“Ave de rapiña, pequeña, fuerte y voraz”, dice el diccionario acerca del caburé. El único parecido que nuestro personaje tiene con el ave mencionada es la pequeña estatura y la mirada penetrante. Ya que bajo unas cejas espesas y oscuras, resplandecen un par de ojos profundos. Caburito es joven pero de edad indefinida, como cuadra a un buen tanguero, vive solitariamente en un bulín de escasos muebles, la foto de Carlos Gardel y el calentador con la pava de lata y el mate.
El barrio es su habitat natural, pero el oficio de personaje lo lleva a enredarse con extraterrestres, a pelear con mafiosos y a codearse con grandes del tango como Astor Piazzola y Jorge Vidal.
Precisamente en algunos episodios se cuela la polémica entre tangueros de vanguardia y los tradicionalistas y aunque las simpatías del autor y el personaje no se ocultan, prevalece la actitud conciliadora ya que en definitiva, todos son tangueros.
El Caburé
A mI me llaman El Caburé
porque soy
un tipo que me hago temer
donde voy
y a más yo tengo la virtud
de poder amar
la palomita más gentil
que quiera amar.
Por eso me han de ver salir
con afán
en cuanto empieza a anochecer
sin temor
y al extender mis anchas alas
hago galas de un sentido amor.
Cuando mi canción entono
no hay mujer
que pueda retener
el ansia de querer amar
sin que la presa
pueda escapar,
pues con mirarla,
nada más,
la encanto
con sagaz empeño
de aspirar su amor,
como quien busca
en los jardines de la vida
la más perfumada flor.
Todos envidian
las virtudes
de mi fe
y las mujeres
tiemblan de miedo
apenas oyen
conversar
del Caburé.
Es en vano que me impidan
dragonear
a la que ha de pagar
el fuego de mi gran
pasión
de mi canción.
Y si algún malo
se ha de dar
el dique
de afrontar
a fuerza mi invencible fe,
toda la vida,
yo, le juro, ha de acordarse
de quien es El Caburé.
Tango
Música: Arturo De Bassi
Letra: Roberto Cayol
Poco se sabe de su presente y mucho menos de su pasado. Su territorio es el Buenos Aires de los años Cincuenta o Sesenta, como se desprende de algunos hechos que del mundo real se filtran en la historieta. Caburito no tiene la pinta de Juan Porteño, ni la vocación de Zorzalino, sin embargo es una de las creaciones de Mazzeo que alcanzó más popularidad. Tal vez por encontrarse en ese punto intermedio de cualidades que permiten a un personaje de ficción alcanzar estatura humana. Es que Caburito fue seguido por una cantidad de lectores que iban desde los escolares que incursionaban en sus primeras historietas, hasta tangueros que por edad serían contemporáneos del veterano Chamuyo.