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Matrix: Resurrecciones
LA DISOLUCIÓN DE LA TRILOGÍA ORIGINAL – DISPONIBLE EN CINES Y HBO MAX
Matrix: Resurrecciones

ALERTA SPOILERS

Hablar sobre la revolución que provocó el estreno de Matrix en 1999 es una obviedad que ya cubrimos en una nota pasada. Tener como expectativa que la nueva película, esta vez dirigida en solitario por Lana Wachowski, signifique un nuevo cambio de paradigma para el séptimo arte era una locura. Pedirle peras a un olmo, literalmente.

Los primeros trailers de Matrix: Resurrecciones pintaban un panorama espectacular, cargado de escenas de acción tan atractivas como las películas originales, el misterio sobre cómo Neo y Trinity volvieron a la vida tras el aparente final definitivo que habían tenido en la tercera entrega, un nuevo Morfeo con rostro y actor renovado. Todo estaba sazonado a la perfección con un increíble remix de White Rabbit de Jefferson Airplane.

Las cosas pintaban bien pese a que una de las hermanas decidió bajarse del proyecto aduciendo problemas con la agenda, pero eso no desinflamó las expectativas.

El pasado 22 de diciembre se estrenó Matrix: Resurrecciones en salas de cine de todo el país y en la plataforma de streaming HBO MAX. La respuesta de la crítica y de la mayoría del público en general fue negativa, y quien escribe suscribe a esa opinión.

A partir de este punto en la nota se discutirán detalles sobre la película.

El film empieza con un grupo de coloridos personajes que visualizan la escena inicial de Matrix de 1999, sólo que algunos detalles cambian. Trinity tiene otro rostro, y uno de los agentes que llega al edificio donde tienen rodeada a la mujer no es Smith, sino alguien que descubriremos será Morfeo, pese a tener menos años y el rostro de un nuevo actor. Aquellos cambios en los eventos resultan ser una trampa tendida por los agentes de la Matrix, con el fin de capturar a los rebeldes que buscan encontrar a Neo, el elegido que había dado su vida para salvar a la humanidad del asedio de las máquinas.

Bugs (el mejor personaje del film, lejos) es la líder rebelde del pintoresco grupo, y escapa sin mucho problema de una balacera infernal, vuelve a su nave, mientras Morfeo descubre que es Morfeo, como si activara un interruptor en su cabeza.

Mientras tanto, un deprimido y medicado Thomas Anderson pasa sus días sentado en su oficina, mirando las pantallas de su computadora y temiendo tener otro brote psicótico en donde la Matrix, aquel videojuego que creó en el pasado y que le “voló la cabeza” a la gente, se vuelve real ante sus ojos.

Sin embargo los ejecutivos de la Warner Bros comisionan una cuarta entrega de la popular saga y, como le dice Smith, quien dejó de ser su enemigo para pasar a ser su jefe:

Las cosas cambiaron, el mercado es duro. Estoy seguro que entenderás porqué nuestra querida compañía socia, Warner Brothers, decidió hacer una secuela de la trilogía. Nos informaron que la harán con o sin nosotros, pueden hacerlo, y me dejaron en claro que terminarán nuestro contrato si no cooperamos.

Smith remata este diálogo, ante las dudas de Neo en volver a sumergirse en la Matrix, con más mensajes metatextuales que parecen ser la clave sobre el origen de esta película:

Sé que dijiste que la historia se había acabado para vos, pero ese es el tema con las historias… nunca terminan, ¿no? Siempre estamos contando las mismas historias, con diferentes nombres, rostros…

Mientras un grupo de creativos empieza a barajar ideas para la secuela, los rebeldes del “mundo real” se acercan cada vez más a Neo, con la intención de despertarlo, una vez más, del sueño impuesto por las máquinas. El pobre hombre, más confundido y cansino que nunca, repite demasiadas veces que no sabe qué es real. Las píldoras azules que le da su Analista parecen detener los brotes psicóticos pero, por supuesto, es un artilugio del villano, este nuevo Arquitecto de la Matrix dispuesto a retener no sólo a Neo sino a Trinity porque, aparentemente, el amor que se profesan mutuamente es sumamente importante para que la nueva simulación funcione.

