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El Hincha
Discépolo: “El hincha siempre está, lo único que pide a cambio es que no lo defrauden. ¡Tan sólo eso!”
El Hincha

El “hincha”, toda medida guardada de respeto y mesura, resulta con su aliento altamente estimulante para los equipos. Pablo Rojas Paz bautizó a este aficionado “jugador número 12”, aplicándolo al partidario de Boca Juniors. Lo de “hincha”, se les ocurrió, allá por 1910, a los adictos del club Nacional de Montevideo. La entidad tenía un utilero de apellido Reyes, encargado de inflar,  hinchar los calones de futbol. Dueño de potentes pulmones, la operación de inflar el útil la hacía rápidamente, aplicando la boca a la cámara. Luego, desde las tribunas, mostrando una voz estentórea, estimulaba a su cuadro, tapando las demás voces, escandalosamente De  modo que, cuando llegaba al estadio, la gente comenzaba a decir: “Ahí viene el hincha” Reyes… llegó el “hincha”. La expresión se popularizó enseguida en el Rio de la Plata para designar al aficionado exaltado y perdura aun.
Nuevo País – Segunda Quincena de Diciembre de 1984 – Alfonso Rey (Fragmento)

El Hincha de los 50
Entonces, como si el fútbol fuese teatro, después de la tragedia viene la parodia del “fútbol espectáculo”, gestión equivoca que piensa al hincha como a un esteta desapasionado, a quien supuestamente, hubiera dejado de interesarle los partidos bien jugados y el esférico al fondo de la red.

El hincha de los cincuenta es igual al hincha de todos los tiempos: sectario, apasionado, temperamental, memorioso, discutidor, agresivo, como si la vida se les fuera segundo a segundo, con la respiración contenida, en los noventa minutos estirados del partido. El gol es la ilusión contenida que estuvo siete días esperando; el gol es la divisa  del club realizándose, lo efímero que no puede perderse, aquello por lo que soporta el sol, la lluvia, la mala sangre que produce el conjunto cuando no anda, los apretujones en el estadio.

El hincha sale antes del mediodía sin probar los fideos que prepara “la vieja”, se junta con la barra de la esquina, llega temprano a la cancha u se ubica bien arriba en los tablones para plantar las banderas que traen envuelta y es capaz de pasarse once horas de plantón para ver un clásico, con un sándwich bajo el brazo. Ha llegado colgado de un ómnibus o sobre el techo de los tranvías, gritando, alentando al equipo. La pasión dominguera sigue durante la semana en los coloquios infinitos de la vida cotidiana de la barra: sobre si fulano “arruga” o “encima mal” o si es “morfón” o si “hace fulbito”. Cuando no puede ir a la cancha escucha las transmisiones deportivos de Fioravanti (el maestro), Lalo Pelichiardi (el exagerado), Alfredo Arostegui (el relator olímpico), Enzo Ardigó (el de “evidentemente”), los comentarios de Horacio Bessio y Damián Cané y La Oral Deportiva, que dirige el doctor Edmundo Campañale. A veces hojea Boca, La Cancha y El Grafico, revista típica de las peluquerías de barrio, donde lo conmueven las célebres “apiladas” de Borocotó y los precisos comentarios de Feliz Daniel Frascara.

La Razón – 08-02-86

El hincha de futbol de los cincuenta lleva un pañuelo anudado en las puntas a guisa de sombrero, se alegra hasta el paroxismo con Walter Gómez y será el que muere aplastado en el Monumental, un 7 de agosto de 1955, cuando cede un tramo de las tribunas de cemento. Es el peón de los domingos, que soporta las procacidades y los sudores de las gradas, en que arma hinchadas bravas (Boca, Central, Gimnasia) que ponen en vereda a los adversarios a quienes luego de roscas fenomenales les roban las banderas que se exhibirán como trofeos de guerra.

El hincha pelea contra el “enemigo” en una lucha endemoniada, y domingo a domingo se juega el espinazo trepando los alambrados y los lugares más altos e inverosímiles a los que es increíble llegar. En las canchas  esta “Chuenga”, disfrazado con sus pulloveres de lana multicolor vendido su rara amalgama la melaza y azúcar; están los muñecos de Sugus que pasean por la césped, se escuchan desde los altoparlantes los gingles de Palmieri Hermanos, de Pulmosán, de Casa Gold, y como un rito, antes de entrar, se compra de Alumni, que permite conocer el número que le toca a cada club en los tableros que siguen los encuentros de la fecha.

