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Troll
MITOLOGÍA NORUEGA – DISPONIBLE EN NETFLIX
Troll

Hubo una época en la cual el cine estaba enamorado de los monstruos gigantes. El ejemplo más evidente es King Kong de 1933 (y sus sucesivas remakes y secuelas) una obra que había llegado a las salas estadounidenses en plena etapa de recuperación de la Gran Depresión. La gente necesitaba una distracción de las penurias económicas, de la miseria que les tocó en suerte. Un simio gigante peleando con dinosaurios y destruyendo Nueva York era el escape ideal a los problemas.

Godzilla fue otro furor en el género, esta vez surgido de Oriente. Japón había sobrevivido a las dos bombas nucleares y también se estaba reconstruyendo. El cine salió al cruce del clima social y la mítica productora Toho se despachó con un “lagarto» prehistórico capaz de lanzar fuego atómico por su boca, que aterrorizó a los nipones mientras destruía todo a su paso. El miedo al hongo nuclear, las consecuencias de la radiación y el terrible golpe de K.O que sufrió la nación se tradujo en una metáfora en forma de Kaiju.

En la década del 50 y parte de los 60 los bichos gigantes fueron garantía de éxito en la Meca del cine. Eran films baratos de realizar, con alto impacto visual y no requerían guiones muy complejos. Un animal o insecto X, por alguna razón, crecía desproporcionadamente y atacaba algún pueblo. Los héroes se reunían, y siempre ganaban sobre la hora.

En nuestro país no tuvimos monstruos gigantes en el cine, lo más parecido es la obra del historietista Salvador Sanz titulada Mega, una épica de criaturas enormes destruyendo todo a su paso con el condimento rioplatense que tanto encanto le otorga a la historia. La editó OVNI Press y es un pequeño lujo.

El siglo XXI ha traído algunos productos enmarcados en este subgénero, siendo las más obvias referencias Godzilla y King Kong, cada vez más grandes, más peligrosos y encima luchando entre ellos para nuestro divertimento. Ya no hay personas en bellos trajes haciendo las veces de monstruos. Ahora los bichos nacen y mueren en computadoras, la destrucción es más grandilocuente y el encanto inherente de las marcas registradas se sostiene.

Roar Uthaug llevaba al menos dos décadas pensando en hacer un largometraje en donde abordara una de las criaturas mitológicas de su país, Noruega, con la calidad de espectáculo propia del cine Kaiju que tanto le apasiona. Los trolls son una parte fundamental de los cuentos folclóricos de su patria, y el director sentía una necedad casi orgánica de plasmar su visión, de aportar su granito de arena.

En el 2010 su compatriota André Øvredal estrenó el falso documental The Troll Hunter que fue un éxito inesperado alrededor del globo. El estilo del film caló hondo en las audiencias y la presencia de un monstruo diferente a los habituales en el séptimo arte permitieron que los fanáticos disfrutaran en grande.

Mientras aquel film triunfaba, Uthaug forjaba su carrera poco a poco. El alto perfil de su última producción, la adaptación del videojuego Tomb Raider, le dio las credenciales necesarias para abocarse a su proyecto de pasión. Se sentó junto al guionista Espen Aukan para diagramar la historia y en el 2020 se anunció que la producción iba a comenzar, con la ciudad de Oslo como locación principal.

El argumento se alejó un poco de las sutilezas de The Troll Hunter y se abocó al espectáculo, la destrucción, la acción y el terror.  En este largometraje un troll gigantesco despierta y ataca a un grupo de personas en las montañas de Dovre. A medida que avanza hacia Oslo, un equipo de especialistas debe encontrar la forma de detener a la mitológica criatura antes que destruya todo a su paso.

Para aquellas personas que disfrutan el género de monstruos gigantes aparentemente imparables, Troll es una apuesta segura. El elenco noruego se presta al 100% para retratar una historia fantástica en donde la acción y los elementos de horror se amalgaman con el cine “catástrofe”. Es la simpleza de la premisa lo que vuelve tan atractivo al largometraje. No hay mucho lugar para el subtexto, para la lectura entre líneas. Esta es la historia de un troll enorme rompiendo todo lo que se le cruza.

Los efectos especiales están a la altura de la propuesta. Si bien no tiene el nivel de sofisticación de superproducciones como Godzilla, la factura técnica es impecable y garantiza unas dos horas de entretenimiento.

Troll es un muy buen film que aborda a un tipo de monstruo que no se ve mucho en el cine. Se nota el cariño del director por la criatura, la pericia a la hora de retratar las escenas de acción y, encima, garantiza varios sustos.

Un largometraje ideal para ver este verano y transportarse un rato al menos a paisajes recubiertos de nieve y misterio.

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