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Norm Macdonald
EL PERRO DE HITLER, FRASES Y TRUCOS – DISPONIBLE EN NETFLIX
Norm Macdonald

Les voy a decir algo: nada de lo que dije debe tomarse en serio. (…) Creo que gran parte de mi acto es solo, ya saben, frases y trucos. ¿Entienden? Como un mago barato. Les diré lo único que sé con certeza, y es algo que todos sabemos, todos lo saben, pero es difícil cumplirlo. La única verdad aquí es que todos debemos amarnos unos a otros. Y es difícil, ¿saben? Es complicado.

Escribir sobre comedia es, también, complicado. Dar una reseña sobre un especial de stand-up implica ubicarse como redactor en la posición más subjetiva posible, ya que aquello que nos hace reír, que resuena en nuestro oído humorístico y lo estimula, es único en cada persona. Esta clase de subjetividad extrema es la pesadilla del periodista.

Escribir sobre comedia tras la muerte de uno de sus gigantes es, también, complicado. El pasado 14 de septiembre falleció Norm Macdonald, una de las leyendas de las risas, dueño de un humor seco, ácido, sarcástico, pero también inesperado. Norm supo tener un rostro amable, de ojos entrecerrados a perpetuidad, con una sonrisa bondadosa y un tono de voz calmo, agradable, de cadencia lenta, como un narrador de fábulas sentado a la vera de un fuego, estableciendo su narración en base al ritmo musical del crepitar de la madera.

Pero sus historias, sus chistes con formato de cuentos, escondían giros oscuros, recorrían la fina línea entre lo políticamente correcto e incorrecto. Y a menudo, elegía el lado “incorrecto” para sacar la carcajada inesperada, la que apela al humor más visceral. Lo hacía para provocar también, pero no era un provocador. Norm siempre entendió que el rol de la comedia es hacer reír, pero si la risa nace de una reflexión es aún más potente porque, cuando el eco de la risotada se desvanece queda flotando el concepto, se manifiesta la idea.

Alguien se suicida y dicen: “no tiene sentido”. ¿Eso crees? ¿Vivís en una casa hecha de dulces o algo así? ¿No sabes de la vida, de como siempre te decepciona, como empeora siempre hasta que termina en una catástrofe? Hay dos razones por las cuales la gente se cuelga. Una es, como ya dije, para escapar de esa inútil ilusión de vida que llevamos. Y la otra razón por la cual la gente se cuelga es para masturbarse. Eso si no lo entiendo. (…) Este es mi problema con eso: la recompensa no vale el riesgo.

El espectador, después de un pasaje de humor “negro” como el arriba transcripto, puede elegir reflexionar sobre lo que dijo Norm Macdonald sobre la naturaleza de la vida, sobre algo tan personal y privado como el suicidio, o sobre el nihilismo inherente a la existencia misma. O puede quedarse con el chiste de la masturbación, porque la broma funciona a varios niveles. Después podemos discutir si causa gracia o no, aunque será una discusión imposible de concluir, ya que el humor es una de las artes más subjetivas de todas.

Al final del show si el comediante no consiguió hacer reír a alguien por esa maldita subjetividad, puede salvar las papas del horno con el subtexto, con el famoso mensaje o la moraleja, o el simple llamado a la reflexión. Norm Macdonald en los pocos especiales de stand up que ha hecho consigue siempre deslizar ideas complejas dentro de un entramado de chistes, cuya narrativa está diseñada a la perfección para que cada broma conecte con la anterior. El hilo conductor puede parecer invisible, pero existe, y si no causó la gracia “suficiente”, la forma de narrar de Macdonald es atrapante, hipnótica y serena. Dice cosas interesantes que escapan al mero chiste. No abusa de los improperios —el comediante era dueño de un vocabulario maravilloso y aparte un lector ávido, sobre todo de la literatura rusa.

Unos pocos allegados sabían que el hombre ya estaba batallando contra el cáncer se lo llevaría dos días atrás. Norm Macdonald decidió enfocarse en el humor, en sus podcast, en las apariciones en los late-shows televisivos, en donde los conductores de estos talk-shows se rendían ante la aparente divagación de un humorista capaz de contar un chiste de cinco minutos sin que nadie se diera cuenta del chiste hasta el remate final, preciso como corte de cirujano, e inesperado como cachetada en la oscuridad. Si no me creen, busquen en YouTube el chiste de la polilla que hizo en el show de Conan O´Brien (Norm Macdonald´s moth joke) y vean como hilvana durante un cuento existencialista, profundamente reflexivo, que comienza con una broma autorreferencial para desviarse durante la duración del segmento en un territorio oscuro. Se refugia entre las cuerdas, como boxeador experimentado que espera el momento adecuado para asestar el golpe definitivo. El remate.

El perro de Hitler, frases y trucos fue el último especial de stand-up que grabó para Netflix en el 2017.

Es el único show disponible en la plataforma de streaming y lo hizo ya enfermo, aunque nadie supiera eso. Con el “diario del lunes” en la mano, muchos pasajes sobre la vejez, la muerte pero, sobre todo, la vida, cobran otro significado. El fallecimiento de Norm Macdonald le agregó una capa más de subtexto a un especial de comedia que ya está repleto de mensajes entre líneas, de múltiples lecturas. Allí habla también sobre los veganos, sobre las drogas, sobre la escuela y los maestros, y por supuesto, sobre el perro de Hitler.

El especial capta a la perfección el sentido del humor del hombre, que no necesita hacer morisquetas ni transitar el escenario de aquí para allá para captar la atención de forma kinésica. Norm está de pie, frente a un micrófono, y apenas se mueve. Gesticula poco pero con acierto. Es una coreografía calma, como su voz, porque Macdonald siempre le dio más importancia a la historia, a crear un paisaje visual en el ojo mental del público. Sus chistes comienzan en su narrativa pero terminan de conformarse en la cabeza del que lo escucha. Si la broma no causa gracia, poco importa, porque el cuento es interesante, porque consiguió crear una escena de la nada, porque siempre está diciendo algo, aún en esos pasajes de silencio tan característicos, un poco más largos de lo normal, con la sonrisa cómplice, con la mirada indescifrable como estandartes.

Dicen que cuando muere un humorista muere la risa. Dicen que cuando muere un comediante el mundo es un lugar un poco más triste. También dicen que es difícil escribir sobre comedia, y lo es. Quisiera que a todo el mundo le guste el humor de Norm Macdonald, que puedan admirar a un artista que jamás transó con el poder, porque comprendió que hacer reír era más importante. Macdonald perfeccionó durante años en Saturday Night Live el segmento humorístico de noticiero, y cuando el juicio de O.J. Simpson —uno de los casos más mediáticos de Estados Unidos— tuvo lugar, el humorista se encargó de darle su tono sarcástico al “reporte” que hacía semanalmente, llamando “homicida” a Simpson a pesar que el presidente de NBC, Don Ohlmeyer, era amigo del acusado y lo defendía públicamente. Norm Macdonald perdió su empleo en Saturday Night Live, pero no sacrificó su humor en pos de un trabajo.

El perro de Hitler… es un excelente ejemplo de la obra que creó el humorista en solitario. Muchos tal vez lo recuerden como ese actor secundario en las películas de Adam Sandler o Eddie Murphy, pero aquí brilla, aquí reluce el verdadero artista del humor inteligente.

No soy un doctor, pero estoy bastante seguro que cuando morís, el cáncer muere al mismo tiempo. Eso no es una derrota. Eso es un empate.
Norm Macdonald.

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