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La Epidemia de Poliomielitis de 1956
La poliomielitis es también conocida como parálisis infantil o Enfermedad de Heine Medin
La Epidemia de Poliomielitis de 1956

Buenos Aires en 1871 fue azotada por una terrible epidemia de fiebre amarilla que mató a más del ocho por ciento de la población. Tal vez por tratarse de un episodio muy lejano en el tiempo, sólo está presente en los textos sanitarios o de historia. Pero la epidemia de “polio” del año 1956 sigue presente en la memoria popular; y muchos de sus protagonistas están vivos.

La poliomielitis es también conocida como parálisis infantil o Enfermedad de Heine Medin.

Se difunde mediante un virus que se instala en el intestino y de allí, se propaga al sistema nervioso, causando parálisis parcial o total y también la muerte. Las secuelas suelen ser problemas motrices desde leves a muy graves, que exigen una larga y paciente rehabilitación, en muchos casos con prótesis.

Puede afectar a personas de cualquier edad, como el caso de un hombre de ochenta y cuatro años que vivía en Tierra del Fuego y fue víctima de la epidemia en 1956, o el ejemplo del ex presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, atacado por el virus a los treinta y nueve años y que le inmovilizó las piernas. Pero se ensaña masivamente con los más chicos. El virus suele habitar en la materia fecal, en aguas servidas o no potabilizadas, verduras y otros alimentos frescos, seguramente por no estar debidamente lavados. Existían antecedentes de la enfermedad al menos desde principios del siglo XX, pero al no estar bien difundida la información, su conocimiento se redujo a los ámbitos médicos y científicos. Una investigación periodística informa lo siguiente:

“Ese año (1909) se llamó la atención sobre su incremento. Se reclamó desde las páginas de la Revista de la Asociación Médica Argentina, que los poderes públicos clasificaran a esta dolencia dentro de aquellas cuya denuncia era obligatoria. Se recomendó el aislamiento de los enfermos, y que la desinfección se aplicara no sólo a los atacados de poliomielitis, sino que se hiciera extensiva a las personas que convivían con ellos. No se cumplió con esas recomendaciones, tal vez porque entre 1906 y 1932 se produjeron 2.680 casos en total y eso no alarmó a nadie” (1).

Archivo General de la Nación

Recién a comienzos de los años ‘50 se comenzaron a aplicar políticas sanitarias masivas que incluyeron desde campañas de vacunación para prevenir distintas enfermedades, hasta la construcción de grandes hospitales y apoyo a la investigación científica vinculada a temas de salud. Pero en 1942 había muy poco de eso. Así fue que se registró el primer brote importante de poliomielitis con más de dos mil casos, sólo en la ciudad de Buenos Aires, afectando también varias ciudades del interior. En consecuencia, un grupo de padres de las pequeñas víctimas junto a algunos médicos encabezados por el Doctor Marcelo Fitte, especialista en ortopedia, pero que desde hacía años se ocupaba del tema trabajando en hospitales públicos, fundaron la Asociación de Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI). Se trata de una entidad sin fines de lucro y que se sostiene con donaciones de particulares.

En 1955 se habían registrados unos 250 casos, pero el gobierno de facto instalado en septiembre de 1955, degradó el Ministerio de Salud al rango de Secretaría, con la reducción presupuestaria que esa medida conlleva y el relajamiento inevitable de las medidas sanitarias, como primera consecuencia por falta de fondos.

Pocos meses después estalló la epidemia de polio más feroz que recuerda nuestra historia.

La inmensa mayoría de las víctimas tenían de cero a cuatro años. Desde distintos ámbitos se le reprocha a las autoridades nacionales la presunta poca atención prestada al flagelo, pese a que la prensa informaba todos los días el número de contagios, siempre en aumento.

Entonces la población tomó la lucha contra la peste en sus manos. Se formaban cuadrillas de vecinos para pintar con cal los cordones de las veredas, paredones, árboles. Con apoyo municipal, se erradicaban basurales, se fumigan casas abandonadas y sumideros.

Las entidades barriales se suman al esfuerzo colectivo y los bomberos voluntarios de La Boca, Barracas y otras barriadas populares, se integran al combate con sus recursos.

Algunas imprentas confeccionaron volantes con los cronogramas y puntos de encuentro de las cuadrillas de voluntarios para salir a la calle.

Acerca del grado de participación popular, recuerda un testigo:

“Se crean ligas que agrupan a distintas comisiones barriles y se pide al municipio que ‘regularice la recolección de basuras, se cierren los salones de espectáculos, se eliminen las ferias en la vía pública, se evite enérgicamente que los niños frecuenten aglomeraciones, se indique a las amas de casa que viertan acaroina en los tachos de residuos y hasta se sugiere el reemplazo del papel moneda, ‘por su suciedad’. La campaña se resume en esta consigna, ‘Hace falta DDT en toneladas y buena voluntad” (2).

