaron el gobierno y la salud del anciano Líder y el 1 de julio de 1974 se apagó su vida. El jaqueo político que acosó la gestión de gobierno de su viuda, fue una barranca abajo constante que culminó con el asalto al poder por las fuerzas armadas el 24 de marzo de 1976. Borges, como no pocos argentinos, estuvo de acuerdo con el golpe.

Mientras la dictadura desencadenaba la peor cacería humana que se recuerde en nuestro país, en mayo de 1976 Borges, Ernesto Sábato, el cura Leonardo Castellani y el presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Alberto Ratti, fueron invitados a un almuerzo con el dictador Jorge R. Videla. Los invitados hicieron declaraciones elogiosas para el anfitrión y al Padre Castellani, le atribuyen el reclamo por la desaparición forzada del escritor Haroldo Conti y otros. Luego Borges es invitado a almorzar nuevamente, pero con Augusto Pinochet en la capital trasandina.

Pero cuatro años después, el escritor (también lo hace Bioy Casares) aparece firmando una solicitada impulsada por las Madres de Plaza de Mayo junto a figuras notorias de distintas disciplinas, reclamando por las víctimas de desaparición forzada. Borges después de aquel episodio que simbólicamente se oponía a su apoyo anterior a la dictadura, continuó con su rutina, como lo había hecho en los años de auge peronista en que sus apologistas y detractores, lo habían subido a un ring imaginario en el que su contrincante era el líder político argentino más importante del siglo XX.

El pensamiento político borgeano vivió otro giro sorprendente cuando en 1983, a tres semanas de la recuperación democrática y retractándose de su famosa frase acerca de que “la democracia es un abuso de la estadística”, sostuvo que “La democracia argentina me ha refutado espléndidamente” (7). Como en un juego de espejos incomprensibles que en cada mirada nos devuelve una imagen diferente, así se deslizó el increíble y vasto universo del pensamiento de Jorge Luis Borges. En algún momento se apartó de ideas y amigos que comulgaban con las causas populares de su época (yrigoyenismo, peronismo) y en consecuencia, también cambió el contenido de sus obras. “… Mi mente / Se aplicó a las simétricas porfías / Del arte, que entreteje naderías”; sostiene en su poema “He cometido el peor de los pecados…”. Es injusto con esa autoevaluación, ya que muchas de esas presuntas “naderías” son obras maestras del ingenio poético mundial. Desdeñoso con su condición de argentino, sin embargo reivindica el pasado combativo de sus mayores en las luchas por la Independencia; en algún momento renegó de algunos de sus cuentos y poemas por adolecer de “excesivo color local”, pero sólo alguien profundamente argentino (a pesar suyo), pudo escribir esos poemas que en tiempo de milonga musicalizó Edmundo Rivero. Amaba Buenos Aires, pero decidió morir en Suiza.

Junto a Sarmiento y Lugones, Borges integra esa trilogía de intelectuales que se opusieron en su tiempo, a grandes líderes de masas desde perspectivas elitistas. A diferencia de los dos primeros, el poeta de Palermo se desinteresó de la política, pero compartió con ellos el desdén por las masas populares: la “barbarie” gaucha que odiaba el sanjuanino, la “chusma” yrigoyenista que repugnaba a Lugones y en el caso de Borges su rechazo visceral a los “descamisados” de Perón y Evita. “Un intelectual en el laberinto semicolonial”, lo definió el historiador Norberto Galasso, pero honesto y consecuente en su pensamiento.

Trazando un círculo borgeano, podemos encontrar si así lo creemos, el punto de partida de los desencuentros de intelectuales señeros y también hombres de acción como en el caso de Sarmiento, con el país real, plebeyo y tercamente aferrado a sus raíces. En la vereda opuesta que la posteridad colocó a los escritores mencionados, se encuentran los estadistas, constructores y líderes de grandes movimientos populares como Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón.

Pero sin dudas en la base de ese desencuentro secular, subyace el equilibrio inestable entre modelos de país contrapuestos. El tiempo dirá si es posible superar esas contradicciones, mediante una síntesis que permita la consolidación de una Nación cuyos valores y posibilidades, sean capaces de contener a todos quienes la habitamos.

4) Revista Extra – Bs. As. 23-05-90.-
5) Diario La Opinión – Bs. As. 20-06-73.-
6) Revista Confirmado – Bs. As. 09-06-71.-
7) Diario Clarín – Bs. As. 22-12- 83.-

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