Al Pie de la Letra
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Julio César Castro y Don Verídico
Más Cuentos de Don Verídico – Ediciones Neográficas SA - 1982
Julio César Castro y Don Verídico

Don Verídico Tiene sus Añitos

Nació en la ciudad de Montevideo (CX 14 radio El Espectador, para ser precisos) en el año 1962, lo que significa, de acuerdo a loe resultados logrados por varios talentosos matemáticos, que en este ’82 viene cumpliendo sus 20 añitos de vida, y no es cuento. Hombre caminador, andariego y aventurero sin vicios mayores, de la radio pasó a la revista humorística Misia Dura y luego a un prestigioso semanario de la capital uruguaya. Su natural audacia lo llevó al libro agotando varias ediciones de la editorial ARCA, y fue representado por un elenco de Club de Teatro en un espectáculo llamado Acto de Humor que dirigió el talentoso Jorge Sclavo.

Perdida la chaveta por completo, don Verídico se lanzó a cruzar el río ancho como mar. AHÍ (aquí) pasó a integrar las páginas de una importante revista literaria, y recayó en el libro al ser editado por ediciones de La Flor. Luego, a la vuelta de unos vinos, se encontró con un tal Luis Landriscina, de quien se hizo amigo y compinche efectuando trabajos contables en CX 30 La Radio de Montevideo, y posteriormente en Radio Rivadavia con Héctor Larrea (donde lleva siete años consecutivos). Otros dos libros fueron editados por ARCA en Montevideo, mientras su primera obra alcanzaba la tercera edición y de La Flor reeditaba, y Calicanto se embarcaba a editar otro libro en Buenos Aires.

 No conforme con todo eso, don Verídico fue víctima de la televisión. Encarnado por Landriscina se lo vio tres años seguidos por Canal 13 de la capital argentina. Enloquecido por el éxito, embriagado por las luces del centro y por algunas grapas esquineras, se presentó con una obra que llamó «Socorro don Verídico» en el teatro Payró 2 (actual Planeta), interpretado, en este caso por el gran actor oriental Juan Manuel Tenuta bajo la dirección de Villanueva Cosse. Sus cuentos forman parte del espectáculo «Yo argentino» de Rudy Chernicof, y son conocidos en México en el espectáculo que recorre aquél país bajo el nombre de «Puro cuento» donde se codea con textos de García Márquez, Juan Rulfo, Cortázar y otros nenes. Por España, México, Venezuela, etc., sus cuentos se pasean en la interpretación de la actriz uruguaya Dahd Sfeir, compartiendo el cartel con Chejov, Lorca, Lope, Albee, Idea Vilariño, Zitarrosa, etc.

Con más de 2000 (dos mil) cuentos en su haber y otras audacias no menos inquietantes que las apuntadas a vuelo de pájaro en esta breve reseña.

(En el boliche El Resorte se está festejando duro y parejo, con mucho mamau por unanimidá).

