Serie Fantástica
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“Gulka en el Aire” Capítulo 5 de 9
En un Universo Paralelo: Capítulo cinco de la novela corta, nivola, o historia desmedida realizada a cuatro manos, por Ana Caliyuri y Cristian Cano
“Gulka en el Aire” Capítulo 5 de 9

En un Universo Paralelo

¿Quién dice que las cosas son como esperamos? Con seguridad estos universos hechos de capítulos y rutas deberían seguir un orden cronológico, es lo esperable. Cronos o Crono, en griego antiguo Κρόνος Krónos, el padre del tiempo, el genio de la edad dorada, unido a la lógica, la madre del razonamiento me estaría diciendo que llega el capítulo cuatro. Cualquier escritor diría que es lo correcto. Claro que sería simple hacerlo si no hubiese sido que los saberes del mundo de papel se cruzaron con la cultura japonesa, los haikus, los tankas, y sobre todo me crucé con Haruki Murakami.  La lógica se pierde en la superstición, y el número 4, más precisamente la tetrafobia, en los universos asiáticos está a la orden del día.

Las personas sienten aversión por el número cuatro, y entonces, el cuatro que fonéticamente es un “shi”, y que suena como la palabra muerte no se utiliza. Así de simple. Nosotros los humanos tampoco queremos morir, por eso lo salteo y estamos en el capítulo 5.

El muchacho piensa que Gulka es muy supersticioso, que siempre evita pasar por debajo de una escalera y que se pone furibundo cuando se le cruza algún gato negro, excepto si es el de Alan Poe.

Cuando pergeñó la idea de que no habría capítulo cuatro se mostró gustoso y escribió: “ Gulka no quiere morir, y aunque sube y baja ascensores en todas latitudes, es un ser eterno con flaquezas. Punto y a otra cosa.”

                                                           ***

En el bar Ilusión se está bien. Menos mal que sali de casa, llovía más adentro que afuera.  El amaretti solo le hizo cosquillas a mi estómago. Con la poca guita que me queda voy a pedir un sándwich de jamón y queso. Mejor no. Mejor hago lo mío y ya vendrán muchos manjares a mi puta vida. Seguir es la premisa. Culo silla y a darle duro a la escritura.

                                       …………………………………………..

Afuera la noche está estrellada y el frente blanco del instituto que dirige el doctor Fansi Carlon, interrumpe la naturaleza del paisaje. Debería haber sido del color de alguna estrella azul o de alguna enana roja, pero no, es blanco como la presencia de todos los colores. La estructura del edificio, con ángulos rectos, desciende y se funde al suelo. De los treinta ventanales a la vista, hay uno que está iluminado. Según el científico Carlon, el instituto es una mole de concreto, un tuerto que espera la redención. Los ayudantes de laboratorio le creen.

El joven Garnier, uno de los tantos pasantes que colabora con las investigaciones del científico, es un hombre esperanzado en hallar una vía de comunicación con otros seres galácticos. Además, busca formas biológicas, espontáneas o provocadas, para utilizar como futura fuente energética. Casi siempre se queda en el centro de investigación hasta la medianoche, pero en esta oportunidad se le hizo demasiado tarde. Cosas de la ciencia y lo atemporal. Consulta su reloj biológico y sabe que a esa hora suele estar en brazos de su novia. Recoge sus pertenencias y se dispone a salir cuando de refilón ve al doctor Fansi Carlon venir hacia su encuentro. Mala señal.

Fansi invita al pasante a tomar un café.  Es el jefe, ¿qué otra cosa podía hacer más que aceptar?

—¿En qué andás? —pregunta Carlon. 

—Estoy finalizando las pruebas preliminares sobre una bacteria que mejora los bio-combustibles —responde Garnier, desganado— Ya nos aprobaron el presupuesto para la etapa siguiente.

Entiendo, responde Carlon, mientras abre el diario y fija su vista en los titulares:

 “EL GOBIERNO TOMA MEDIDAS PARA CONTROLAR LA INFLACION. DISTURBIOS EN ORIENTE, LA GENTE SALE A LAS CALLES.” “LA CIENCIA MUNDIAL ESTÁ AL BORDE DEL PRESUPUESTO OTORGADO POR LOS INFRARROJOS” “ARGÓN BATE EL RÉCORD DE PÁJAROS ENCERRADOS” “COLIFATO SERÁ LA SEDE DEL GOBIERNO PROVISORIO DE CAOS DEL SUR” 

Siguió hojeando, la página del horóscopo llamó su atención. Rata: hoy mejor ayunar y evite cruzarse con subalternos.  La gente cree cualquier cosa. Plegó el periódico de escasas dos páginas, y la mente y los ojos se desconectaron de la realidad. El silencio se hizo pesado como la injusticia.  Finalmente, el doctor Carlon osó mirar a Garnier que estaba a punto de irse.

—¿Cómo decís que te llamás?

—Garnier. ¿No se acuerda de mí?

Carlon no tuvo ganas de recordar la lista de ayudantes, eran más de 100.

—Bueno, Garnier —dijo el científico—.Comé algo porque hoy no regresas a tu casa. Voy al laboratorio principal, te espero ahí.

Garnier se quedó parado viendo cómo Fansi Carlon se alejaba por el pasillo central del instituto. En ese momento supo que el trabajo iba a ser cuesta arriba. Las 4 de la madrugada es hora de lobos. Ojalá me hubiese ido antes, se dijo con voz trémula. Llamó a su novia para decirle que aquella noche se había convertido en todo lo que odiaba, no iban a estar juntos como habían planeado. Vapeó el cigarrillo electrónico, abandonó el café y siguió a Carlon.

