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El Caballo Muerto
“Fue el hermano caballo. Ninguno irá a su entierro”
El Caballo Muerto

El Caballo Muerto

Media noche. Sobre las piedras
De la calzada hay un caballo muerto.
Aún faltan cinco horas
Para que venga el carro de “La Única”
Y se lo lleve. Ese caballo viejo,
hedoroso de sangre coagulada,
ese pobre vencido, fue un obrero.
Un hermano del pájaro, un hermano del perro.
Fue el hermano caballo que anduvo bajo el sol,
que anduvo bajo el agua, que anduvo entre los vientos
tirando de los carros 
con los ojos cubiertos.
Fue el hermano caballo. Ninguno irá a su entierro.
Raúl González Tuñón

Adolfo Nigro – El Caballo Muerto

I
El poeta Raúl González Tuñón, hermano del cuentista Enrique González Tuñón, nació en Buenos Aire el 29 de marzo de 1905. Sus padres, Remigio González y Consuelo Tuñón, eran oriundos de España. Creció en el barrio Once, y su niñez fue contemporánea del tango, tanto, que cerca de allí nacieron Carlos de la Púa y Julio de Caro. Queda dicho que su infancia y su adolescencia son bien porteñas, que es un hijo de la ciudad.

A los 17 años comienza a hacer periodismo en “Caras y Caretas”; realiza entonces su primer viaje y publica su primer poema, ese que daría el título a su primer libro: El violín del diablo. La primera nota crítica sobre su poesía es anterior  a la aparición del libro; la firma Luis Emilio Soto en 1923.

Después de algunos vagabundos entró a trabajar en “Critica” y, gracias a este espíritu agudo que fue Botana (éste -dijo refiriéndose a R.G.T.- es un pajarito, hay que tenerlo fuera), pudo recorrer morosamente los barrios de la ciudad, el interior del país, Brasil, etc. Fue a la huelga de cañeros de 1926, a la revolución de Vargas en Brasil, al Sur en el primer vuelo regular de la línea que inauguró Mermoz, a la guerra del Chaco. Ya estaban aquí dados los temas  de su poesía: la injusticia, las revoluciones, la ciudad, la aventura, lo cotidiano.

De la revista “Inicial”, junto a Brandan Carafa y Rojas Paz, pasa a “Proa”, donde, con Ricardo Guiraldes y Luis Emilio Soto,  integró el cuerpo de redactores. Comienza allí el movimiento martinfierrista a Florida, que junto al de Boedo daría tanto que hablar para los historiadores de nuestra literatura. En 1928 recibe el Premio Municipal de Poesía y se traslada a Europa. La recorre ávidamente y se enamora de París. Desde entonces viaja más de una vez. Cuando en 1935 llega a España en viaje de bodas, se da de lleno con la insurrección de los mineros de Asturias y toma partido a su favor; la insurrección fue aplastada en sangre, y esa masacre iba a ser la puerta por la que se colaría la guerra civil del 36-39, y ésta, a su vez, la antesala de la segunda guerra mundial.

Tuñón tomó partido cada vez, primero junto a la Republica Española, a la que regresó en 1937 convocado por un comité internacional de escritores y luego junto a los aliados en la segunda guerra mundial. Recorrió los países de América del Sur, Europa nuevamente, la Unión Soviética China, etc. Su biografía viajera marca los mismos itinerarios de su poesía. Julio de Caro y la cortada de Carabelas tienen constantes a lo largo de su obra. Pasan a ser sucesivamente la tumba de Oscar Wilde y las zapateras de París; los mineros de Asturias y la revolución; los gánsters de Chicago y los nueve negros linchados en Scottsboro. Todo lo conmueve, y cada cosa del mundo tiene lugar en su poesía. Actualmente ejerce el periodismo y sigue viajando.

II
Dijimos que pertenece a la generación martinfierrista, es decir: 1922. Como todos los integrantes, responda a las corrientes literarias de su época y sobre todo el surrealismo. Trae herencia de Valery Larbaud, de Apollinaire y de todos aquellos que ama: Rimbaud, Baudelaire. Dotada como pocos para el canto, Tuñón es un surrealista de primera línea, aun comparándolo con los franceses. El surrealismo, dice Breton, es una forma de vida. Raúl la vive. Su poesía tiene ese toque de magia y funambulismo, ese gusto por la realidad recreada en el vivir peligrosamente. Quizá más que ningún poeta de su generación. Tuñón está ligado al surrealismo en la vida y en su obra. El surrealismo no es un movimiento alejado de los problemas de su tiempo; es más, está íntimamente enraizado en su siglo, es parte de la desesperación consigo mismo. Pero eso la aparente disociación en los temas de la poesía de Tuñón tiene un nexo, el nexo es el clima cambiante de este siglo  a partir de la primera guerra mundial, un clima que reclama acción en su tiempo de gánsters, vedettes cinematográficas, revolución y guerras. Un siglo que como ninguno acerca a los hombres en la distancia y los aleja en el tiempo social o vivencial.

III
El movimiento martinfierrista, al que Tuñón sigue perteneciendo, reivindicó el tango y su epígono en poesía: Evaristo Carriego. Hizo conocer en nuestro país a los valores  más importantes de la poesía y la plástica europeas y ejerció una función renovadora en nuestras letras. Buenos Aires era entonces la cosmópolis que dijo Darío, y la vida en esos años tenía un extraño sabor de aventura.

