Lo verde se lo relaciona a la vida, es sinónimo de frescura, de lozanía. Quizá por eso en tiempos en que no había estimulantes farmacológicos, llamaban la atención esos caballeros maduros y enamoradizos, que para muchos, tenían “… veinte años en algún rincón del corazón”; y para otros eran simplemente “viejos verdes.”
Se trataba de hombres casi siempre ancianos, en general, cuidadosos de su aspecto y de buen poder adquisitivo, o por lo menos con la habilidad necesaria para sostener un tren de vida rumboso.
El calificativo mantuvo a través del tiempo plena vigencia. Por eso ya entrado el siglo XXI, si alguien habla de un “viejo verde”, el interlocutor sabe perfectamente a qué se refiere.
Si el hombre en cuestión acosa mujeres de su edad o de cualquier edad, la condena social lo define como un mujeriego. Pero si el galán las prefiere jóvenes, indefectiblemente será incluido en la categoría de “viejo verde” o en la menos cruel de “picaflor”.
El “viejo verde” se resiste a aceptar el paso del tiempo; esa persistencia en el galanteo lo vuelve vulnerable, ya que lo hace víctima fácil de otra especie temible: la “Viuda Negra”. Esa mujer que seduce preferentemente “viejos verdes”, los enreda para que éstos la inviten a la casa y allí, valiéndose de somníferos introducidos en alguna bebida, duerme a sus víctimas y se alza con joyas, dinero o lo que encuentre de valor.
En situaciones como esas, se desnuda la fragilidad del “viejo verde.” No son muchos los que se atreven a realizar la denuncia policial cuando descubren el engaño y el despojo, por temor al ridículo. Es que para el “viejo verde”, su condición lleva aparejada también la de “viejito piola”; muy mal parado quedaría ante la opinión pública, si trasciende que fue sorprendido y robado por una supuesta conquista. Si el “viejo verde” que ya carga con el estigma de “paganini” o “mishé”, debe sobrellevar también el bochorno de “gil”, su imagen y su autoestima resultarían seriamente lesionadas.
El tango, que como lo definiera Astor Piazzola es entre otras cosas, también “…señor de las diabluras,” se encargó de inmortalizar al “viejo verde” mediante algunas letras que hicieron historia en la música ciudadana, como Acquaforte, de Marambio Catán y Horacio Pettorossi:
Un viejo verde que gasta su dinero
Emborrachando a Lulú con su champagne
Hoy le negó el aumento a un pobre obrero
Que le pidió un pedazo más de pan.
La trágica descripción que antecede, no invalida el humor que emana de otras composiciones afines, tal el caso de La Canchera, milonga de Edmundo Rivero:
“…La mesa llena de flores
daba un sello de esplendor
a la fiesta que en su honor
un viejito le ofrecía;
que a más de su compañía
era un cheque al portador.”
Aunque planteado el tema en clave de comedia, el “viejo verde” no escapa al estigma que lo acompaña como a una sombra: es un “paganini”, no puede acceder a un amor desinteresado.
Pero hay otra variante del “viejo verde” prácticamente extinguida; la de aquellos que hicieron un culto de la galantería y el piropo, sin esperar obtener un botín amoroso. Prueba de esa especie legendaria, fue el caballero cordobés conocido como “Jardín Florido”, que a pesar de su avanzada edad, durante años recorrió el centro de la ciudad mediterránea regalando piropos ingeniosos y delicados, exhibiendo además su elegancia y cuidada cortesía. Tan meritoria figura, no pasó desapercibida en la historia chica de La Docta, ya que su memoria fue inmortalizada por un vals a mediados del siglo XX.
Pese a las diferencias de estilo, hay un elemento que une a personajes tan disímiles como Jardín Florido o el Viejo Verde del tango de Marambio Catán; la pasión inextinguible por las mujeres.
Acquaforte
Es media noche, el cabaret despierta,
muchas mujeres, flores y champagne.
Va a comenzar la eterna y triste fiesta
de los que viven al ritmo de un gotán.
Cuarenta años de vida me encadenan,
blanca la testa, viejo el corazón,
hoy puedo ya mirar con mucha pena
lo que en otros tiempos miré con ilusión…
Las pobres milongas,
dopadas de besos,
me miran extrañas,
con curiosidad.
Ya no me conocen,
estoy solo y viejo,
no hay luz en mis ojos,
la vida se va…
Un viejo verde que gasta su dinero
emborrachando a Lulú con su champagne,
hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pidió un pedazo más de pan.
Aquella pobre mujer que vende flores
y que fue en mi tiempo la reina de Montmartre
me ofrece con sonrisa unas violetas
para que alegren, tal vez, mi soledad.
Y pienso en la vida…
las madres que sufren,
los hijos que vagan
sin techo, sin pan…
vendiendo «La Prensa»,
ganando dos guitas…
¡Qué triste es todo esto!.
¡Quisiera llorar!
Tango – 1931
Letra: Juan Carlos Marambio Catán
Música: Horacio Pettorossi
Viejo Verde
De purrete fuiste un niño muy mimado,
hijo único y de una familia bien.
Creciste sano, sin problemas y las minas
se regalaban para subirse a tu tren.
Pero jamás les diste bola suficiente
para tenerlas en tu agenda de varón
y ahora sos viejo, viejo con plata,
y en ese tren vos sos el último vagón.
Viejo verde,
la niñez es tu pasión.
Tus romances,
van a llevarte al cajón.
Te gustan las jovencitas,
los pibes, las ovejitas,
sos un viejo bufarrón.
Si elegiste lo prohibido
ya está todo decidido,
la iglesia te condenó.
Y si te queda alguna duda
si te queda alguna duda…
Jo, joro, joro y jo jo.
En los bosques, en los bosques de Palermo te encontraron
con aquella muchachita liberal,
rubiecita y con apenas 15 años
que te hicieron el bolsillo manosear.
Cuando el yuta te pidió los documentos
tu pasado dijo, ¡basta!, se acabó…
Vos sos un viejo, no te arrepientas,
porque hay montones que son más viejos que vos.
Viejo verde,
la niñez es tu pasión.
Tus romances,
van a llevarte al cajón.
Te gustan las jovencitas,
los pibes, las ovejitas,
sos un viejo bufarrón.
Si elegiste lo prohibido
ya está todo decidido,
la iglesia te condenó.
Y si te queda alguna duda
si te queda alguna duda…
¡Que te aplauda Juan Perón!
Tango
Letra y Música: Pipo Cipolatti