De golpe, como si nada, Neo no es el salvador. Su muerte fue revertida por las máquinas utilizando una tecnología médica capaz de devolverle hasta los ojos que había perdido, sin ninguna cicatriz. También consiguieron que Trinity vuelva a la vida después de haber sido empalada por no menos de cuatro hierros industriales de considerable grosor… En la trilogía original la pareja se complementaba, pero quedaba claro que sólo él era capaz de detener la guerra entre las máquinas y la resistencia humana.

Neo tenía los poderes necesarios, tanto dentro como fuera de la Matrix, y la muerte de ambos tuvo peso porque se sacrificaron por un ideal mucho más grande, por un objetivo noble y desinteresado.

Trinity era un personaje poderoso sin la necesidad de ostentar poderes sobrehumanos, mientras que su pareja conseguía balancearse emocionalmente y necesitaba de la ayuda de ella dentro de la simulación pese a sus limitaciones físicas.

Cuando Neo consigue salir de la Matrix y vuelve a la nueva ciudad bajo tierra de la humanidad, se encuentra con que ya no lo quieren tanto, que la figura de salvador se vio mellada con los años. El hombre desea volver a rescatar a su enamorada del sueño permanente al cual está sometida, y no les costará mucho hacerlo tampoco. Cuando ella despierte será más poderosa que su pareja —Neo no puede volar, apenas puede desviar balas y misiles con sus manos, y pese a que dice que “aún sabe kung-fu”, parafraseando la icónica frase de la primera película, tiene escenas de peleas breves y olvidables— y tras una persecución aburrida y predecible, conseguirán vencer al malo sin ningún tipo de problema.

Matrix: Resurrecciones es un largometraje pretencioso; las discusiones filosóficas sobre la naturaleza del ser humano, el rol de los líderes en la sociedad, las figuras mesiánicas y el límite entre realidad y virtualidad se ven reemplazadas por psicología edulcorada, esa que se aprenden rudimentariamente en el secundario; conversaciones sobre cómo funciona la industria del entretenimiento, y un permanente recordatorio sobre la falsa ilusión de la naturaleza binaria de las cosas. Las escenas de acción, que antes brillaban por las intrincadas coreografías que mezclaban la elegancia del cine asiático de acción con la tecnología de punta de Hollywood, ahora parecen el resultado de un director amateur intentando imitar a Matrix.

El producto final carece de la épica que tuvo cualquiera de las tres películas anteriores. Al anular la muerte de los protagonistas lo único que consigue la directora es bajar la vara. ¿Cómo el espectador se va a preocupar por ellos si ya sabemos que, en caso de morir, pueden volver? Las máquinas son capaces de resucitar personas, no sólo lo dicen sino que lo muestran. La muerte, acá, es una arbitrariedad dictada por el guión y no por la lógica del universo planteado. Por eso no genera absolutamente nada ver como dos misiles se aproximan a Neo y Trinity, porque aunque estos impacten y los despedacen, es cuestión de llamar a las máquinas para que los “reinicien”. Matrix: Resurrecciones no sólo rebajó el sacrificio de los héroes en la trilogía original, sino que extrajo toda sensación de peligro.

En Matrix: Recargado, la segunda entrega, el Arquitecto le informa a Neo que él es la sexta versión de la figura mesiánica, el “elegido”, y que tiene un rol dentro de la simulación que le es funcional a las máquinas dominantes. No sabemos qué rostros tuvieron las versiones previas, pero si sabíamos que era uno solo. Trinity siempre fue importante, a la par de Neo, porque sin ella los eventos no hubieran tenido lugar, sin ella Neo no hubiera tomado las decisiones adecuadas y, sin ella, él ni siquiera hubiera sobrevivido a la primer película. En esta nuevo film Trinity tiene, por arte de magia, más poder que el supuesto Elegido, lo cual plantea la duda: ¿fue Neo alguna vez el mesías del que tanto se habló? ¿Si esta es una nueva versión de la Matrix, la séptima, por qué no borrar el personaje de Neo y hacer que Trinity sea la protagonista absoluta, asumiendo el rol del nuevo mesías?