Finalmente el Gobierno Nacional por boca del mandatario de facto Pedro E. Aramburu, anuncia el 15 de marzo que destinará tres millones de dólares para importar gammaglobulina y la creación de trescientos centros para aplicar el suero que ayudaría a prevenir la polio entre los chicos de seis meses a cinco años. Se comienza a comprar en el exterior pulmotores, camas oscilantes y respiradores. Y también desembarcan algunos especialistas estadounidenses que colaboran en la planificación sanitaria.

Pero la movilización popular no se detiene. A las cuadrillas de blanqueadores, los volanteros y los bomberos, se suman actrices reconocidas que con alcancías en las manos recorrían las calles porteñas y de otras ciudades, como lo habían hecho durante el terremoto que destruyó la ciudad de San Juan en 1944. A su vez, muchos chicos donaban sus ahorros y militaban las alcancías con que ALPI pedía la colaboración de la ciudadanía.

ALPI fue una institución señera por su experiencia, profesionalismo y organización, y fue pionera en la lucha contra la polio y en la rehabilitación de los enfermos.

Los pocos chicos que se veían por la calle, ya que las clases se suspendieron, llevaban la bolsita de alcanfor colgada al cuello, como un intento desesperado de las madres para protegerlos del enemigo invisible.

El Interior también sufre lo suyo, ya que Córdoba, Corrientes, Entre Ríos y San Juan son penetrados por el virus dejando su secuela de pequeñas víctimas. Volviendo a la Capital Federal, recordemos que el Hospital Francisco Muñiz, especializado en enfermedades infecciosas, fue desbordado rápidamente; y otros hospitales generales tuvieron que habilitar sectores especiales para enfermos de polio.

En el mes de abril, en plena epidemia en nuestro país, EE.UU. informa que el doctor Jonas Salk obtuvo una vacuna que es efectiva contra la poliomielitis. El inconveniente reside en que la producción en serie demoraría mucho tiempo. Pero debido a la magnitud del flagelo en la Argentina, la Organización Mundial de la Salud (OMS), declara a nuestro país como “Prioridad Uno”. Así es que desde septiembre comienzan a llegar las primeras remesas de vacunas Salk. Por entonces las cifras comienzan a decrecer, pero el balance es pavoroso: unos 6.550 afectados; alrededor de 650 fallecidos y unos 2.500 sobrevivientes, con secuelas que iban de leves a muy graves; siendo en general discapacidades motoras permanentes.

Un mérito extra de los investigadores, es que no se contaba con microscopios de la potencia de los actuales ni con equipos de protección más seguros, como los que conocimos en la pandemia covid – 19.

El pico de la epidemia pasó, debido a que comenzaron a aplicarse las vacunas a medida que llegaban y en gran medida, por el enorme esfuerzo solidario de la ciudadanía que extremó las medidas de prevención a su alcance.

En 1958 el investigador polaco radicado en EE.UU, Albert Sabin, anunció la creación de una vacuna a base de virus debilitados; a diferencia de Salk que utilizó virus muertos. El invento de Salk requería tres aplicaciones inyectables; la de Sabin eran gotas orales. Así se simplificó enormemente la aplicación, ya que llegó a darse a los chicos en las escuelas, depositando las gotas en un terrón de azúcar. Sabin también desarrolló una vacuna contra el dengue y otra para vencer la encefalitis en Japón. Nunca fue considerado para entregarle el Premio Nobel, con el que se suele honrar a los presuntos benefactores de la humanidad.

Sabin Oral

La polio en nuestro país pasó a ser un mal recuerdo, pero en medio de la pandemia covid- 19 en junio de 2020, el Ministerio de Salud de la Nación (que había sido reducido a simple Secretaría durante el gobierno anterior), por recomendación de la OMS decidió reemplazar la Sabin Oral por la histórica Salk inyectable, que se aplica en tres dosis a los dos, cuatro y seis meses de edad; ya que hoy se considera a ésta última, la más efectiva.

Pero en agosto de 2022 se informó que en New York y Londres se hallaron virus de poliomielitis en aguas residuales de ambas ciudades. También se denunció la detección de un adulto que contrajo la enfermedad en EE.UU; el primer caso en los últimos diez años.

La enfermedad sigue existiendo como endemia en varios países de Asia Central, con niveles bajos de difusión. La Argentina fue declarada en 1984 como país libre de poliomielitis, pero hace poco la Organización Panamericana de la Salud (OPS), nos incluyó entre otros países latinoamericanos con riesgo de que vuelva a circular el virus. El reemplazo de la Sabin Oral por la clásica inyectable, apunta a fortalecer la prevención, ya que lo peor que se puede hacer es bajar la guardia.

1) Página 12 – Buenos Aires – 07-04-20
2) Buenos Aires Vida Cotidiana en Década del 50 – Ernesto Goldar –Plus Ultra – 1980

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