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El Estafador de Tinder
EL LADO OSCURO DE LAS REDES — DISPONIBLE EN NETFLIX
El Estafador de Tinder

El surgimiento y avance de las redes sociales cambiaron para siempre la forma de interactuar que tenemos los seres humanos. Quienes poseemos el lujo que significa el acceso a Internet nos encontramos con un mundo distinto, que va mutando todos los días de formas que, treinta años atrás, hubieran parecido delirios de un loco o inventos de un escritor con mucha imaginación. El trabajo on-line es una realidad que se consolida cada vez más. Mucha gente encontró en sitios como Instagram, Facebook, Twitter o TikTok un espacio no sólo para divertirse sino una plataforma para alcanzar esos quince minutos de fama que prometió Warhol y, con suerte, durar más que eso.

El amor en los tiempos de redes también mutó. Cada vez es más normal encontrar historias de personas que se conocieron gracias a Internet e iniciaron una relación. Las distancias se acortaron gracias a las posibilidades de mantener un contacto “cercano”. Con los recursos al alcance de la mano que la modernidad nos ha regalado el límite entre lo virtual y lo real es cada vez más minúsculo.

Internet también consolidó lo que hoy conocemos como postverdad. Los datos objetivos están sujetos cada vez más al escrutinio público y, en una era donde las opiniones parecen pesar más que los datos, eventualmente todo lo que consumimos en los medios de comunicación—sean tradicionales u on-line— genera poca sensación de veracidad. Alterar imágenes nunca fue más fácil, la tecnología deep fake (insertar el rostro de una persona en otra) está al alcance de la mano de cualquier persona con conocimientos en efectos especiales. Vivimos en una era en donde una persona con una computadora puede utilizar el rostro de una figura pública para que diga lo que quiere, puede lanzar ese material a las redes y viralizarlo antes que se sepa que fue una farsa.

Sin llegar a extremos de manipulación tan “refinada”, las redes sociales permitieron también que muchas personas asuman identidades falsas con fines nefarios. Nunca fue más fácil abrir un perfil falso en la plataforma deseada, utilizar fotos robadas a otras personas para establecer una narrativa visual irreal, y desde allí comenzar a “vivir” una vida de mentira. Verificar identidades en línea sigue siendo un proceso laborioso, y muchas personas son víctimas de estos personajes perversos, capaces de enhebrar complejas tramas con el fin de satisfacer sus oscuros deseos.

Mucha gente cae en esa maraña de engaños impulsados por la necesidad de encontrar el amor. Plataformas como Tinder, una aplicación destinada a encontrar citas, le permiten a estos villanos 2.0 operar a sus anchas. Nadie asegura que la persona con la que estás hablando sea quien dice ser.

Es esa plataforma de citas virtuales el escenario en donde se desarrolla El Estafador de Tinder, una triste historia real que se convirtió en un fenómeno en Netflix.

El documental, dirigido por Felicity Morris, construye un relato a partir de la experiencia de tres víctimas del estafador israelí Simon Leviev, cuyo nombre real es Shimon Hedaya Hayut. La estrategia del hombre era simple: en su perfil de Tinder ostentaba una vida de lujos, viajes en aviones privados, estadías en hoteles cinco estrellas, joyas, ropa cara, destinos exóticos distintos cada semana. Afirmaba que su fortuna provenía de su familia, decía ser hijo de un comerciante de diamantes —Lev Leviev, un empresario real— cuya cuenta bancaria ostenta muchísimos ceros. Las mujeres, “encantadas” por el romántico estilo de vida y la promesa de amor sumada al poder económico, accedían a conocer a Leviev, e iniciaban una relación sin saber que se estaban metiendo en la boca del lobo.

Una vez que conocían al estafador, la historia ficticia tomaba un rumbo propio de una película de espías. Leviev aseguraba que tenía enemigos que lo estaban buscando, gente poderosa capaz de infringir daño severo. Apelaba al papel de la víctima y, cuando las mujeres habían caído bajo el cuento del israelí, cuando se había establecido un vínculo de confianza, el estafador ponía en marcha la última etapa de su estrategia.

