Fuera de Serie
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Sean Eternos: Campeones de América
LA VIDA ES SUEÑO — DISPONIBLE EN NETFLIX
Sean Eternos: Campeones de América

Antesala a la final de la Copa América. El plantel de la selección argentina cuenta sus sensaciones en la previa a otra final. Para algunos es la primera vez disputando un partido de este calibre. Para otros, como Lionel Messi, es la quinta oportunidad. El miedo se mezcla con la ansiedad. Las palabras salen temblorosas de las bocas, pese a que los protagonistas ya vivieron aquella experiencia.

Nosotros, los espectadores, sabemos cuál fue el resultado. Es inalterable, está grabado en piedra. Di María la “picó” por arriba del arquero brasilero, en el Maracaná. Selló el partido con una jugada de PlayStation. El resto del partido ya se disputó. Messi ya se arrodilló sobre la banda derecha, tomándose el rostro en llanto, desahogando toda la furia y la frustración de otras conquistas esquivas.

Pese a todo, los testimonios que se suceden no dejan de conmover. Los protagonistas aún no desanudan sus gargantas.

Entonces, surge una anécdota. Mientras el plantel espera que el tiempo pasa, deciden jugar un juego de cartas. Abandonan las partidas de truco que coparon horas de concentración y viajes en avión eternos. Cambian a algo nuevo. Cada jugador debe tirar diez cartas sobre la mesa, intentando adivinar cuál será el próximo naipe. Si adivinan, deben tatuárselo.

El Kun Agüero declara que le parece una pavada. Pero sus compañeros comienzan a adivinar. Cada nueva victoria se festeja como un gol.

Llega el turno de Messi. Las cartas pasan, pero el capitán, el 10, no adivina. Entonces piensa: “esta es mi quinta final”, y se ilumina. Lio lo cuenta con una sonrisa, y podemos intuir que en aquel momento privado su veloz mente de estratega se adelantó, una vez más, al rival. Si es la quinta final, es la quinta copa. Por ende, debería ser 5 de copas el naipe siguiente.

Por supuesto, es el 5 de copas.

“Ya está”, declara el mejor jugador del mundo. “La copa es nuestra.”

Quienes quieran creer en señales, en este documental podrán ver todas las señales que quieran. El relato de los protagonistas avala la creencia pagana. En el fútbol las religiones convergen sin ningún tipo de grieta o enfrentamiento. Cualquier cábala sirve, todo suma. Las reconstrucciones de las situaciones que se hicieron para Sean Eternos, el documental que estrenó Netflix en la antesala al mundial de Qatar, muestra a la perfección el clima espectacular que el grupo construyó para la épica que llevó a ganar el primer título de la selección mayor argentina en veintiocho años.

Es, aparte de una reconstrucción sobre esta gesta deportiva, un repaso por las miserias del periodismo deportivo nacional. El primer episodio narra la historia previa del seleccionado antes de la disputa de esta peculiar Copa América que, como bien dice Messi en su arenga final, debió disputarse en Argentina y Colombia, pero la pandemia cambió todos los planes. Las finales perdidas llevaron a un sector no minoritario del periodismo a destruir al capitán y sus compañeros de equipo, los mismos que nos llevaron, entre otras cosas, a la final de una Copa del Mundo que se escapó por muy poco.

Los mismos periodistas que hoy se derriten en elogios aparecen —voz en off mediante, y recreada por actores de doblaje— demoliendo a los protagonistas. Estos segmentos se complementan con titulares de diarios, con las declaraciones de históricos de la “celeste y blanca” demostrando su frustración.

Ver a Messi hoy, sabiendo que ya ganó el anhelado título, diciendo que va a renunciar a la selección, que dio todo pero que no pudo, es cuanto menos conmovedor. Los comentarios de los “especialistas”, siempre más preocupados por el debate chabacano y la generación espontánea de titulares impactantes. Vivimos en la era del periodismo de redes, en donde ser trending topic es más importante que cualquier otra cosa. En tiempos de efervescencia la objetividad muere, y Sean Eternos muestra a la perfección la cualidad “panqueque” de gran parte del periodismo deportivo vernáculo.

