Fuera de Serie
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Stranger Things Temporada 4
LOS ´80 ESTÁN MÁS VIVOS QUE NUNCA — DISPONIBLE EN NETFLIX
Stranger Things Temporada 4

La última vez que vimos a los niños protagonistas de Stranger Things eran eso, niños. Se les notaba que empezaban a entrar en la adolescencia pero la magia de la televisión (o servicio de streaming) nos permitía obviar los cambios físicos evidentes.

La temporada tres salió en el 2019, y no sólo los pequeños se veían diferentes sino que el planeta era diferente. La posibilidad de una pandemia era algo propio de series como éstas, las pesadillas las disfrutábamos desde la comodidad de la pantalla. La Guerra Fría era algo de un universo ambientado en los ‘80, con los rusos como malos absolutos, las amenazas sobre guerras nucleares, el miedo a un nuevo Orden Mundial resultante de una probable Tercera Guerra Mundial.

Pasaron tres años hasta el estreno de esta cuarta temporada y sí, los niños crecieron, se nota. Las voces ya son las de jóvenes adultos, todos pegaron sus respectivos “estirones” y en el mundo real son íconos de moda, actores consagrados. Hablan en los medios de futuros casamientos, algunos tienen posiciones políticas marcadas. Pasaron tres años desde el estreno de la tercera tanda de episodios y tanto ellos, el mundo y nosotros cambiamos.

Internet se había superpoblado de memes que hacían hincapié en la paradoja que suponía a veinteñeros haciendo las veces de adolescentes en la televisión. Nos olvidamos fácil que hasta no hace mucho tiempo Michael J. Fox tenía veinticinco años cuando interpretó a un chico de secundaria en Volver al Futuro. O que Tobey Maguire tenía veintisiete años cuando interpretó al adolescente Peter Parker en Spider-Man. Incluso Tom Holland con su voz de niño —pero que ya se notaba que no era ningún niño— tenía veinticinco cuando se estrenó Spider-Man: Sin Camino a Casa el año pasado, en donde se puso en la piel de un estudiante en el último año de secundaria.

La gente suele tener mala memoria, y las redes sociales son un caldo de cultivo para la crítica anencefálica. Stranger Things tenía el triple desafío de presentar una historia a la altura de la mitología ya establecida, que el lapso de tres años no quitara interés en el público y, por supuesto, sortear estas críticas absurdas sobre la edad y el look de los ya no tan nenes.

Cabe destacar que el triple desafío se cumplió por completo.

La historia de la cuarta temporada arranca con Eleven (Millie Bobby Brown) abandonando Hawkins y a la mayoría de sus amigos. Se va a vivir junto con Joyce (Winona Ryder) y sus hijos Will (Noah Schnapp) y Jonathan (Charlie Heaton). Pasaron seis meses de la Batalla de Starcourt, aquel enfrentamiento entre nuestros héroes y los monstruos. Hopper (David Habour) terminó en una prisión de máxima seguridad en Kamchatka, en donde tiene que luchar por su supervivencia mientras intenta conectarse con su gente en Estados Unidos para hacerles saber que no murió evaporado.

Mientras tanto en Hawkins Mike (Finn Wolfhard) y Dustin (Gaten Matarazzo) intentan sobrevivir al secundario. Su estadía es mucho más amena gracias a que se integraron al Club Hellfire, comandado por Eddie (Joseph Quinn) un espíritu rebelde, que vende drogas a los estudiantes y disfruta de las partidas de Calabozos & Dragones junto a los miembros del club. Lucas (Caleb McLaughlin) se separó un poco de las actividades “nerds” de sus amigos para unirse al equipo de basquet escolar, con la esperanza de ser popular y arrastrar a Mike y Dustin para hacer más llevadero su paso en el colegio. Junto a ellos está Max (Sadie Sink) quien aún procesa la muerte violenta de su hermano, tiene dolores de cabeza que no la dejan tranquila y parece querer separarse de todos.

Steve Harrington (Joe Kerry) trabaja en un videoclub junto a Robin Buckley (Maya Hawke). Los dos amigos discuten sobre las relaciones sentimentales, y sus personalidades se complementan a la perfección. Steve no puede mantener una relación estable y salta de cita en cita, mientras que Robin intenta controlar la ansiedad que le genera ser lesbiana en una sociedad que no la ve con buenos ojos.

Más allá de los problemas cotidianos de la rutina, ambos tienen latentes las ganas de una nueva aventura, de enfrentar nuevos peligros, de destruir el sopor de la vida en un pueblo pequeño.

Las cosas, por supuesto, se ponen “interesantes” cuando una porrista muere de forma violenta y grotesca en la casa de Eddie, quien observa como la chica —que había ido con él para conseguir alguna droga que calmará sus visiones de pesadilla— se eleva hasta el techo, mientras sus huesos se rompen, sus extremidades se doblan en ángulos imposibles, y sus ojos desaparecen en un santiamén. El muchacho sabe que nadie creerá su historia y emprende la huida, desconociendo que aquel evento sobrenatural ya es algo corriente en Hawkins.

La muerte de la joven parece, a ojos inexpertos, parte de un ritual satánico, y los miembros del equipo de basquet —los típicos chicos populares, violentos y acomodados de las películas yankis, cualquier parecido con la realidad podría o no ser coincidencia— apuntan directamente al Club Hellfire.

En la década del ´80, en Estados Unidos, se generó una paranoia en torno al juego de rol Calabozos & Dragones, al cual los grupos inquisidores de siempre acusaron de promover ideales satanistas, ocultistas y convertir a sus jugadores en potenciales asesinos. Este contexto histórico y real es la base de la paranoia que se genera en Stranger Things, y es por eso que los chicos deportistas no dudan en salir a cazar a los supuestos adoradores del Diablo.