                                                           ***

Fansi Carlon se recuesta sobre el pedestal móvil de la máquina de hologramas y le indica a Garnier que le coloque el casco holográfico de rayos X. El ayudante lo hace con suma precisión. Una luz espejada invade la sala.  Un indicio que alegra a Fansi Carlon. Garnier no sabe muy bien porqué, pero retrocede al reconocer el éxtasis mental de su jefe. 

Carlon se desdibuja en el espacio. Su voz sigue dando órdenes.

Garnier da un respingo y mira el interruptor de imágenes que se halla a escasos centímetros del casco holográfico.

—¡Ni se te ocurra! —grita Carlon.

—¿Qué pasa, doctor? —dice Garnier.

El científico desde el vacío lumínico, no responde ni una palabra  Ese fue el exacto momento en que la admiración hacia aquél hombre se transformó en desconfianza.

El ayudante se aleja del pedestal, y se apoya en el hielo que brota de la pared. Unas líneas de gran intensidad aparecen dentro de un fulgor que es cuasi ridículo, su tonalidad es verduzca. El rostro de Carlon está en el centro de un caos lumínico que no termina de componerse. El comportamiento de las partículas fotónicas, obsoleto. Siempre se utilizó radiación infrarroja, incluso ultravioleta. Pero ahora Carlon usa rayos de un tipo lineal verde, y en un rango novedoso.

Afuera la noche es negra y más aterradora que nunca. El ventanal se ilumina con círculos concéntricos, semejan un prado fértil que gira fuera de sí, halos que se incrementan como las plantas soporíferas valerianas.

Carlon, ahora en el centro de la escena, ríe y llora en forma alternada. Luego, grita, mientras proyecta crípticas imágenes de acontecimientos no vividos hacia lo alto de la sala.

—¡Funciona! ¡El agujero telepático funciona!        

—Es posible —responde Garnier, a punto de congelarse—. ¿Pero no escuchó un ruido extraño? ¿Un ronroneo poco preciso? Quizás es la resonancia de las ondas lumínicas y no hay nada del otro lado del universo conocido. ¡No es para enamorarse ni para estar tan contento, doctor Carlon!

—No intente distraerme, Garnier. Es el típico gemido de la luz al ser interrumpida —responde desde su propio pedestal—. Conozco ese sonido.

El ayudante Garnier le dice que según sus propios cálculos, no existe inteligencia artificial ni agujero telepático alguno descubierto durante ese experimento. Que solo fue un círculo impiadoso de mancomunadas repeticiones, y que en algún lugar del Cosmos puede haber rastros de gemidos animalescos que pudieron ser detectados antes de desvanecerse, pero que aún no tienen entidad de personajes. Así y todo, no se le puede llamar a eso hoyo de transmisión telepática. Además, le recalca que un científico de renombre como es él, no debe apurarse a sacar conclusiones.

El doctor Fansi Carlon alza la voz:

—¿Garnier, no oyó hablar de los tiempos paralelos?

—…

—Bien —dijo con severidad el científico—veo que su ignorancia es supina.

Dicho esto, se incorporó del pedestal móvil para dar por terminado el experimento.

Garnier, apurado, le quitó el casco holográfico.

Todo hubiera quedado en la memoria de ese trance sino hubiese sido que se sorprendieron al notar la presencia de alguien más. Avis, que había permanecido sin ser vista, penosamente, dijo:

—Me aburren. Ustedes dos me aburren. Bah, principalmente usted doctor Carlon. Los agujeros telepáticos existen desde tiempos remotos. Dicen que los que se empapan de ellos terminan en la locura, y la demencia no es aconsejable en ninguna de sus formas.

Garnier se arrimó a Carlon para preguntarle quién era ella. ¿Una nueva ayudante? Quizá esa mujer extraña podría descifrar los sonidos guturales que se habían escuchado durante la experiencia holográfica. Pero, Fansi Carlon no podía contarle que ya llevaba un año experimentando sobre ese agujero telepático, y que Avis ingresaba y regresaba desde la luz, cuantas veces se le antojaba. Prefirió no ponerlo al tanto.

—Es su imaginación, Garnier —dijo Carlon—. Todos estos seres son clones sin vida. En algún momento les darán espacio para que se desarrollen. Pero por ahora no existen.

Garnier no entendía mucho, tampoco iba a contradecir a su maestro. Ya no quería saber más nada del tema cuando la silueta de otra mujer apareció en la habitación y con voz dulce dijo:

—Buenas noches, muchachos. Yo soy Avis, en versión III, y me meteré en sus experimentos cuantas veces se me ocurra.  De ese modo, el doctor Carlon entenderá y comprobará que el agujero telepático no es otra cosa que la luz del corazón repetida por billones de seres. En ese instante la sala se iluminó de color ocre. Incluso el fulgor que emanaban las ventanas tomó esa tonalidad.

El doctor Carlon, terminales y cables en mano, se sentó en una silla de grafito: herencia desechada por otros científicos cuando llegó el mundo trinario.  El singular asiento fue inventado en el siglo de la oscuridad para escuchar con el corazón todo aquello que la lógica, la ciencia, la matemática y la razón no podían explicar.  Tal vez era tiempo de prestarle atención  a Avis III, quizá conocía los misterios de la luz. Sin embargo, la muchacha en versión III se esfumó en un mundo interrogantes. Aún no tenía vida propia. Los clones nada son si no tienen a un titiritero o titiritera principal que goce de las bondades de Gulka,, y Gulka solo reconocía por ahora a la original Avis.

Continúa con el Capítulo 6 mañana 07-12-23

Joe Colombo – 1964

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