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Cómo se Convirtieron en Tiranos
LA DOCTRINA DEL ETERNO RETORNO — DISPONIBLE EN NETFLIX
Cómo se Convirtieron en Tiranos

Nos gusta ser gobernados, dice un analista político en el inicio de la serie documental Cómo se convirtieron en tiranos, y después sigue con una afirmación que puede llegar a estremecer: es cuestión afirmar que uno puede solucionar todos los problemas de una nación Y hacer algunos cambios para que la gente te siga.

Todos anhelamos el poder absoluto, sólo que no sabemos cómo conseguirlo, agrega Peter Dinklage, famoso actor reconocido por haber encarnado a Tyron Lannister en Games of Thrones, que aquí presta la cadencia de su voz para la narración.

Si quieres gobernar, primero debes creer que puedes hacerlo.

La narrativa, encarada con un tono irónico que busca emular los video-manuales corporativos destinados a adoctrinar “emprendedores” y “empleados” novatos, toma como punto de partida seis dictadores, los tiranos del título, y los disecciona para extrapolar eventos, decisiones y rasgos de personalidad que llevaron a estas personas a gobernar con puño de acero y baños de sangre sus respectivas naciones.

Los episodios se concentran en: Adolf Hitler, Saddam Hussein, Idi Amin, Josef Stalin, la dinastía Kim en Corea del Norte y Muamar el Gadafi. Todos ellos dictadores que nacieron y cayeron en pleno siglo XX.

Esta primera temporada hace menciones a otros personajes infames de la historia moderna, pero decide concentrarse en estos para construir ese irónico manual del tirano, los toma como ejemplos paradigmáticos dejando como notas al pie de la página a otros sanguinarios de la talla de Nicolas Caausescu o Benito Mussolini para complementar el relato.

Lejos de ser estudios biográficos de cada personaje, los capítulos señalan aspectos de las vidas previas a la infamia con el fin de comprender al sujeto de estudio, siempre con la idea certera de encontrar la fórmula que le permitió a tanta gente reinar mediante el terror y el genocidio naciones de diversas culturas. Todo sucedió en un siglo post-revolución industrial, con la caída del colonialismo “clásico”, sumado al proceso de globalización en permanente crecimiento en donde la información cada día viaja más rápido. En teoría, los adelantos tecnológicos, los avances en derechos humanos y la oportunidad de estudiar los errores del pasado deberían haber imposibilitado surgir a estas personas totalitarias. Sin embargo, el siglo XX probó ser tan o más sanguinario que otras épocas, a plena luz del día, con el escrutinio del ojo global.

Desde el principio los analistas políticos e historiadores señalan que todos estos dictadores comparten rasgos de personalidad similares: son narcisistas, egomaníacos, repletos de inseguridades y con una visión mesiánica que los posiciona en el centro de un conflicto cuya única resolución parece recaer sobre sus hombros. Bajo la falsa premisa de mejorar sus naciones, estas personalidades comienzan a crear un círculo de poder que les permitirá llevar a cabo sus planes, eligiendo los momentos “adecuados” —en general, el punto más bajo en el gobierno de la persona que buscan derrocar— para instalarse en el poder.

A medida que avanzan los episodios, todos breves, concisos y sumamente ágiles, es impresionante ver como las tácticas que emplean todos los dictadores elegidos se asemejan en ejecución. Al finalizar con la serie es inevitable pensar que la humanidad está destinada a tropezar una y otra vez con la misma piedra. Y, lo que es peor, muchas de estas tácticas se utilizan en gobiernos democráticos débiles para reforzar un poder que se les escapa de la mano como arena.

Por ejemplo, una de las técnicas comunes a todos los dictadores que vemos en Cómo se convirtieron en tiranos es la de generar sentido de pertenencia con el pueblo que buscan cautivar, y esto lo generan con —entre otras cosas— la búsqueda de un enemigo común a quien dirigir toda la energía discursiva y el peso de sus acciones. La gente, hipnotizada por estos líderes carismáticos, cae en el discurso del odio, y acepta así medidas que a la larga terminarán perjudicándoles. Los dictadores de la serie se rodean de personas leales a su causa, pero no dudan en sacrificar a los suyos si necesitan enviar un mensaje.

Utilizan los recursos del estado para comprar lealtades, y tras breves períodos de bonanza económica, el saqueo de las empresas —expropiadas por el estado— deriva en períodos de inflación extrema, devaluación de la moneda, falta de trabajo y la falta de recursos básicos. Los dictadores, por supuesto, no pierden su poderío económico, ellos ya se llevaron parte de las divisas, es el pueblo quien sufre las consecuencias.

Si no estuviéramos haciendo una reseña de una serie que cuenta como seis dictadores ascendieron al poder, algunas de estas estrategias suenan extremadamente familiares para quienes hemos vivido o estudiado en las democracias modernas latinoamericanas.

Peter Dinklage es una elección fabulosa para la narración. El tono “juguetón”, siempre irónico y mordaz le permite al espectador observar segmentos terribles de nuestra historia con nuevos ojos. Los productores de la serie complementan varios pasajes que no tienen metraje real con animaciones muy bien ejecutadas. Estos dibujos animados no son solemnes sino que se acoplan al guión a la perfección, sin caer en imágenes explícitas de matanzas y siempre caricaturizando al dictador de turno.

La conclusión más triste que deja esta primera temporada de Cómo se convirtieron en tiranos es que este falso manual para convertirse en un dictador no parece haber pasado de moda. Muchos de los puntos que se detallan acá son estrategias que vemos en gobiernos alrededor del globo todos los días.

Sin ir más lejos, el mundo está observando una guerra demencial en Ucrania perpetrada por Vladímir Putin, en donde se está llevando a cabo un genocidio. Tomemos, entonces, los títulos de cada episodio en orden y apliquemos estos a la figura del mandatario ruso:

“Conquistar el poder”, “Acabar con tus rivales”, “Gobernar mediante el miedo”, “Controlar la verdad”, “Crear una sociedad nueva”, “Gobernar para siempre”.

Putin está en el poder ininterrumpidamente desde el 2012, tras un período de ocho años desde el 2000 al 2008. Durante todos sus años de gobierno se encargó de silenciar a todo tipo de opositores, mediante métodos diversos, algunos más sutiles, otros más grotescos que van desde campañas mediáticas de desprestigio hasta intentos de asesinatos de rivales políticos directos. Esto lleva a gobernar con miedo, algo que podemos ver en este preciso instante con la cantidad de detenciones ilegales en pleno suelo ruso por el mero hecho de protestar contra el conflicto bélico. El cierre de medios de comunicación disidentes y el control total del discurso en los servicios de noticias remanentes claramente se adecuan al cuarto título, controlar la verdad. Putin tiene ideas muy claras sobre qué elementos “están bien” en su modelo de sociedad, y un ejemplo está en su postura sobre la diversidad sexual, a la cual repudia y condena. Gobernar para siempre, se explica solo.

La humanidad parece destinada a repetir los errores del pasado. Los dictadores y los tiranos siempre han existido. El “manual” que explica Cómo se convirtieron en tiranos data desde los inicios de las civilizaciones modernas, y lejos de haber pasado de moda, sigue vigente a lo largo y ancho del mundo. Las dictaduras siguen naciendo y consolidándose, algunas disfrazadas de democracia, otras que ni se esfuerzan en ocultar sus nefastas intenciones.

Series como esta, que se encuentra disponible en Netflix, ofrecen un análisis ameno de una temática terrible, que nos interpela a todos y que nos da más herramientas para poder abrir los ojos frente al poder que decide, día a día, el rumbo de nuestras vidas.

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