El padre Las Casas no se limitaría a impugnar duramente esas ideas, también iba a denunciar las formas perversas y crueles con que se producía la expansión y la puesta en práctica de requerimientos y conversiones a la fe cristiana.
Fray Bartolomé de las Casas
La Conquista – (1492)
A partir de Colón, se repetirá con frecuencia la misión religiosa de propagación de la fe. Hernán Cortés hacia 1520 dice que está luchando por la fé y que lo mismo hacen quienes lo acompañan en la empresa. Bernal Díaz del Castillo, otro soldado-cronista hablará de los servicios que los conquistadores han hecho a Dios, a su Magestad y a toda la Cristiandad. Esta invocación permanente, no siempre concretada en los hechos, hace que Francisco López de Gómara, historiador de la Conquista de Méjico, ponga en boca de Cortés este discurso: «La causa principal a que venimos a estas partes es oír ensalzar y predicar la fe de Cristo, aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un saco.» (En S. Zavala, Filosofía de la Conquista, p.25). En una queda al desnudo que existen otros objetivos o al menos, deja claro su existencia.
Cuáles serían las formas en que se concretarían esos objetivos, los que excedían a la declamada propagación de la fe y como se llevaron a la práctica son temas a los que la historia intenta clarificar.
Es innegable que además de la ocupación de hecho, «…los monarcas españoles quisieron saber cuáles eran los justos títulos que amparaban su dominio sobre las Indias y como debían gobernar a las gentes recién halladas.» (Zabala, 28) Un jurista de la corte, Juan López de Palacios Rubios, escribirá hacia 1514 un tratado al respecto. Este consejero, basándose en ideas del canonista Enrique de Susa (+1271) acerca de la potestad del Papa como vicario universal de Jesucristo, no solo sobre los cristianos, sino también sobre todos los infieles, sostenía «que Cristo fue soberano en el sentido espiritual y temporal, y delegó estas facultades en el Papa; por lo que los reinos de los infieles no gozaban de independencia frente a la sede romana.» De acuerdo a ello redactó un requerimiento «que los conquistadores españoles debían leer a los indios del Nuevo Mundo. En él comenzaba por explicar sumariamente la doctrina cristiana, a fin de que los infieles supieran quien era Cristo, quien el Papa, y qué derecho tenían los cristianos para exigirles la sujeción a su poder. (…) Si quieren someterse, se les recibirá con todo amor y caridad, se les dejarán sus mujeres, hijos y haciendas libres (…) si se niegan a obedecer, el capitán con la ayuda de Dios, les hará la guerra, y tomará sus personas y las de sus mujeres e hijos y los hará esclavos y como tales los venderá.» (Zabala, 29)
Con requerimiento o sin él, el desarrollo de los acontecimientos fue similar y en un solo sentido. «Las consecuencias que se derivan de la negativa de los infieles caen dentro de la idea que en esa época se tiene de la guerra justa, siendo la esclavitud un resultado de ella.» (Idem)
En una crónica impresa en 1519 se relata que «ciertos caciques,…, fueron requeridos de la manera expuesta antes, y contestaron que en lo que se les decía acerca de que no había sino un Dios que gobernaba el Cielo y la Tierra, que asi debía de ser; pero que el Papa daba lo que no era suyo, y que el Rey que lo pedía y lo tomaba debía ser algún loco, pues exigía lo que era de otros; que fuese el capitán a tomarlo y le pondrían la cabeza en un palo, como tenían otras de sus enemigos, que le mostraron» (Idem, p.30). Independientemente del aspecto irónico y tragicómico que trasunta la escena, el pueblo fue tomado y esclavizado por la fuerza. En otro momento veremos el cómo.
Otro cronista, Fernández de Oviedo, presenciando un acto de esta naturaleza, dirá al conquistador que está leyendo el requerimiento «Señor, paréceme que estos indios no quieren escuchar la teología, ni vois teneis quién se la dé a entender…» (idem). La doctrina del predominio del cristiano sobre el infiel y el propósito religioso de convertir a los paganos autentica los títulos de la expansión. (Idem).
