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La Yerra
Además la marca sirve para controlar el ganado en tránsito con la guía pertinente
La Yerra

“Cuando llegaban las yerras
¡Cosa que daba calor!
Tanto gaucho pialador
Y tironiador sin yel –
Ah tiempo – pero si en él
Se ha visto tanto primor”.

Con ésta imagen idílica describe José Hernández una yerra en “El Gaucho Martín Fierro” (Canto I, verso 217). Luego sigue narrando el clima festivo con abundante comida y bebida, para los trabajadores y visitantes.

“Venía la carne con cuero
La sabrosa carbonada,
Mazamorra bien pisada
Los pasteles y el güen vino….”
(Canto I, verso 247).

Si hacemos una transpolación de esa escena desde la década de 1870 al siglo XXI, en cualquier establecimiento ganadero que realice una yerra pública, podemos encontrarnos con un cuadro bastante similar.

No es casual que pese a que transcurrieron tantos años, lo esencial de ese trabajo se mantiene con pocos cambios; salvo las innovaciones técnicas que ante todo por razones sanitarias, fueron incorporadas a la faena.

Yerra, hierra, marca o como se la prefiera llamar, remite a lo mismo: estampar un logotipo con un hierro al rojo vivo en el cuero del animal; registro del amo que la bestia llevará de por vida. A su vez, el dibujo se guarda en un Registro de Marcas y Señales en la jurisdicción que corresponda.

Además la marca sirve para controlar el ganado en tránsito con la guía pertinente.

La yerra suele hacerse en otoño o invierno, para evitar que se infecten las heridas en época de calor y también por la menor proliferación de moscas. A su vez, se aprovecha la situación y el clima frío o templado, para capar los vacunos que no serán destinados a la reproducción; y también los veterinarios se suman a la jornada para vacunar y verificar el estado general de los animales.

Como adelantamos, algunos establecimientos suelen realizar la tarea en forma privada, como una rutina laboral. Otros en cambio, la practican de manera abierta, pública. Es en éstos casos que la cosa toma carácter festivo. Días antes se anuncia en la zona cuándo y dónde habrá yerra. Es de rigor que el propietario agasaje a las visitas y por supuesto a su personal, con empanadas, pastelitos, tortas fritas, bebidas y en los casos en que el presupuesto se lo permite, con buenos asados con cuero. La jornada de trabajo y fiesta, suele coronarse con un baile y en algunos partidos, hasta se acercan autoridades municipales a decir lo suyo y no falta el sacerdote que bendiga el evento. Bien temprano comienza la faena y la exhibición de destreza del criollo. Por lo general, los jinetes y capataces lucen sus mejores pilchas y adornos gauchos; también sus montas exhiben lo mejor que tienen. “Aquello no era trabajo / más bien era una junción…” describe Fierro con realismo y nostalgia.

Al animal se lo enlaza y luego lo inmovilizan maneándole las patas; así queda indefenso y el marcador hiende el fierro candente con la marca de la estancia, por lo general en la paleta izquierda; aunque algunos prefieren aplicarlo en otras zonas para no dañar el cuero. Otros a su vez, castran los novillos seleccionados soltándolos en el campo después de la pavorosa cirugía.

La yerra tiene orígenes remotos; algunos investigadores la sitúan en el Cercano Oriente aproximadamente en el siglo XX antes de Cristo. Luego pasó a Europa y de allí, conquista y colonización mediante, a nuestras tierras. Pero como tantas tareas y costumbres, está profundamente arraigada en nuestro imaginario, aún para quienes sólo se enteraron de su existencia por las revistas escolares y más acá en el tiempo, por internet. No podemos representarnos una yerra si no es con un grupo de gauchos llevándola adelante.

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