En marzo de 1962 un golpe militar derroca al presidente Arturo Frondizi, quien había accedido a la primera magistratura en 1958 representando a la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) contando con buena parte de los votos peronistas, cuyo partido estaba proscripto. A Frondizi lo sucede interinamente el senador José María Guido, el que debe sufrir dos enfrentamientos armados entre fracciones militares (azules y colorados) que se disputaban el control de las Fuerzas Armadas y diferían acerca de cómo encarar “el problema peronista.”
Pese a ganar el sector “azul”, presuntamente legalista y encabezado por el general Juan Carlos Onganía, en julio de 1963 Guido convoca a elecciones presidenciales con el justicialismo impedido de participar. Obtiene el triunfo la fórmula Arturo Illia-Carlos Perette, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) con un magro 22% de los sufragios, seguido por el voto en blanco (19,72%) de claro origen peronista.
Illia llega al gobierno con la consigna de anular los contratos petroleros firmados por Frondizi con algunas empresas multinacionales en condiciones desventajosas y la promesa de una paulatina normalización política que integrara al peronismo.
Illia no contaba en el Congreso Nacional con mayoría propia, situación que auguraba complicaciones legislativas para el mandatario electo. A su vez, un peronismo perseguido y expectante, aguardaba definiciones en los distintos frentes que controlaba; particularmente el sindical.
Finalmente llegó el 12 de octubre de 1963: día de la asunción del cargo. Luego del discurso protocolar ante la Asamblea Legislativa, en el recorrido obligado a lo largo de la Avenida de Mayo escoltado por los Granaderos a Caballo, Illia tuvo la oportunidad de escuchar un verdadero duelo de consignas y de gritos encontrados.
“Obreros al poder, militares al cuartel” ;
entonaban algunos con simpatías clasistas.
A su vez los seguidores del presidente lo alentaban con gritos y carteles.
“Ni Guido ni Frondizi, ni junta militar;
aquí lo que hace falta es gobierno popular.”
Cantaban desde otro sector, con ingeniosa rima.
No faltaron los gritos reclamando por la aparición del militante peronista Felipe Vallese, desaparecido un año antes.
Acompañado por ese contradictorio rosario de vítores y reclamos, Arturo Illia ingresó a la Casa Rosada, de donde sería desalojado en la madrugada del 28 de junio de 1966, por los mismos militares que, al derrotar a la facción “colorada” y permitir elecciones, habían facilitado su acceso al gobierno. Lo reemplazaría en el cargo el general Juan Carlos Onganía; su ex Comandante en Jefe del Ejército.