Más Cuentos de Don Verídico – Ediciones Neográficas SA – 1982

Julio César Castro – Luis Landrisina y Héctor Larrea

Como se Oye un Cuento de Don Verídico por Radio

Don Verídico: -Permiso…
Rina: -¿Qué deseaba don Verídico?
Don Verídico: -¿Cómo qué deseaba? Vengo pa dejarles el cuento que les tengo prometido.
Larrea: — Entonces vamos al grano.
Don Verídico: -Ni que fuera un choclo. Bueno, la cuestión fue lo que le pasó a un tal Mantecoso Finito, que la mujer tenía las manos con dos espigas de trigo.
Larrea: -Gráciles, finas.
Don Verídico: -No, amarillas por la nicotina. Vivía con el pucho en la boca, que pa besarla el marido tenía que esperar que se durmiera.
Rina: —Dejemos de señalar los defectos de la mujer, y vayamos a Mantecoso.
Don Verídico: -Mantecoso era una tremendidá pa las desgracias, y casarse no fue de sus mayores suertes. Había sido soltero desde chiquito, porque era muy apegado a la vieja.
Larrea: -El Edipo.
Don Verídico: -No, el Mantecoso Finito.
Larrea: —Como dijo que era apegado a la vieja…
Don Verídico: -Apegado a la vieja caña. Vivía recostau a los mostradores porque gustaba tomar al pie de la vaca. Pero tan perseguido por las desgracias, que hacían cola pa caerle encima.
Rina: -¿Las desgracias?
Don Verídico: -Satamente. El día que Mantecoso Finito madrugaba pa ver salir el sol, amanecía nublado. Cuando se hizo un aljibe pa rejuntar el agua que caía del techo, lo agarró la seca de los tres años. Se había hecho un aljibe de lo más bonito- Cuadrado el aljibe.
Larrea: —¿Y para qué cuadrado?
Don Verídico: -Pa que los ladrones no se lo llevaran rodando. Aljibe con tortuga en el fondo, que pasó tanto tiempo sin llover que la tortuga cantaba como las ranas pidiendo agua.
Rina: —Don Verídico, aquí entre nosotros: ¿las tortugas cantan?
Don Verídico: -Tá comprobau! Cantan bajito, como pa ellas, pero cantan.
Rina: (Bajo) —Yo nunca las escuché.
Don Verídico: -Un hombre tan perseguido por la disgracia, que un día se gastó un platal en una gallina ponedora, y le salió voladora. Ponía los huevos al vuelo y Mantecoso vivía corriendo por esos campos con una canasta con algodón en el fondo, pa ver de salvar algún huevo. Cansado de andar a los golpes (porque al mirar pa arriba tropezaba mucho), un día agarró la gallina y le cortó las alas.
Larrea: —Claro, era lo que correspondía que hiciera.
Don Verídico: -Pero parece que a la gallina no le gustó, porque después ponía los huevos contra el suelo pero con tanta fuerza que los enterraba. Pa poder comer un huevo, Mantecoso lo tenía que arrancar con una pala.
Rina: -Cuando el huevo frito viene complicado, es asunto serio.
Don Verídico: -Y como le digo huevos le digo sandías.
Larrea: -¿Qué le pasó con las sandías?
Don Verídico: -Una vuelta se dedicó a plantar sandías y enllenó el campo con plantas de sandías. Según él, no había cosa más linda que levantarse a la mañana, lavarse la cara, preparar el mate, asomarse a la puerta de la cocina, mirar pal campo, y mirar las sandías.
Larrea: —V si no se lava la cara es lo mismo.
Don Verídico: – ¡No va a comparar!
Rina: — ¿Y cómo le fue con las sandías?
Don Verídico: Plantó sandias a rolete, y se fue hasta el boliche El Resorte pa festejarlo. Tomando unos vinos con polenta pa picar, estaban la Duvija, el tape Olmedo, Rosadito y Azulejo Verdoso, Trago Largo Bobeto, Sintético Humazo, y un forastero que andaba de paso y que tocaba el clarinete asomau a la ventana. Estaban en eso, cuando llegó Mantecoso Finito contando que tenía todo plantado de sandías. Fue cuando el tape Olmedo le salió diciendo que tenía que tener cuidado porque hay mucho ladrón de sandía. Mientras se tomaba un vinito fue que le dijo, le dice dijo:

—Pa mí, lo que tiene que hacer en cuantito la sandía empieza a crecer, es ponerle un cajón con candado a cada una. Usté le pone un cajón a la sandía que va creciendo, y dispués viene y me dice.
Larrea: — ¿Y le puso un cajón a cada sandía?
Don Verídico: -Satamente. Pero después no pudo vender ninguna, porque naides le quería comprar sandías cuadradas. Eso sí; tenía la ventaja de que cargaba los carros sin que se le rodara ninguna.

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