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Chasquis
La palabra chasqui querría decir dar, tomar, hacer trueque
Chasquis

A pesar del formidable choque entre civilizaciones tan disímiles que representó la conquista de América a partir de 1492, es indudable que algunas pautas culturales y distintos rasgos de identidad de los pueblos originarios de América del Sur, sobrevivieron y se mixturaron con las costumbres y el idioma de los recién llegados.

Parte de esa transculturación, se aprecia en el lenguaje cotidiano de los argentinos, mechado de vocablos quichuas, en particular en la región  noroeste de nuestro país, donde la lengua nativa es de uso corriente y buena parte de nuestro folclore nórdico se expresa en ese idioma.

Una de las palabras que cruzó los siglos fue chasqui. Tal oficio fue parte fundamental en la vida de nuestro pueblo  y en buena parte de la existencia del estado argentino.

Es conocido el hecho de que el Imperio Inca  tenía una muy eficiente red de comunicaciones basada en una cadena de hombres seleccionados por su velocidad. Recordemos que el caballo se difunde en América con la llegada de los españoles.

El Imperio Inca abarcaba una superficie que aproximadamente cubría desde el actual Ecuador hasta el noroeste argentino y hacia el este, bordeaba la selva brasileña, incluyendo a Perú y Bolivia. La organización del estado, la defensa y las comunicaciones de rutina, descansaban en ese sistema cuya expresión visible era el corredor que portaba el mensaje.

Según el Inca Garcilaso de La Vega en su conocida obra Comentarios Reales, los chasquis tenían “cada cuarto de legua, cuatro o seis indios mozos y ligeros, los cuales estaban en dos chozas para repararse de las inclemencias del cielo. (…)Estaban a cuarto de legua, porque decían que aquello era lo que un indio podía correr con ligereza y aliento sin cansarse. ”

La palabra chasqui querría decir dar, tomar, hacer trueque y en realidad eso es lo que hacían en su tarea al dar o tomar los mensajes que portaban ellos o sus colegas.

Había otra categoría de mensajero fuera del sistema de chasquis, que se ocupaba de transportar mensajes de jerarquía o importancia especial, por ejemplo entre príncipes o señores.

Los mensajes habituales eran verbales, ya que los incas desconocían la escritura. La frase era breve y clara, el mensajero que llegaba la repetía varias veces al receptor, hasta asegurarse de que había sido comprendida.

Monumento al Chasqui – San Miguel de Tucumán

También había mensajes de importancia mayor, que no se transmitían de palabra, sino utilizando el sistema contable llamado quipu. Consistía en hilos de diferentes colores con nudos intercalados a diferentes alturas y cambiando el orden. De allí  se desprende un sistema de comunicación en clave  el que sólo podían descifrar los iniciados en el código. Mediante el quipu el Inca se comunicaba con los gobernadores o jefes militares y transmitía órdenes que debían permanecer secretas para el resto de los súbditos.

Tampoco se descartaban en situaciones excepcionales, hacer humaredas o fogatas nocturnas que en un tiempo aún más breve que los chasquis, hacía llegar la alarma al corazón del imperio, a cientos de leguas de donde se había originado la señal.

Con el afianzamiento de la estructura colonial, también se implementó el correo. Desde 1513 dependían del Correo de Indias cuya sede central estaba en Lima, Capital del Virreinato.

Recién en 1748, Don Domingo Basavilbaso es autorizado por la corona a establecer una red de correos mediante un sistema   de postas en Buenos Aires con Mendoza y Santiago de Chile; hacia el norte el servicio une el Río de La Plata con Córdoba, Santiago del Estero y Lima pasando por todo el alto Perú y provincias intermedias.

A partir de 1810 el correo fue un auxiliar importante en los ejércitos libertadores pues aportó a las fuerzas militares, cartografía, transporte, la red de postas (así se denominaba a lo que hoy sería una sucursal) y fundamentalmente, los chasquis.

Las postas, que también tenían algo de pulpería, pues en muchas de ellas se podía descansar,  cambiar caballos y otros menesteres, ya que en muchos casos, el servicio de correo funcionaba en la posada o pulpería, se convirtieron en una pieza clave de la logística militar criolla. Además, por ser en muchas regiones la posta el único punto de encuentro en muchas leguas a la redonda, era el lugar obligado por donde transitaba la información, el rumor o el dato preciso, sobre todo en territorios ocupados por el enemigo; así el chasqui, como empleado formal del correo o en muchos casos voluntariamente, volaba en su caballo hacia el comando patriota llevando la novedad del paso de una fuerza española no prevista o el detalle de un regimiento enemigo acantonado en cualquier pueblito.

Ese doble papel que el general San Martín denominó “guerra de zapa” y que consistía en transportar información verdadera y divulgar datos falsos para que llegaran al enemigo, tuvo en los chasquis criollos un sostén fundamental. También es digna de mención,  la participación de indios amigos que a órdenes del General San Martín, atravesaban la cordillera en una  y otra dirección transportando mensajes a los aliados y difundiendo información falsa que confundía a los españoles, en el contexto de  la “guerra de zapa” a la que aludía el Libertador.

Los acontecimientos políticos y bélicos que desde 1806 en adelante conmovieron al territorio que luego sería la República Argentina, revitalizaron el rol de chasqui ya que la urgencia y la discreción en un mensaje se volvió rutinario, y el hombre que cumplía esa misión, además de baqueano experimentado, debía ser un patriota convencido, ya que los riesgos incluía hasta la pérdida de la vida. No sólo a manos de los realistas durante la gesta de la Independencia, sino también durante el largo periodo de las guerras civiles.

Algunas proezas de ese oficio increíble, fueron registradas por la Historia; tal el caso del capitán Manuel Escalada, hermano de Remedios, la esposa de San Martín. El joven oficial de Granaderos galopó trescientas leguas en doce días para que Buenos Aires conociera el parte de la  primera victoria del Ejército de Los Andes, la batalla de Chacabuco, en febrero de 1817.

A otros chasquis les tocó misiones más funestas, como a Regalado Campos. Cuando el general Angel Peñaloza conocido como El Chacho se rindió a las fuerzas nacionales en la ciudad de Olta, en La Rioja en noviembre de 1863, el mencionado Campos fue despachado con el parte ante el jefe militar Pablo Irrazábal. Irrazábal galopó hasta el rancho en que se encontraba El Chacho y lo lanceó cuando este se encontraba tomando mate con sus vencedores, fusilando luego al herido.

Son innumerables las historias que involucran a chasquis en episodios bélicos, románticos y de oscuros sacrificio en la crónica de nuestra Patria. Pero con seguridad, el hecho de contar con el caballo como compañero imprescindible para cumplir su tarea, no fue ajeno a la eficiencia en el cumplimento del deber, ya que durante un par de siglos, gaucho y caballo fueron una dupla inseparable; nunca mejor aplicada aquella metáfora que define a aquel como el centauro de la pampa.

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