Estas ideas, vinculadas a una tradición teológica que encontraba a España en un momento muy particular con el predominio de los sectores dogmáticos y oscurantistas, iban a encontrar una respuesta contundente en lo teórico-ideológico por parte de hombres que también provenían de los claustros religiosos. Francisco de Vitoria, Fray Antonio de Montesinos, Fray Bartolomé de Las Casas y otros hombres de la iglesia, cuestionaron, condenaron y combatieron para que se reconocieran los derechos de los naturales de estas tierras.
El padre Las Casas no se limitaría a impugnar duramente esas ideas, también iba a denunciar las formas perversas y crueles con que se producía la expansión y la puesta en práctica de requerimientos y conversiones a la fe cristiana. Como se dijo, no era ni el primero, ni el único, ni el último: «ya el dominico Fray Antonio de Montesinos había conmovido en irritación a los colonos de la isla de Santo Domingo, predicándoles al grito de ‘soy una voz que clama en medio del salvajismo’, y los ecos del furibundo sermón llegaron a la corte.» (Las Casas, Doctrina, prólogo de A.Yañez, p.32 y 33).
Las Casas veía a los Indios como un pueblo que vive pacíficamente «y que está preparado para recibir el culto de Dios» pero que tenían títulos legítimos sobre vidas y haciendas. Otro defensor de la causa indígena fue Francisco de Vitoria que desarrollando las ideas de Las Casas señalaría que no podían perder sus dominios por el hecho de ser infieles puesto que «los dominios son o de derecho natural o de derecho positivo: luego no se quitan por falta de Fe.»(…) y que «antes de la llegada de los españoles a las Indias eran los bárbaros verdaderos dueños pública y privadamente.» (idem, p.34-5).
El uso de las armas para la evangelización no podía ser admitido por religiosos que al igual que el padre Espinosa creían que la «guerra que los españoles hicieron a (…) los indios en las occidentales regiones, fue injusta sin tener razón alguna de bien en que estribar, porque ni ellos poseían tierras de cristianos, ni salían de sus límites y términos para infestar ni molestar las ajenas. Pues decir que les traían el Evangelio, había de ser con predicación y amonestación, y no con a tambor y bandera, rogados y no forzados…» (idem, p.36).
El más tenaz e intransigente de los defensores fue el padre Las Casas, que realizó uno de los más «apasionantes alegatos acerca de la legitimidad de la conquista tal como la llevan adelante los conquistadores españoles» y demolió uno a uno los distintos argumentos: derecho de conquista (término que no aceptaba), requerimientos, causas de justa guerra, encomiendas, infieles y esclavos por naturaleza, etc.. Calificó a los naturales como simples, sin maldades, humildes, sin rencillas ni codicia, sin soberbia ni ambición, limpios y dóciles para toda buena doctrina. «En estas ovejas mansas y de las calidades susodichas por su Hacedor y Criador así dotadas, entraron los españoles desde luego que las conocieron, como lobos, y tigres y leones crudelísimos, de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de 40 años a esta parte hasta hoy (…) sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas, por las extrañas y varias y nunca otras tales vistas, ni leídas, ni oídas maneras de crueldad; de las cuales algunas pocas abajo se dirán; en tanto grado, que habiendo en la isla Española sobre tres millones de animas que vimos, no hay hoy de los naturales de ella doscientas personas. (…)» (Las Casas, pp.3-5)
Las formas o maneras en que se produjo el genocidio son dos dice Las Casas: una, las injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras; dos, la más dura, horrible y áspera servidumbre
«La causa porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos, ha sido solamente por tener por su fin último el oro, y henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas (…)» (p.7) «Y esta es una muy notoria y averiguada verdad, que todos, aunque sean los tiranos y matadores, la saben y la confiesan, que nunca los indios de todas las indias hicieron mal alguno a los cristianos; antes los tuvieron por venidos del cielo, hasta que primero muchas veces hubieron recibidos ellos o sus vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones de ellos mismos.» (p. 8).
Se acusó al padre Las Casas de haber iniciado una «Leyenda Negra» de la colonización española. ¿Se trataría solamente de una Leyenda?
Resumen Fuentes Históricas Citadas.
Carlos Alberto Suarez
Octubre 2024