Después viene la reconstrucción. La contratación de Lionel Scaloni y la conformación de un grupo de jugadores que amalgamaron la experiencia de Messi con sangre nueva, fresca, hambrienta de logros. El Papu Gómez y Agüero como dos pilares morales que cumplieron dentro de la cancha con su labor, pero que sumaron aún más en la trastienda. La incorporación de Rodrigo de Paul, una de las figuras más importantes del plante, quien se convirtió un poco en el escudero de Messi. Si la “Pulga” es el Quijote de esta epopeya, de Paul sin dudas es Sancho Panza.

Los partidos se suceden, las críticas empiezan a mermar y la mística futbolera aflora. Los resultados se dan. Hay ilusión. Nosotros ya lo sabemos, ya lo vivimos, pero es imposible no conmoverse con los testimonios.

Neymar y Dani Alves, rivales brasileros, pero amigos de Messi, dan su punto de vista futbolístico sobre Messi y la selección en general. Pero lo más increíble es escuchar decir que están felices porque Messi ganó el anhelado título con la selección. Perdieron un título con el eterno rival, pero están contentos porque su amigo se consagró. Decir que es conmovedor es quedarse corto.

¿Se pueden imaginar el escándalo que hubiera sido la foto de Messi y Neymar post final, sonriendo abrazados, si Brasil era el campeón en ese escenario? La mayoría de los jugadores argentinos no podrían pisar suelo argentino nunca más.

Sean Eternos es un poema de amor a Messi, porque todo conduce a las declaraciones de sus compañeros que están genuinamente más felices por “la Pulga” que por ellos mismos. Di María, uno de los más criticados en el combinado albiceleste, estalla en lágrimas al recordar el dolor que le provocó a él y su familia las feroces editoriales en su contra. Pero a la hora de hablar de su felicidad, también dice que está contento por haber ayudado a su amigo a ganar un título.

De Paul, cuyo amor por Messi no sólo es notorio, sino que se convirtió en objeto de memes por doquier, no puede evitar que las lágrimas caigan cuando habla sobre su amigo. Scaloni se sigue asombrando al ver a su plantel intentando conquistar una copa para su Capitán. Es una muestra de empatía poco común, es el plus que le permitió a la selección terminar primeros en un torneo atípico.

Sean Eternos, que consta de tres episodios de una hora, es el aperitivo ideal para alimentar aún más la ansiedad pre-mundial. Es un relato franco, honesto y sin golpes bajos sobre un equipo que hizo historia, que superó adversidades de todo tipo para honrar a un jugador mítico, inigualable, como lo es Messi.

Está lleno de anécdotas inéditas, como la antesala a los penales contra Colombia, en donde el Dibu Martínez se consagró bajo los tres palos. Él cuenta cómo se le ocurrió, en el momento, hablarles a los jugadores rivales antes de cada disparo. No fue nada planificado, pese a que lucía como un juego mental bien ejecutado.

También accedemos a grabaciones inéditas de la intimidad del plantel, como el cumpleaños de Messi y los regalos absurdos que recibió porque no podían siquiera comprar una torta. Parecerá lejano, pero la Copa América fue el año pasado, cuando la pandemia aún azotaba fuerte al mundo y las restricciones estaban a la orden del día.

El material audiovisual y testimonial es espectacular, y está muy bien dosificado en el relato general.  

La mini serie está llena de entrevistas a los protagonistas y otros futbolistas, como Javier Mascherano —tal vez el jugador después de Messi que más merecía levantar una copa con la selección—, Ronaldinho, Luis Suarez, Xavi Hernández, Cesc Fábregas o el gran Pablo Aimar, parte del cuerpo técnico actual y una de las voces más honestas e inteligentes que expone el documental.

El director Juan Baldana elije dar la palabra a los futbolistas. No mete “opinólogos” del deporte, no mete al periodismo especializado, ni siquiera pone una voz en off. Los protagonistas hablan. La emoción copa la pantalla. Las críticas desaparecen a medida que la consagración se consuma.

Todo es sonrisas. Todo es lágrima y piel de gallina.

Y el sueño mundialista, cada vez más cerca, se incrementa.

Imposible no creer una vez más.

Los tres episodios de Sean Eternos se encuentran disponibles en Netflix.

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