Está claro que la mayoría de las costumbres que diariamente ponemos en práctica los argentinos en nuestra vida cotidiana están influenciadas por el bagaje cultural que trajeron los inmigrantes provenientes de diferentes partes del mundo. Muchas mantuvieron su formato original y otras se fusionaron con las que ya existían en estas comarcas.
En el terreno musical los estilos folklóricos son producto de la fusión de las culturas que en tiempos del comienzo de la patria convivieron: la de los conquistadores, los pueblos originarios y los negros.
Esto también se ve reflejado en los hábitos gastronómicos, que si bien algunos mantienen su característica original prehispánica, por ejemplo el locro, otros provienen de costumbres españolas como el puchero o el tomaticán.
Con el tiempo, todas las colectividades distribuidas a lo largo y ancho del territorio recrearon sus preferencias gastronómicas, y de acuerdo a la cantidad de personas que la integraban su influencia resultó ser mayor, es por eso que al puchero, se le suma la tortilla como preferencia popular como así también la pizza y la pasta representando la vertiente italiana. Sin embargo, sucede que a pesar de no ser numerosa la colectividad austríaca, siempre fue de gran consumo las salchichas vienesas y en menor medida el leberwurst alemán, aunque ambas nunca se tomaron como una comida principal.
Todas las colectividades tienen presencia e influencia gastronómica, y cuando mencionamos la palabra colectividad significa que esa influencia conlleva también una convivencia, y con el correr del tiempo pasa a formar parte de toda la vida social, por lo que las nuevas costumbres que en estos tiempos nos llega con intención de transformarlas en consumo popular, nos resultan sobre todo a generaciones adultas, de una forma forzada, ajenas casi ilógicas.
Uno de los ejemplos es Hallowen y el otro las Donas. ¿Es que acaso quieren reemplazar nuestra sana costumbre de comer unas rosquillas acompañando el mate o en el peor de los casos unas bolas de fraile por unas donas? ¿Es posible que el prestigio histórico contestatario de los cañoncitos de dulce de leche sea remplazados por unas burguesas donas?
Son preguntas que inquietan a los defensores del patrimonio cultural, pero se sabe que los tiempos cambian y que la dona e móvile, por lo que no nos tiene que extrañar que se produzcan estos cambios, porque en los tiempos actuales también la influencia cultural puede transformar la convivencia en algo virtual, y eso no ocurre solamente en nuestro país, hoy buscar en Italia un café típico, cuya fama es tan exclusiva como la fondue Suiza ya no es tan fácil como encontrar un Starbucks.