Fuera de Serie
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Monstruo: La Historia de Jeffrey Dahmer
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Monstruo: La Historia de Jeffrey Dahmer

Ryan Murphy saltó al estrellato televisivo creando series como Nip/Tuck, en donde se metió en el polémico universo de las cirugías plásticas exhibiendo un saludable humor negro. Después viró hacia el drama-comedia musical con Glee, un fenómeno global que duró seis temporadas y mostró un reparto inclusivo en una era en donde la inclusión no era la norma. No contento con tener dos hits en su haber, apostó por una producción de terror a la vieja escuela, y lanzó American Horror Story. El formato de antología (cada temporada contaba una historia autocontenida) generó una multitud de fanáticos.

Murphy apostó por una narrativa adulta, con momentos de verdadero shock, sobre todo para la televisión por cable que, a excepción de HBO, jamás destacó por ser trasgresora.

AHS, como la conocen los fanáticos, tuvo temporadas excelentes y otras que rozaron la parodia involuntaria. Murphy parecía perder el control del timón algunos años, para volver con la misma fuerza de antaño en otras. Una de las constantes en casi todas las temporadas fue el actor Evan Peters, que empezó de muy joven a transitar el camino del horror junto al director y productor.

Peters siempre le puso el cuerpo a personajes complejos, muchas veces psicópatas, que acaparaban la atención del espectador. El actor tiene un rostro capaz de transmitir una amplia variedad de emociones, sobre todo perturbadoras. Es dueño de una mirada que, bien utilizada, provoca miedo. Hay ocasiones en las que parece estar mirando a través de uno, como si estuviera tramando algo. Así como en el género de terror existe la categoría de Scream Queen (actrices destacadas dentro del género), Evan Peters se ha ganado el título de Scream King hace casi una década.

Cuando se anunció que la dupla creativa iniciaría un nuevo recorrido en formato de mini serie, esta vez para Netflix, quienes conocen un poco la filmografía del dúo supieron que se estaba gestando una obra que, mínimo, daría de qué hablar. Las expectativas subieron aún más cuando se supo que se iba a narrar la historia de Jeffrey Dahmer, uno de los asesinos seriales estadounidenses más temibles.

Dahmer no se parece a otros de su “especie”. Su historia realmente luce como algo salido de un film de horror, algo que escapó de los sueños febriles del autor más experimentado. Nacido en 1960, tuvo una infancia que involucró a una madre depresiva con tendencias suicidas. Su padre apenas pasaba tiempo en el hogar, siempre estaba trabajando o estudiando. Pero fue él quien lo involucró en lo que se convertiría en uno de sus terribles pasatiempos. El padre solía limpiar huesos de animales muertos que aparecían en las inmediaciones del hogar, y su primogénito mostró un interés genuino por la práctica. Mientras otros chicos hacían deportes, leían historietas o iban al cine, Jeffrey se dedicaba a recoger cadáveres de animales para diseccionarlos.

En la escuela no destacaba, pero tampoco le iba mal. No tenía amigos ni afectos, más allá de una breve relación sentimental y física con otro joven, que siempre ocultó a su familia. Su pasatiempo favorito era burlarse de otros niños menos afortunados con él. Sus víctimas favoritas eran los discapacitados, sobre todo aquellos con parálisis cerebral.

A los dieciocho años llevó adelante sus fantasías más oscuras, las que había estado cultivando desde adolescente. Llevaba unas semanas como egresado del colegio secundario, e iba manejando, tal vez sin rumbo, siguiendo su instinto. Steven Mark Hicks, quien tenía la misma edad que Dahmer, apareció en su camino, buscando alguien que lo llevara. Jeffrey lo recogió en la ruta y, de alguna forma, consiguió que acceda a tomar unos tragos en la casa del conductor.

Una vez que llegaron a la cueva del monstruo, Jeffrey redujo a Steven, lo noqueó y después lo estranguló hasta que dejó de respirar. El nuevo asesino, extasiado por su debut, decidió masturbarse con el cadáver, antes de poner en práctica sus conocimientos adquiridos con los animales. Desmembró el cuerpo y lo enterró en su casa durante algunas semanas, para después exhumarlo y disolver los restos.