Tuñón tenía como pocos el amor a los viajes y el gusto por la lejanía. Neuquén, Chilecito, Zapala, La Rioja, Santa Fé, Misiones, se convierten en hitos poéticos. Y, como todos los poetas de su generación, descubre la ciudad, está enamorado de ella. Sus poemas son siempre porteños aun cuando el tema no sea ése. Hay una actitud, un modo de ver propio de esta ciudad. Una conexión interna une sus temas con las de los tangos de su época, y como las dos cosas son reales, ambas están unidas a la historia de la ciudad en ese mismo lapso. Hay también, y no podía ser de otra forma, similitud de temas entre sus poemas y los otros poetas de su generación: Rega Molina, Borges, Nicolás Olivari, etc. Pero Tuñón no es solo un poeta lírico, es también un poeta social, aunque lo que cambie sea el tema y no el tono de su poesía.

Afincado en el amor a las cosas humildes, a los hombres que sufren el mundo y a la vez lo hacen, Tuñón se interesa por la política y toma también en ella partido. “Si como poeta lirico, como cantor de su ciudad y su país, ocupa un lugar destacado en nuestras letras, no ocupa uno menor como poeta social. Esa línea de la poesía, que tiene ilustrísimos antecedentes- Shelley, Schiller, el gran Rimbaud y más acá Maiacousky-, tiene en Tuñón a su más alto representante en nuestro país. La injusticia social, económica, la discriminación racial y política, encuentran eco en él”.

IV
Su mejor biografía la escribe él mismo en sus poemas, porque canta lo que vive. Así, en su primer libro ya citado están los poemas de la ciudad; en el segundo, Miércoles de Ceniza, está el país; en el tercero. La calle del agujero en la media, está París; en el cuarto, Todos bailan, su vagabundo por América; en La rosa blindada, Las puertas del fuego y La muerte en Madrid, la guerra civil española, etc. De sus viajes trae varios amigos que son también su biografía: Neruda, Nicolás Guillén, García Lorca, Miguel Hernández, León Felipe. Su nombre comienza a ser conocido en el mundo, y es traducido en París en 1932 en la “Revue Argentine”, en “Monde” en 1933 y en “Commune” en 1937. En Londres, en “New Writing” en 1937; en Chicago, en 1943; en Moscú, Berlín, Shangai, Praga, Bucarest, etc.

Entre multitud de artículos publicados sobre su poesía en nuestro país, señalamos los siguientes: el citado de Luis Emilio Soto en “Critica”, en 1923, cuyo subtítulo entraña una definición de su poesía: En el puerto, en el suburbio, en el conventillo, encontró los motivos de sus poemas. Raúl Gonzales Tuñón, que apenas tiene 20 años, es un digno sucesor de  Carriego. Augusto María Delfino titula su artículo en “El Diario”, en 1926: R.G.T. Un guapo en la literatura. Emilio Villalba Walsh, en “El Diario”, en 1929: R.G.T., el amigo de los duendes. Vicente Barbieri, Juancito Caminador, que es su otro yo, su personaje andariego. El ¡no! Constructivo de R.G.T., titula José Portogalo su nota de 1948, y finalmente: El sueño y la acción. R.G.T., poeta del pueblo de Raúl Leiva en “Centro América”, Guatemala, 1952.

Como hemos visto, el hombre y el poeta son una misma cosa. Su vida son sus libros y viceversa. Se le puede seguir a través de su itinerario bibliográfico, a través de sus notas que sobre él se han escrito, a través de sus amigos, poetas o no, por los títulos de sus poemas o en la crónica de sus sueños. Hay una identidad entre el hombre y su obra, una identificación, una fidelidad raras veces expuesta en nuestra literatura. Por eso dice en su poema “El poeta murió al amanecer”:

“Fue un poeta perfecto de su vida y su obra,
escribió versos  celestes, casi mágicos,
de invención verdadera
y como hombre de su tiempo que era
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquinas y banderas”.

Esta total identificación también lo acerca al espíritu del surrealismo, que reclamaba una poesía hija de la vida y una vida de participación activa. Tuñón cumplió siempre. Su obra y su vida han sido una sola cosa. Estuvo siempre atento al llamado interior y a las voces del mundo. Su poesía es cálida, fraternal, dicha al oído, de hombre a hombre. Trata de transmitir un mensaje coherente, tiene fe en el destino humano y juega con él. “Mi corazón- dice- es tierno como un niño dormido”.

V
Su personalidad está llena de magia como su poesía. En su rostro magro brillan sus ojos como carbones. De todo se asombra, porque es siempre adolescente. Su palabra es viva, contagiada de alegría. Sus amigos de juventud le recuerdan como a un andariego “rodeando siempre de mágicas circunstancias”.

“Ustedes- nos dice Tuñón- no conocieron al Buenos Aires de entonces, era una maravillosa ciudad.”

El no solo la vivió sino que la amó entrañablemente; pero eso al leer sus poemas, esa ciudad que ya no es vuelve a ser. Ha dejado su nombre adherido a ella, y ella- a su vez- está metida en sus poemas. La ciudad, como él, tiene duende. Un curioso duende poético quela salvará siempre del olvido. Si de algún poeta se puede asegurar que perdurará en la memoria de las futuras generaciones, ese poeta  es  Raúl González Tuñón.

VI

Esta antología pretende dar una imagen viva del poeta. He seleccionado aquellos poemas que mejor lo representan en sus temas y en sus etapas. Antes de ser entregada para su impresión la he consultado con R.G.T. y se publica con su consentimiento.
Héctor Yánover

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