Simon les pedía a estas mujeres que sacaran préstamos millonarios en los bancos donde operaban las víctimas, bajo la promesa de devolver el dinero a la brevedad. Argumentaba que necesitaba “volar bajo el radar”, y que por eso no podía utilizar sus propias tarjetas de créditos. Las estafadas, habiendo experimentado en carne propia los lujos que el hombre supuestamente poseía, no tenían muchos motivos para desconfiar de las promesas vacías. Así, las tres que accedieron a hablar en el documental tomaron deudas imposibles de sostener para el bolsillo de una persona trabajadora, le giraron el dinero al israelí, permitiendo que el estafador utilizara aquel capital para perpetuar su eterno engaño.

Ellas creían estar ayudando a un hombre en apuros, capaz de solventar aquellos préstamos. En realidad le estaban dando los medios para que la estafa continuara con una futura víctima.

Ayleen Koeleman, Cecile Fjellhøy y Pernilla Sjoholm, las tres víctimas que la directora entrevistó para el documental, se encontraron de un día para el otro en la quiebra, con deudas impensadas para la inmensa mayoría de las personas. Todas tenían el común denominador de Leviev en sus vidas. Las mujeres estafadas, tras prestar declaración en el documental, abrieron una campaña para recaudar fondos con el único objetivo de pagar los préstamos.

El estafador, que ya fue condenado por otros delitos, sigue activo en las redes pese a todo el revuelo. Tras el estreno del documental que lo tiene como la infame “estrella”, utilizó su perfil de Instagram para afirmar que era víctima de calumnias. Viene amenazando hace semanas con un video en su canal de YouTube en donde contaría la “verdad”. Aparte tiene proyectos para realizar un programa de televisión al estilo The Bachelor (en donde un grupo de mujeres compiten por tener una relación con una persona), pretende lanzar un podcast en donde hablaría de citas y quiere escribir un libro contando su historia.

Se sabe que los estafadores necesitan tener la cara dura como el granito para llevar adelante sus prácticas ilegales, pero Shimon ostenta su pétreo rostro con una soltura que indigna.

No sólo quiere dar vuelta la historia aprovechando el impulso mediático del documental —por eso se suele decir que no existe tal cosa como la mala publicidad— sino que está intentando posicionarse como la víctima, y apuntó a las tres mujeres como las estafadoras, que buscan mediante la recaudación de fondos estafar a mucha gente. Vale recordar que Hayut fue condenado por robo y estafa, y se estima que le quitó más de 10 millones de dólares a las víctimas que se presentan en el documental.

El revuelo que causó todo el documental —que se basó en una investigación periodística de Uri Blau publicada en el diario Noruego Verdens Gang— llevó a que Tinder removiera el perfil del israelí, pero pese a esta medida Shimon sigue activo en otras redes sociales y, aunque sus metodologías son de público conocimiento a esta altura, nada impide que el día de mañana continúe con sus estafas.

El Estafador de Tinder es otro exponente más de los peligros inherentes a las redes sociales. Los estafadores y criminales siempre se adaptan a las épocas que les toca habitar, e Internet se volvió un terreno fértil para todo tipo de artimañas, muchas de ellas difíciles de rastrear.

Más allá que la película es sumamente entretenida y didáctica en la crudeza del relato (Netflix planea explotar la popularidad del documental convirtiéndola en una película de ficción) también funciona como un punto de partida para la reflexión sobre el estilo de vida virtual que llevamos día a día. En Tinder, Instagram, TikTok o la plataforma que sea, nada es lo que parece, y es importante tomar los recaudos necesarios para exponer lo menos posible datos que revelen información sensible que pueda “tentar” a estos indeseables.

El Estafador de Tinder es un relato apasionante sobre la tragedia que le tocó vivir a tres mujeres y, también, un llamado de atención hacia nuestra conducta en la red de redes. El documental está disponible en Netflix.

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