Uno de los asesinos seriales más temibles en la historia de Estados Unidos había nacido en 1978, y jamás se detendría.

Sus asesinatos no involucraron solamente el ahorcamiento y el desmembramiento, Dahmer también practicó la necrofilia, guardaba las cabezas de muchas de sus víctimas en una heladera y hasta se comió a algunos hombres. El apodo de “Carnicero” no le fue dado en balde.

Hasta 1991 continuó con sus cacerías infernales, cuando cayó preso. Una vez en manos de las autoridades, las pruebas fueron contundentes. Alegar demencia no sirvió de nada, era ineludible la condena. Los jurados tuvieron que asistir a un carnaval de horrores, ya que su caso fue uno de los más documentados de la historia. Dahmer jamás mostró arrepentimiento, y manifestó que, si hubiera podido elegir una pena, hubiera sido la de muerte, ya que sabía que había algo malo en él.

Lo condenaron a quince cadenas perpetuas, pero sólo llegó a cumplir tres años de su sentencia, cuando un compañero de celda lo asesinó a golpes. Jeffrey vivía poniendo incómodo a presidiarios y guardiacárceles por igual. En retrospectiva, era poco probable que sobreviviera demasiado tiempo en un entorno tan violento. Lo más tristemente irónico es que, al igual que en su carrera como asesino serial, Dahmer consiguió la pena de muerte que tanto quería, sólo que fue ejecutada a manos de un prisionero en vez del Estado.

Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer no es la primera vez que se retrata al asesino en la pantalla grande o chica. Antes de su muerte ya se había estrenado, en 1993, Jeffrey Dahmer: La vida secreta, un largometraje en donde se narraban algunos de los hechos más escabrosos del “Carnicero”. El tinte irreal de la historia fue el foco de numerosas producciones, tanto de ficción como documentales. Se han escrito libros e incluso existe un mercado de memorabilia para los coleccionistas de objetos relacionados con asesinos seriales.

La particularidad de esta nueva serie, que consta de diez episodios, es que Murphy decidió narrar los eventos desde la perspectiva de las víctimas y no del propio asesino. Muchos documentales true crime o series que se basan en hechos policiales reales suelen poner el foco en el victimario, porque puede resultar más “atractivo” para la audiencia. Aquí el foco es quienes cayeron en las garras del monstruo.

Esto despertó, sin embargo, la crítica de muchos familiares de las víctimas, que están cansadas de tener que revivir la historia de sus seres queridos. Cada vez que una nueva producción aparece queriendo retratar a un asesino serial, quienes quedaron con las secuelas emocionales son los que reciben cientos de llamados, desde productores hasta periodistas que buscan un testimonio para ilustrar la nueva nota.

Son testimonios valiosos que ya han dado en múltiples ocasiones. Cuando Dahmer vuelve a aparecer en la cultura popular, esta gente vuelve a revivir la pesadilla.

Para el resto de los espectadores, esta nueva mini serie de Netflix prueba el poderío inigualable de la plataforma a la hora de producir obras del género true crime. Evan Peters es un actor formidable que encarna a uno de los personajes más siniestros de la historia con una precisión que asombra. La mirada muerta del asesino reencarna en el actor, que se mueve estoico por la serie mientras comete los actos mas viles que un ser humano puede realizar.

No es una serie para gente con estómagos sensibles. Si bien no se muestra nada manifiestamente explícito, hay pasajes en donde los detalles que emergieron en el juicio, pero cuyas imágenes jamás se revelaron, se retratan con el estilo shockeante que llevó al director (aquí productor y guionista) Ryan Murphy al estrellato.

Los amantes de las series policiales encontraran un relato bastante fiel a la historia real de Dahmer, en la piel de uno de los mejores actores de terror de esta generación. Los diez episodios se encuentran disponibles en Netflix.

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