Vale destacar que algunos de los medios de comunicación más prestigiosos de Occidente difundieron informaciones suministradas por Wikileak. El New York Time obtuvo el Premio Pulitzer publicando parte de ese material.
Assange y la Libertad de Prensa
La irrupción de las ciber tecnologías en la vida cotidiana representó una verdadera revolución tecnológica y cultural, cuyas posibilidades están muy lejos de mostrar un límite. Junto con la democratización del conocimiento en todos los planos, también apareció la manipulación de las conciencias desde espacios informativos (fake news) y los presuntamente educativos.
De todos modos, el intenso tráfico mediático al alcance de cualquier especialista que acceda a una aplicación en los puntos más remotos del planeta, facilita la posibilidad de ingresar a archivos reservados públicos o privados o simplemente interferir en esos canales para sustraer información, sabotearlos o extorsionarlos, con los consiguientes trastornos que ocasionan al usuario invadido; es la ocupación de los misteriosos hackers.
A mediados de 2024 se cerró un caso judicial atípico en ese conflictivo universo: el de Julián Assange. Este australiano que en 2024 cuenta con 52 años, fundó en 2006 junto a otros colaboradores la web “Wikileaks”, que tal vez por su pasado juvenil de hacker avezado, se dedicó a obtener información sin permiso de universos prohibidos como los sitios militares, empresariales y otros que tuvieran nichos reservados de información, que por distintas razones no debían divulgarse. Allí penetró Assange; pero su intención declarada públicamente, fue que todo el mundo tomara conocimiento de lo que ahí se almacenaba. Se convirtió en un periodista cuyas revelaciones quemaban.
Como antecedente, se puede citar la detención que sufrió en Australia a los veinte años, acusado de ingresar ilegalmente a sistemas de organizaciones públicas y privadas. Obtuvo la libertad en poco tiempo.
Por otra parte, el hombre ostentaba en su currículum profesional estudios universitarios incompletos de física y matemáticas. Pero -sostiene sus allegados- que también era un autodidacta y lector voraz de filosofía y otras disciplinas humanísticas.
Pese a los tropiezos iniciales, Assange continuó su carrera con no pocas dificultades.
“La prisión eterna de Assange y su tortura eran un atentado contra la libertad de prensa. Su crimen fue denunciar la masacre de civiles en Irak” (1); afirmó el presidente colombiano Gustavo Petro entre otros estadistas, organismos civiles, de Derechos Humanos y personalidades de todo el mundo, que hicieron declaraciones de tenor similar, saludando la liberación del fundador de Wikileak, al finalizar más de una década de persecución y cárcel.
Antes de llegar al punto crítico de su actividad que le valió un hostigamiento asombroso, en el año 2009 obtuvo el Premio Amnistía Internacional a los Medios.
La pretensión del sitio era difundir sin censura y masivamente, documentos secretos que no podrían rastrearse en forma habitual.
Un año más tarde comienza a publicar miles de documentos conteniendo secretos militares sobre la actuación de fuerzas de Estados Unidos en Afganistán e Irak, que habrían perpetrado la muerte de civiles, incluyendo periodistas.
También Wikileak da a publicidad mediante esas comunicaciones que habría interferido, la situación de los detenidos en la prisión norteamericana de Guantánamo, notificaciones internas de los principales partidos políticos estadounidenses y una impresionante cantidad de información no pública de origen internacional.
Vale destacar que algunos de los medios de comunicación más prestigiosos de Occidente difundieron informaciones suministradas por Wikileak. El New York Time obtuvo el Premio Pulitzer publicando parte de ese material.
Radicado en Londres y paralelamente al ser denunciado por Washington ante la justicia estadounidense, en Suecia se lo acusa de la presunta violación de una joven en ese país y Estocolmo solicita a los jueces británicos la extradición del hacker.
Entonces el hombre pide asilo en la embajada ecuatoriana donde permanece siete años; esa protección finaliza en 2019 cuando el presidente de Ecuador, Rafael Correa, es reemplazado por Lenin Moreno; quien lo expulsa de la embajada alegando que Assange incumplió las convenciones del asilo. Al quedar expuesto, el australiano fue detenido por la policía británica. Permaneció cinco años en prisión de máxima seguridad, mientras en el terreno judicial y diplomático se libraba una batalla inédita entre sus seguidores de todo el planeta y organizaciones defensoras de la libertad de prensa pidiendo su libertad, y la justicia norteamericana que exigía su extradición, acusándolo de 18 delitos contra la seguridad nacional de Estados Unidos. Algunos de esos cargos considerados gravísimos, ameritaban desembocar en pena de muerte o en su defecto, la suma de cargos podía llegar a acumular 175 años de detención.
Con relación a la acusación sueca, Londres no terminaba de decidirse a extraditarlo y finalmente la causa prescribió.
Es importante destacar que además de su grupo de colaboradores, Assange habría contado con los aportes de Chelsea Manning, analista del Ejército de ese país que sería quien “filtraba” información sensible a Wikileak. La mujer fue condenada a 35 años de prisión, pero a los 7 años de encierro fue indultada por el presidente Barack Obama. Por lo tanto, alegan los defensores de Assange, éste sólo se limitó a difundir lo que le suministró otra fuente; argumento que como está visto no convenció a las autoridades del país del Norte, ya que los materiales secretos que Wikileak ventilaba en todo el globo, rondaba los 700.000 documentos.
En 2022 Assange estando en prisión se casó con su pareja y abogada Stella Moris, con quien tiene dos hijos, mientras continuaban las campañas mundiales pidiendo su libertad. Finalmente, Londres aprobó su extradición a Estados Unidos, pero los abogados entre quienes estaba el ex juez español Baltazar Garzón, apelaron la medida y continuó el forcejeo legal.
La salida negociada que benefició a Assange con la libertad, fue reconocerse culpable sólo de “conspiración para obtener y revelar información referente a la seguridad nacional”. La sanción correspondiente a ese delito ya estaba cumplida con los cinco años de prisión sufridos en Inglaterra, país que lo liberó previo pago de una fianza. Para formalizar el trámite, Assange debía presentarse ante un tribunal estadounidense. Pero no quiso ir al continente, entonces se acordó que declare ante un juez federal en alguna posesión estadounidense de Oceanía, eligiéndose entonces Saipán, en las Islas Marianas del Norte, enclave colonial de aquel país. El acusado no accedió a ir al continente por desconfianza y además, porque estaría más cerca de Australia al finalizar el trámite.
El 24 de junio de 2024 aterrizó en Saipán e hizo su descargo. El juez lo condenó a 62 meses de prisión, los que ya había cumplido en la prisión inglesa. Se le exigió no ir a territorio continental norteamericano sin previa autorización y cumplida la audiencia, viajó a su Australia natal a encontrarse con su esposa e hijos.
Al ser liberado, Julián Assange había padecido casi 1900 días de cárcel y la angustia diaria de un futuro incierto, que podía oscilar entre prisión perpetua o pena de muerte. A lo que debe sumarse siete años de encierro en la embajada de Ecuador, que le brindó asilo. Más de una década de persecusión implacable.
Liberado a los 52 años, en su patria lo aguardaban una esposa que lo esperó siete años y sus dos hijos.
1) La Nación – Buenos Aires – 26-06-24.-