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Supresión de Honores
El 6 de diciembre de 1810 Mariano Moreno produjo el célebre decreto de “supresión de honores”
Supresión de Honores

El 6 de diciembre de 1810 Mariano Moreno produjo el célebre decreto de “supresión de honores” y se condenó al destierro al oficial Atanasio Duarte, quien había solicitado que el presidente de la Primera Junta de Gobierno patrio, Cornelio Saavedra “tomase  el cetro y la corona”.

Esta respuesta republicana de Moreno tiene que ver con su posición asceta y revolucionaria. La figura opuesta, Cornelio Saavedra, era justamente  el ejemplo de desviación más grande que Moreno advertía en la época.

La adulonería, el endiosamiento, los honores cortesanos, la vanidad son peligrosos para la libertad del ciudadano, sostenía el numen de la Revolución de Mayo.

Estas dos concepciones de ver el ejercicio del poder político en los albores de nuestra nacionalidad, tiene su primer choque a pocos meses de haberse constituido la Primera Junta de Mayo de 1810.

El incidente se produce en la fiesta que se ofrece en el cuartel de Patricios para celebrar la victoria de Suipacha. Atanasio Duarte, un oficial adicto a Saavedra, a los brindis formula un pedido a su jefe: “la América espera ansiosa que tome el cetro y la corona”, y coloca en su cabeza el clásico símbolo de la corona de laureles.

El 6 de diciembre de 1810 en un decreto en donde se suspenden los honores a las flamantes autoridades. Moreno expresa su condena ante la actitud  servil de Duarte, “porque ningún argentino ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra libertad de su patria”.

En los fundamentos del decreto, Moreno redacta: “La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente”. Cualquier déspota puede obligar a sus esclavos a que canten himnos de libertad y este canto maquinal es muy compatible con las cadenas y opresión de los que los entonan. Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la libertad. Mi superioridad solo existe  en el acto de ejercer la magistratura que se me ha confiado. En las demás funciones de la sociedad soy un ciudadano sin derecho a otras consideraciones que las que merezca por mis virtudes”. Para Moreno, los adulones no deben ser premiados, sino castigados. Y así termina el oficial Duarte, desterrado por sus palabras agraviantes a la libertad del pueblo que recién había elegido su primer gobierno propio.

Estas ideas ya habían sido expresadas muy claramente por un grupo de jacobinos brillantes, entre los cuales sobresalía Moreno. En el Gaceta del 13 de noviembre de 1810 se leía: “La verdadera soberanía de un pueblo nunca ha consistido sino en la voluntad general del mismo, que siendo la soberanía invisible e inalienable, nunca ha podido ser propiedad de un hombre solo.”
La Razón – 06-12-83

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