Hacia 1850 ya residían diez daguerrotipistas extranjeros en nuestras costas, esas mismas costas que comenzaban, tras fulero y breve prólogo de barro junto al río, a la altura de lo que hoy es la línea Leandro N. Alem- Paseo Colón.
La imagen inferior corresponde al Cabildo en versión semicompleta, con parte de su recova original, en 1852.
Fotos y Daguerrotipos de Buenos Aires
Las fotos y daguerrotipos permiten no solo asombrarse ante un pasado cuya fisonomía hoy apenas se puede rastrear, sino también asomarse al inicio de las grandes transformaciones que convirtieron al pueblito fangoso de la colonia en gran aldea, y a la gran aldea en megaciudad.
Seguramente nunca existió un paisaje tan manso y tranquilo como el que pintaban las viejas estampitas, versión educación pública de los años sesenta: la mazamorrera, el velero, el aguatero y además personajes de la colonia, todos reunidos bajo el titulo escrito en tinta borroneada de lapicera: “La Buenos Aires de Ayer”. Hacia 1850 Buenos Aires no era la aldea miserable, fangosa y maloliente de la que hablaban ciertas crónicas de viajeros. Mucho menos la oronda ciudad del primer Centenario. Pero ya hacía décadas que las luces de la ilustración la habían tentado: lo nuevo, lo vital y progresista necesariamente venia de Europa y las cosas llegaban más rápido de lo que los tiempos del transporte marítimo de entonces pudiera sugerir.
Pasó con infinidad de cosas y pasó también con el invento del daguerrotipo. Llegó al Rio de la Plata apenas cuatro años después de que fuera presentado, con la solemnidad correspondiente, por sus inventores: Niépce y Daguerre. Pero no fueron franceses los primeros que se instalaron en Buenos Aires, sino italianos y estadounidenses que sabían también – esencias de la época- de física, química y lo que hoy llamamos artes plásticas.
Según cuenta Luis Príamo, el primer estudio de retratos lo abrió en 1843 el estadounidense John Elliot. Los que lo siguieron fueron fieles a las primeras exploraciones que se hacían por entonces: vistas urbanas más o menos desnudas, sin “desvíos” hacia lo social o antropológico. Pero la mayoría de los trabajos encargados a los pioneros que comenzaron a instalarse eran retratos, incluyendo, tal como se estilaba en Europa y Estados Unidos, los de enfermos y finados. Hacía 1848, uno de esos fotógrafos primeros, Thomas Columbus Helsby, ofrecía esos consoladores retratos de muertitos con esta estrategia de marketing: “Imagen exacta de la persona querida, que después se puede copiar a la conveniencia en pincel, guardando así perfectamente las facciones y dándole al aspecto de la vida”.
De aquellas vistas de la Buenos Aires de mediados del siglo XIX se conservan nueve que están bien guardadas en el Museo Histórico Nacional.
Buena parte de las imágenes- tomadas en 1852- fueron obtenidas por otro fotógrafo estadounidense, hombre legendario, que supo andar por cantidad de países latinoamericanos: Charles DeForest Fredricks, Mr. Fredricks, a fuerza de retratar grandes actores, grandes políticos, grandes héroes militares, terminó armando una red de contactos que ida desde el Rio de la Plata a Brasil y de La Habana a Nueva York y París.
Hacia 1850 ya residían diez daguerrotipistas extranjeros en nuestras costas, esas mismas costas que comenzaban, tras fulero y breve prólogo de barro junto al rio, a la altura de lo que hoy es la línea Leandro N. Alem- Paseo Colon. Necesariamente aquellos pioneros negociaban con una clientela reducida y selecta: el costo de un retrato – entre cien y doscientos pesos de entonces- equivalía a cinco o diez veces lo que pudiera ganar por mes algún empleaducho.
Charles DeForest Fredricks dejó el país, pero fue el que formó a otro ilustre de la historia de la fotografía argentina: Antonio Pozzo, el mismo que documentó el nacimiento de la primera locomotora, La Porteña, y fotografió al cacique Pincén posando con lanza, aunque prisionero.
Una aclaración triste sobre el uso de la expresión “Rio de la Plata” en esta nota. A diferencia de los controversias sobre la ciudad natal de Gardel, con la historia de la fotografía no hay consuelo ganaron los uruguayos. Dicen los especialistas que el primer daguerrotipo se tomó en 1840 en Montevideo. Acababa de atracar una fragata francesa, L’ Orientale. Posaron sonrientes alumnos y profesores. Pero aunque mas no fuera por cholulear, hubo argentinos presentes, todos emigrados forzosos y de prosapias tan ilustres con la de doña Mariquita Sánchez de Thompson.
Crítica de la Argentina – 14-11-08 -Por Eduardo Blaustein
Mateo interracial. Imagen obtenida por uno de los pioneros de la fotografía argentina: Esteban Gonnet, conocida como “Tomando mate” (1866). Es una de las primera y muy escasas fotografías de costumbres que se conocen, en una época en la que solo se estilaba tomar grandes vistas de la ciudad o hacer retratos de los personajes de la alta sociedad capaces de pagarse ese privilegio (costaban entre cien y doscientos pesos de entonces). No se sabe el lugar en el que fue tomada la fotografía.
The Historical Plaza. Para entonces, 1867, Plaza de la Victoria. La imagen fue tomada desde los techos del antiguo Teatro Colon. La Pirámide de Mayo aparece en su emplazamiento original y todos esos árboles que hoy no existen fueron plantados en 1857, en el marco de un diseño urbanístico de Prilidiano Pueyrredón. A la izquierda, los arcos de lo que se conocía como Recova Nueva, otro fragmento desaparecido de la vieja ciudad.
Viejo Rio de la Plata, viejo Cabildo. La antigua línea de costa borrosa a la altura de lo que hoy conocemos como Leandro N. Alem y Paseo Colon. La toma fue hecha desde el fuerte desaparecido.