Detalle de la época. Ser hincha de Boca es sentido como algo chabacano y “popular”; por eso, no es muy bien visto en los sectores medios. En cambio, ser de River, es más fino y diferencia.
Buenos Aires Vida Cotidiana en Década del 50 – Ernesto Goldar –Plus Ultra – 1980

El Hincha

Año: 1951
Dirección: Manuel Romero
Guion: Julio Porter, Manuel Romero, Enrique Santos Discépolo
Reparto: Enrique Santos Discépolo, Diana Maggi, Mario Passano, María Esther Buschiazzo, Renée Dumas, Lía Durán, Vicente Forastieri, Juan José Porta, Mariano Bauzá
Productora: Argentina Sono Film S.A.C.I

Discépolo y el Valor del Hincha
Un día como hoy, en 1901, nació Enrique Santos Discépolo. No sé si fue hincha de Independiente, creo que no y tampoco me tomé la tarea de investigar con cual equipo simpatizaba, no tiene importancia aquí ese dato porque Discepolín supo retratarnos a todos en su maravillosa película El HINCHA estrenada en 1951 y vigente más que nunca.

Discépolo como sabemos, fue dramaturgo, compositor y poeta. Ocupa en nuestra historia un sitial privilegiado. Perdura en el tiempo, y seguirá así a través de sus letras y películas inolvidables.

El tango, del cual me confieso amante, porta una filosofía que le es propia con una manera única de describir la idiosincrasia y forma de ser porteña y argentina que nos trasciende y atraviesa a todos aún hoy.

Es simple aunque doloroso reconocernos en las letras de Cambalache como también emocionarnos con Cafetín de Buenos Aires en éstos días de encierro, distancia y ausencias, solo por citar algunos de los más famosos y significativos de su creación.

En El Hincha, Enrique Santos Discépolo se preguntaba: “¿Para qué trabaja uno si no es para ir el domingo y romperse los pulmones en las tribunas hinchando por un ideal? ¿Qué sería de un club sin el hincha?, ¡sería una bolsa vacia!.- Se responde.

“El hincha es el alma de los colores, ese que no se ve, ese que da todo sin esperar nada, ese es el hincha… ese soy yo”. Dice emocionado.

La certeza que el mundo cambió y cambiará más aún es de las pocas o únicas cosas en la que la inmensa mayoría coincidimos lo cual es una oportunidad y fortaleza para encarar el futuro. En la vida privada y más aún en la vida institucional.

Asistí en forma virtual en estos días a un seminario sobre estrategias para el futuro. Confieso que me lleve una grata sorpresa. Las exigencias para los líderes o aquellos que pretendan liderar cambios son muchas, pero hay una condición que se les requiere con la cual coincido plenamente. La gente esperará y exigirá más que nunca que sean sensibles, que tengan la capacidad de escuchar con naturalidad a sus deseos y necesidades. No se les requerirá que tengan todas las respuestas, sino la capacidad de formular las preguntas más potentes. Pero esa potencia no es fuerza ni prepotencia. Esa potencia es profundidad en las preguntas para buscar las soluciones mejores.

Puede parecer una banalidad o un dato menor pero no lo es. Es todo lo contrario, “se requiere mucha fortaleza y grandeza para ser sensible” y más aún en cargos de dirigencia o liderazgo.

Las instituciones sabemos son grupos humanos que realizan una tarea común, llevan consigo un propósito social, funcionan a través de reglas y deben debe ser eficaces, pues en ella cada miembro tiene una función específica. Cada persona debe cumplir un objetivo que conlleve o alimente al objetivo general.

Es bueno echar mano al ejemplo conocido de una orquesta sinfónica: “un trompetista no puede crear una sinfonía, es la orquesta la que la crea. El trompetista, el violinista, etc. son especialistas en lo que hacen, ellos juntos colaboran para que el “conocimiento productivo”, elabore la música.

Quizás hoy debiera ser el Día del Hincha en homenaje a Discepolín. Poder celebrar entre todos esa fuerza arrolladora que sostiene y da fundamento a un club, a una institución: El hincha/socio.

Alguien cuyo nombre desconozco, en las redes sociales se tomó el trabajo a partir de la película de definir las leyes del hincha que deberíamos hacer propias como máximas:

Nada va por encima de los colores,
nunca perder las convicciones,
siempre sacar buenas conclusiones,
nunca se abandona.

Si alguien filmara nuevamente el Hincha yo le agregaría al texto de Discépolo: El hincha siempre está, lo único que pide a cambio es que no lo defrauden. Tan solo eso!
soydelrojo.com – Por Claudio Avruj

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