Testimonio, Conciencia y Reflexión
En un mundo marcado por la violencia, la desigualdad y la pérdida de sentido, esta lectura integradora invita a redescubrir que el bien no es una abstracción moral, sino una fuerza activa que emana del amor. El Dios que castiga y el Dios que perdona son, en última instancia, el mismo: un Dios que educa, transforma y salva.

Por Ada Noemí Zagaglia
El Dios de la Ley y el Dios del Amor: una Reflexión Teológica Sobre la Continuidad Divina Entre los Testamentos

¿El Dios del Antiguo Testamento y el Nuevo son el Mismo?
En el vasto horizonte de la teología judeocristiana, una de las preguntas más persistentes y complejas es si el Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento son, en esencia, el mismo. Esta cuestión, que ha atravesado siglos de exégesis, controversia y reflexión, no solo interpela la fe, sino también la comprensión del carácter divino y su relación con la humanidad.
Cómo es Presentado Dios en el Antiguo Testamento.
El Antiguo Testamento presenta a un Dios de justicia rigurosa, celoso y soberano, que exige obediencia y castiga la transgresión. En Éxodo 20:5, Yahvé declara: “Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”. Este retrato divino, profundamente vinculado al pacto mosaico, subraya la santidad y la trascendencia de Dios, pero también su severidad frente al pecado.
Cómo es Presentado Dios en el Nuevo Testamento.
En contraste, el Nuevo Testamento revela un rostro divino centrado en la misericordia, la compasión y el perdón. En el Evangelio de Juan 3:16 se proclama: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Aquí, el acento se desplaza del castigo a la redención, del temor a la gracia.
Consultando a los Teólogos.
El teólogo suizo Karl Barth, en La doctrina de la Palabra de Dios (1932), sostiene que “la revelación de Dios en Cristo no contradice al Dios del Antiguo Testamento, sino que lo completa y lo interpreta desde la plenitud del amor”. Sin embargo, otros pensadores, como Marción de Sinope en el siglo II, argumentaron que ambos Testamentos revelan deidades distintas: el Dios del Antiguo Testamento, juez y legislador; y el del Nuevo, Padre de misericordia. Marción fue condenado por herejía, pero su planteamiento dejó una huella indeleble en la historia del pensamiento cristiano.
Cómo lo Interpreta la Iglesia
La aparente contradicción entre ambos retratos divinos puede entenderse, más que como una oposición, como una evolución en la comprensión humana de lo sagrado. En Deuteronomio 32:35, Dios afirma: “Mía es la venganza y la retribución”, mientras que en Romanos 12:19, Pablo retoma esa misma frase para exhortar al perdón: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios”. La continuidad textual sugiere que el mensaje no cambia, sino que se profundiza: la justicia divina no desaparece, sino que se transforma en misericordia a través del amor.
El Dios Crucificado.
El teólogo alemán Jürgen Moltmann, en El Dios crucificado (1972), explica que “en la cruz, el Dios del Antiguo Testamento se revela plenamente como el Dios del Nuevo: el mismo que juzga es el que sufre por amor”. Esta interpretación unifica ambos Testamentos bajo una misma economía de salvación, donde la justicia y la gracia no se excluyen, sino que se abrazan.
Textos Bíblicos Irreconciliables.
No obstante, los textos bíblicos ofrecen pasajes que parecen irreconciliables. En 1 Samuel 15:3, Dios ordena a Saúl: “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene; no te apiades de él”. En cambio, en Mateo 5:44, Jesús enseña: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen”. La tensión entre ambos mandatos ha sido interpretada por la exégesis moderna como una transición pedagógica: el Antiguo Testamento revela la justicia divina en un contexto histórico de supervivencia y ley; el Nuevo, la plenitud del amor en un contexto de redención universal.
El Mensaje Final.
El mensaje final, sin embargo, no es de ruptura, sino de esperanza. Si el Antiguo Testamento enseña el temor de Dios como principio de sabiduría (Proverbios 9:10), el Nuevo enseña que “el amor perfecto echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Ambos caminos conducen al mismo fin: la reconciliación del ser humano con lo divino.
El Bien no es una Abstracción Moral
En un mundo marcado por la violencia, la desigualdad y la pérdida de sentido, esta lectura integradora invita a redescubrir que el bien no es una abstracción moral, sino una fuerza activa que emana del amor. El Dios que castiga y el Dios que perdona son, en última instancia, el mismo: un Dios que educa, transforma y salva.
El Desafío Contemporáneo
El desafío contemporáneo no consiste en elegir entre la justicia o la misericordia, sino en comprender que ambas son expresiones del mismo bien. Y en esa síntesis —donde la ley se convierte en amor y el amor en justicia— se encuentra la esperanza más profunda de la fe: que el bien, aunque a veces parezca oculto, siempre prevalece.
Ada Noemí Zagaglia. IRLANDA. Derechos reservados de autora por el Tratado de Berna.
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