Pero en Hawkins los asesinatos jamás están relacionados con personas, sino con monstruos, y el de esta temporada es tan o más aterrador que las pesadillas lovecraftianas de otras temporadas. Vecna, como lo llaman los chicos en honor a un mago oscuro del juego de Rol, es una entidad que habita en el mundo paralelo que ya conocemos, pero que no tiene la necesidad de pasar al nuestro de forma física para atacar a los adolescentes. Las víctimas entran en trance, sufren visiones espantosas, dolores de cabeza y una semana después que comiencen los “síntomas”, terminan experimentando el mismo destino fatal que vimos en la porrista. Si un asesino que ataca en sueños (o trances) y mata una semana después les suena a Pesadilla en Elm Street o La Llamada, no es de extrañar. Si hay algo que los hermanos Matt y Ross Duffer jamás hicieron fue ocultar las influencias.

Mientras tanto Eleven tiene que lidiar con la pérdida de sus poderes, el bullyng escolar y sentirse inadaptada en cualquier ámbito. Ni siquiera la llegada de su novio Mike atenúa sus padecimientos. Pero el tiempo para preocuparse por cuestiones mundanas es breve. Cuando los horrores estallan la chica deberá emprender un camino para nada agradable con el fin de recuperar sus habilidades y salvar al mundo, y en el medio descubrir la verdad sobre su pasado en el peculiar “centro de formación” que la tuvo cautiva.

Stranger Things ofrece una temporada explosiva dividida en siete capítulos, todos con una duración superior a una hora. El largo, que podría espantar a algunos espectadores, es necesario para desarrollar las cuatro líneas argumentales principales sin la necesidad de apurar nada. Tal vez la más lenta sea la que tiene como protagonista a Eleven, pero es la que más información ofrece sobre el origen del mundo que los creadores lanzaron al mundo hace seis años. Los episodios llevan a los protagonistas por múltiples escenarios estadounidenses, soviéticos y extra-dimensionales sin confundir al espectador, y atando cabos con paciencia y eficiencia.

El aspecto visual sigue siendo impecable, y el diseño del monstruo de turno Vecna es un testimonio más del poder que siguen ostentando los efectos especiales prácticos y las criaturas diseñadas por especialistas y ejecutadas por actores cubiertos de maquillaje. Es cierto que hay muchos efectos hechos en computadoras, pero es el matrimonio entre lo tradicional y lo moderno lo que ofrece un producto de alta calidad, que lo aleja de ese look de videojuego muy realista. Alguno podrá discutir que la dimensión paralela se siente muy CGI, pero es un universo aparte, no tiene que verse realista sino como un mundo desconocido.

Las influencias del cine de terror se sienten más que nunca. Esta temporada es la más sangrienta de todas, la que más imágenes viscerales trae. Los directores y guionistas no escatiman el valor del impacto, por suerte contenido dentro de una historia atrapante. A las ya mencionadas Pesadilla en Calle Elm —el querido Freddy Krueger para los amigos— y La Llamada, podemos encontrar homenajes a Carrie, Hellraiser, Halloween, Evil Dead, IT y, en una escena memorable por ESE cameo, El Silencio de

los Inocentes se hace presente en esta cuarta temporada.

Estos guiños se encuentran por todos lados, y sólo mencionamos a algunos. Los diseñadores de producción llenaron de pequeños detalles las escenografías para que los fanáticos buscadores de “tesoros” pasen horas analizando cada fotograma. Esto no solo contribuye a darle esa atmósfera de realismo necesaria para una pieza de época (si, podemos considerar a una serie ambientada en los ´80 como un producto de época) sino que también tiene una finalidad oculta: los genios de marketing que emplea la serie saben que este tipo de cosas, estos juegos de “gato y ratón” entre los artistas y su público, disparará cientos de videos y notas on-line en donde se discutirán las menciones a la cultura popular. Es publicidad gratuita de gran alcance, que en este caso cumple también un rol fundamental en la narración.

Stranger Things es una suma de un montón de influencias, de historias que ya fueron contadas, que se mezclaron para crear un producto nuevo. Este punto es una crítica, muy habitual en los detractores, que podría ser válida, pero es una visión simplista. Es cierto que el espíritu de Los Goonies remixeado con Stephen King, H.P. Lovecraft y algo de Lost puede ser una aproximación a la fórmula, pero por cada serie o película que sigue la ecuación con éxito hay cientos de otras que ni siquiera pasaron del piloto. Stranger Things es una suma de muchas influencias, pero construye sobre la base, ofrece un cast que brilla en cada plano —no recuerdo un sólo momento en donde algún actor haya pisado en falso en estos siete capítulos— con escritura inteligente, muchísimo encanto que emana todo el elenco, gran calidad visual y sonora.

Los que critican esta serie por los “homenajes” pero después reverencian, por ejemplo, a Tarantino cuando saca una nueva película en donde manifiesta su amor por distintos géneros y cineastas, tienen que analizar el severo caso de hipocresía que sufren.

Todos los artistas son el resultado de un montón de productos que los formaron. Y, cómo dijo Jorge Luis Borges:

No creo que las ideas sean importantes. Un escritor debería ser juzgado por el placer que da. Y por las emociones que provoca.

Parafraseando al maestro, Stranger Things ofrece mucho placer y muchas emociones en siete episodios solamente, más una segunda tanda que llegará a Netflix la primer semana de julio, que completan la cuarta temporada.

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