En vez de contar una historia fresca con una protagonista femenina en el rol de “la elegida”, Lana Wachowski apeló a jugar el juego de los contrastes. No fue capaz de mostrar qué tan poderosa es Trinity como personaje en solitario, escapando a los obstáculos necesarios a medida que descubre el alcance de sus poderes hasta realizarse como heroína; sino que nos pone al antiguo mesías, convertido en un manojo de nervios, inseguro, de look desalineado e incapaz de realizar un 10% de las proezas de antaño, para que, cuando la mujer se revele como un ser todopoderoso gracias a un deus ex machina irrisorio, tal revelación tenga más peso dramático porque estamos viendo al antiguo salvador de la humanidad reducido, privado de todas sus habilidades previas, frente a una nueva Salvadora.

Matrix: Resurrecciones intenta hacer una especie de remake temática de la primera película, y constantemente nos muestra clips del film original como para recordarle a los espectadores que existió una mejor versión, que los creadores son incapaces de emular siquiera el encanto del pasado, y pese a que estos fragmentos del inicio de la saga tienen un fin narrativo, no hacen más que recordar todo lo que tuvimos antes y perdimos en el camino.

El tono de este largometraje es inconsistente. La primera media hora, lo mejor de esta obra, apela al humor para hablar de la saga, de la naturaleza de las franquicias, sobre la máquina perpetua de generar dinero que es Hollywood, sacrificando la originalidad en pos de la taquilla. El Merovingio, uno de los personajes más enigmáticos y poderosos de las secuelas originales, aparece aquí como un exiliado de la Matrix original, y escupe una línea de diálogo esclarecedora, cuando le grita a Neo: ¡El arte, las películas, los libros eran mejores antes! Vos nos diste el Face-Zucker-suck (en alusión a Mark Zuckerberg y su polémica red social Facebook).

Quien escribe se suscribe a unos versos que escribió Luis Alberto Spinetta en su disco Artaud, ya citado en otra nota de este sitio:

Aunque me fuercen yo nunca voy a decir/que todo tiempo por pasado fue mejor/¡Mañana es mejor!

Así que no voy a decir que coincido con lo que dice el Merovingio (y por extensión la directora Lana junto a sus dos guionistas, David Mitchell y Aleksandar Hemon) que el arte era mejor antes de Matrix. El arte siempre evoluciona, siempre habrá cosas innovadoras, obras muy buenas y obras mediocres. Si creo que Matrix era mejor antes.

Matrix: Resurrecciones es un intento fallido de revivir una franquicia que había tenido un cierre coherente con el argumento inicial planteado. Las influencias de todo tipo de material artístico con cierto aire intelectual mezclado con ciencia ficción y acción quedaron en el pasado. Este film no parece una secuela, aunque nos digan en la cara que si lo es. Tampoco es una reboot porque apela a los mismos personajes de antes. El peor problema de Matrix es que quiere ser algo nuevo pero no se anima a soltar lo viejo, recurre a un sentido del humor que falla en casi todas las escenas y ni siquiera tiene el condimento de las espectaculares batallas que podían distraer un poco de las inconsistencias del guión.

No hay un villano memorable, no hay diálogos que disparen preguntas, ni siquiera hay un vestigio de originalidad, ya que es básicamente el primer largometraje reciclado y pasado por mil filtros de Instagram, dejando en el camino la esencia que supo tener la marca.

La idea de nuevas historias ambientadas en un mundo repleto de posibilidades como el que crearon las hermanas Wachowski en el pasado era atractiva. Matrix: Resurrecciones no fue capaz de consolidar una sola premisa novedosa, y en cambio, se encargó de exhibir sin pudor alguno la gloria original en el marco de un film cuyo mejor acierto fue el remix de la canción White Rabbit.

¡Ah! Hay una escena post-créditos, un pequeño diálogo entre los creativos de la empresa de videojuegos, para quienes quieran quedarse leyendo cinco minutos de nombres para escuchar un diálogo metatextual que ya había quedado obsoleto a los 40 minutos de metraje.

Matrix: Resurrecciones está disponible en salas de cine y en HBO MAX.

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