¿Por qué un país entero no avanza? Tengo la esperanza que algún día Bolivia tenga una visión de futuro, empecemos a caminar donde valgamos no por lo que tenemos bajo los pies, sino por lo que somos capaces de crear con la mente.
Elon Musk Conquista Marte. Bolivia Regala Tierra y Reza por un Milagro
En las puertas de un nuevo gobierno, me puse a pensar en la encrucijada histórica donde se sitúa Bolivia. Por un lado, se encuentra atrapada en el círculo vicioso del extractivismo, donde políticos de «colas de paja» —frágiles como sus promesas— negocian a escondidas el litio de Potosí, o quieren crear leyes, pero el objetivo es extraer como sea la «sal blanca del siglo XXI», repitiendo los viejos tiempos coloniales de vender materias primas a precio de gallina muerta y lo peor prometiendo bonos en plena crisis económica. Por otro lado, existe una Bolivia soñada por sus pensadores: una nación que podría convertirse en ejemplo mundial, saltar de la economía extractivista a la economía del conocimiento, de la innovación.
Entre 2006 al 2015, Bolivia vivió su época de bonanza con la «potencia gasífera», pero todo se esfumó como agua entre las manos. No existen las universidades de primer nivel, parques industriales, empresas tecnológicas bolivianas compitiendo en el mundo. Solo el mismo viejo patrón: vender lo que la tierra nos da sin agregar valor, ahora con el litio, se repite el mismo guion. Mientras países sin recursos como Suiza, Suecia lideran la innovación global, los bolivianos seguimos discutiendo cómo sacar más toneladas del suelo o quemar bosques para expandir la agricultura, en lugar de preguntarnos: ¿Por qué no fabricamos aquí las baterías? ¿Por qué no desarrollamos patentes? ¿Por qué no tenemos un Silicon Valley andino u amazónico o chaqueño?
Para mí, el problema de fondo no es económico, sino socioeducativo. Por ejemplo: la corrupción no solo es problema de políticos ladrones; es el reflejo de una sociedad que durante décadas ha premiado la viveza criolla y castigado el mérito, es un sistema podrido desde la raíz, mientras en otros países un ingeniero boliviano podría estar desarrollando inteligencia artificial, aquí muchos sueñan con un puesto burocrático estatal o dedicarse al contrabando o sorprendentemente como dijo una estudiante de 15 años en una entrevista: “quiero ser narco”.
La solución no está en dejar de explotar nuestros recursos, sino en dejar de depender de ellos.
Como poeta y soñadora que soy, me imagino una Bolivia donde:
Potosí no sea sinónimo de minería, sino de conexión global: construir un mega aeropuerto internacional en Uyuni, convertiría a Bolivia en el hub del turismo sudamericano (centro estratégico), recibiendo viajeros de alto poder adquisitivo que hoy eligen Perú o Chile. El Salar de Uyuni no sería solo un paisaje para fotos baratas, sino un destino de lujo ecológico, con hoteles sostenibles y experiencias únicas que generen divisas reales, y el litio tendría que esperar hasta que seamos capaces de industrializar de manera sostenible y solo en ciertos sectores del salar, caso contrario vender como materia prima deja ganancias ínfimas frente al potencial real, además el precio del litio tiende a bajar; es decir nos deja más problemas a mediano y largo plazo, y casi nada de beneficios considerando que la venta solo como materia prima serán ingresos volátiles acompañados con daño ambiental, perdida de desarrollo tecnológico y lo peor de todo existiría un agotamiento del recurso o el mercado puede cambiar a otro tipo de baterías, “al final Bolivia quedará sin salar turístico y sin industria propia”. Yo apostaría por el turismo, porque la inversión seria moderada, es un recurso renovable y no como el litio que es no renovable; existe mayor empleo de gente, nuestro gran ejemplo es Costa Rica e Islandia, estos países nos han demostrado que se puede vivir de turismo sostenible.
Por otro lado, en lugar de expandir la frontera agrícola quemando bosques y animales en vida, Bolivia podría liderar en agricultura del futuro con granjas verticales y superalimentos andinos y amazónicos tecnificados, asegurarían una alimentación sostenible. Proteínas alternativas, podrían reducirán la dependencia de la ganadería extensiva. Con sistemas agroforestales inteligentes y mercados digitales, Bolivia podría ser líder en seguridad alimentaria sin dañar sus bosques y enriquecer a unos cuantos, además de considerar tecnología y servicios digitales; medicina natural, cosmética y farmacéutica; economía cultural; turismo de altura para deportistas; moda ética con exportación de joyas, tejidos autóctonos; energías renovables, potenciando la energía solar en el altiplano, eólica en zonas ventosas de Tarija e hidroeléctrica en cuencas amazónicas.
Y no hay que olvidar a las universidades, qué tal si estas se convirtiesen en fábricas de startups (empresas emergentes), no de desempleados: ¿Qué pasaría si en lugar de graduar abogados y contadores en masa, formáramos ingenieros en biotecnología o expertos en energías renovables? Empresas como SpaceX o Mercado Libre demuestran que una sola compañía innovadora puede generar más riqueza que toda la exportación de materias primas de un país. Y tantas acciones económicas y sociales que no se escuchan en Bolivia, parecemos Cuba, nos encontramos ajenos al mundo por ideologías retorcidas de la izquierda, pero también por la miopía crónica de liberales, derechas, centros que repiten las mismas propuestas y fracasos.
No se necesita los mismos planes estatales estropeados ni slogans políticos. El verdadero cambio comienza con los siguientes puntos que detallo a continuación:
Bolivia tiene todo para ser potencia, lo único que nos falta es creérnoslo. El litio puede ser una oportunidad, pero no será la salvación si seguimos pensando como colonia, en vez de ser vendedores de piedras, mejor convertirnos en creadores de soluciones, sin embargo, la Bolivia de hoy esta inundada de las mismas propuestas, avanzamos con un pie. Si un solo humano puede cambiar el futuro como Elon Musk, ¿por qué un país entero no avanza? Tengo la esperanza que algún día Bolivia tenga una visión de futuro, empecemos a caminar donde valgamos no por lo que tenemos bajo los pies, sino por lo que somos capaces de crear con la mente.