¡Caramba! dijo Kelly fastidiada, mientras escribía en la pizarra con tiza indeleble el principio secular para un nuevo mundo: vive hoy, amad la naturaleza y a todos sus hijos.
Ella provenía de una primitiva tribu urbana. Hinchó el pecho y mirando de lleno a los alumnos los instó a escribir derivaciones del principio madre.
Joseph Mark, un pésimo alumno según el criterio de Kelly, volvió a hacerle la seña que tanto la incomodaba.
La mujer era una seguidora a ultranza de los preceptos que había delineado un tal Jium y gesto del discípulo J. Mark no se condecía con el respeto debido, es más, le hacía retorcer las tripas ese grosero ademán en franca alusión a una proposición de índole sexual: un círculo formado con el dedo índice y el pulgar, mientras con el dedo índice de la otra mano apuntaba al centro imaginado del círculo.
Kelly expulsó al alumno de la clase y prosiguió como si nada hubiese sucedido.
A la semana siguiente, la mujer, fue citada al despacho de Mister Jium. Se preparó para semejante ocasión con sumo esmero: ropas claras sin excesivos adornos, cabello suelto y calzado bajo.
El reconocido filósofo moderno la esperaba sentado tras un lustroso escritorio. Con un simple ademán la invitó a sentarse en la silla vacía que se hallaba frente a la ventana.
—Mis Kelly, lamento informarle que ha sido usted despedida.
La mujer no alcanzó a articular palabra cuando Mr. Jium se explayó diciéndole:
—Mark es mi mejor alumno. Usted osó echarlo de la clase en el momento de la revelación. En el justo instante en que él le decía que hay que perforar el centro del Universo con el pensamiento para poder parir un nuevo mundo.
Del libro “El Infinito en una Lágrima” – Ana Caliyuri – Tahiel – 2015