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Carrera Cuadrera
Que se cuadre otra para ir a olerla de cerca. Ya mismo
Carrera Cuadrera

La “cuadrera”, carrera de caballos que se disputaba entre dos animales y que constituyó el enfrentamiento preferido de la gente de campo o de los suburbios, hasta que la reemplazaron las competencias al estilo inglés, que se corren en los hipódromos. Las cuadreras se corrían en andariveles y con juez de raya y de largada, siendo libres las apuestas concertadas a viva voz entre los concurrentes. Tiene especial importancia en estas competencias la habilidad y picardía del jinete, pues de una buena largada y algunas veces de un talerazo descuidadamente aplicado al rival, depende un buen resultado.

En una reunión hípica organizada en Barracas en 1826, fueron los residentes británicos los que introdujeron la modalidad de un país, consistente en realizar este tipo de competiciones en recintos especialmente diseñados a tan fin.-

Recién en 1849 se construyó una pista especial para correr carreras: fue en la zona del bajo de Belgrano y se convirtió en el primer hipódromo que existió en el país.- La iniciativa se debió a la Foreing Amateurs Race Sporting Society, constituida también en esa fecha. El entusiasmo se extendió y pronto se instalaron hipódromos  en numerosas localidades y estancias, lo que contribuyó además del mejoramiento de la raza caballar y de los métodos de preparación de los animales, a una mejor organización de las pruebas.

En 1876, fue inaugurado el circo de Palermo por un grupo de aficionados desde entonces la calidad y la producción de equinos de raza, llegando a situarse la producción nacional en un primer plano mundial, como que se empezó a exportar productos y padrillos hacia los E.E.U.U.
Letras de Tangos Selección (1897-1981)- José Gobello – 1997

N.P.

Mirando tu performance
Del hipódromo platense,
Nunca al marcador llegaste
Siempre fuiste “No Placé”.
“Se le sentó en la largada…”
“La pecharon en el codo…”
¡Eso gritó la gilada!
Y por eso te compré.
 Me pasé una temporada
Al cuidado de tus patas,
Te compré una manta nueva
Y hasta apoliyé en el box…
Relojeándote el apronte
La “partida a palo errado…”
¡Yo no sé quién me ha engañado
si fuiste vos o el reloj!
 Te anoté en una ordinaria
Entraste medio prendida,
Dijeron: – “Es por la monta…”
O: – “Es bombero el cuidador…”
Es tu sangre que te pierde
Hija de “Desobediencia”,
No saldrás de perdedora
Pues te falta corazón.
 Ahora corrés en cuadreras…
No tenés la manta aquella,
No te preocupa la cancha
Es stud o el cuidador…
Pero si algún día de estos
Te vuelvo a ver anotada,
Yo me juego la parada
Porque soy buen perdedor.

Tango – 1950

Letra firmada por Francisco Leodiacono- quien en algunas letras de tango es nombrado Barquina, apócope de Barquinazo- y música de Juan José Riverol.

Cuadrera
Hoy carreras en Cuatro Caminos

Fiestita para los ojos… Y para el pulso también. Hay que pisar una reunión de esta laya para saber que son unas empanadas.

En el boliche de Cuatro Caminos se correrá está depositada que fue capaz de alborotar unas cuatro semanas enteras. Brava es.

Hoy se juntará más gente y se cambiarán más saludos que en día con bombas y banda de música.

Y a pleno campo para mayor belleza.

Carperío sobre lo abierto. Con ginebra, tortas fritas, mare y pasteles. Ni vino no cerveza han de escasear para que la reunión sea completa. Ni milico que ande pechando hacía atrás a los mirones, dándoles cancha libre a los que ahora están pisando la raya. ¿A qué?

Alma para ver y para dar con gente conocida. Pero los ojos estarán al salto apenas asome un parejero.

Gente que aparece con toda clase de afanes. Unos por el juego, otros por si topan con algún amigo viejo, que hace tiempo no se ve, y otros, más dentro de lo suyo, ya que recién vienen para arriba, por si se enredan con hondo mirar de mujer. Que a ellas también les baila la raza apenas se pare una cuadrera. Y pitan del fuerte, a veces.

Toditas las pilchas han salido a relucir. Es fiesta de verdad está de palpitar encontrones y pegar unos alaridos a gusto si es que el crédito de uno supo mostrarse tal como se cree que es.

Recelos y un darse hasta topar con la misma muerte. Que el hombre que juega la pisa sin notarlo siquiera. O, de no, y esto es lo que vale, metiéndose bajo la limpia gloria de estar vichando la presencia de cada flete, o de estar oyendo la música golpeteaba en furia de los vasos sobre la cancha de esta puja estirada que despedaza empeños y termina a los pocos metros. ¡Pero si serán largos para el alma de uno!

“¡Y se vinieron!” “Macanas, tenía un boliche…”

Fue un apurado que abrió la boca antes de tiempo.

“¡Ya largaron!”

Y pasa este relámpago de movimiento, de punta a punta de la cancha, sobre el que se cruzan apuestas que parecen hachazos y resuena la tierra como tambor. O como golpeando nuestra propia sangre.

“¡Huijuí!”

Ganar o perder dentro de esta caliente presencia de cosas criollas no dice nada. Lo que les canta todo es la tremenda  fuerza que sales de cada montado en la serenita machucada de tierra que pasa como bala, mientras el alma pide entera que sea el de uno el que nos haga quedar bien. Lo demás no canta en la sangre.

Y ahora que todo pasó. Y que se vieron algunos como para regalar, y que se vieron correr unas cuantas, y que el cielo se llena de la honda puesta del sol, y el alma tuvo una de abrazarse con una borrachera de impresiones que lo cansan más a uno que si se hubiese cinchado de sol a sol, la vuelta a lo de todos los días es un trago de ensueños que se sabe durará para rato. En comentarios y pensamientos.

Que se cuadre otra para ir a olerla de cerca. Ya mismo.

Brochazos de Nuestra Tierra – Juan Cornaglia – Colección Centauro – 1952
Copyright by Acme Agency SRL
Ilustración – M. Martínez Parma

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