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La Bruja
EL ARTE AL SERVICIO DEL HORROR — DISPONIBLE EN NETFLIX
La Bruja

En esta sección hemos hablado de directores de cine mainstream, el famoso “pochoclero”, y también de otros que pueden enmarcarse en la —a menudo pretenciosa— categoría de autores. En el 2015 debutó el cineasta Robert Eggers, que en aquel entonces tenía apenas treinta y un años de edad, con un film de terror psicológico/sobrenatural diferente a todo lo que el mercado ofrecía mes a mes.

La obra se llamó La Bruja, y de ahí en adelante cada vez que se anuncia un largometraje comandado por Eggers el público y la crítica empiezan a tachar días en el calendario hasta el estreno.

La historia habla de una familia extremadamente religiosa que, tras discutir con su comunidad puritana en Nueva Inglaterra, toman la decisión de aislarse en el medio de un campo lindero a un bosque.

William (Ralph Ineson) junto a su esposa Katherine (Kate Dickie) se ubican en una rústica casa junto a sus hijos Caleb, Mercy y Jonas, gemelos, y Thomasin (Anya Taylor-Joy), la mayor de los hermanos.

Corre el año 1630, y las condiciones de vida son duras. La cría de animales se complica por el clima, el suelo no colabora para que algo crezca allí. Abunda la madera gracias a las ofrendas del bosque, pero pese a la granja que la familia construyó, las perspectivas de tener una vida con cierta comodidad parece alejada. Para sumar “problemas” a la ecuación, Katherine dio a luz a Samuel, el quinto vástago del humilde grupo.

Las excursiones al bosque para conseguir comida se intensifican. El patriarca lleva a su hijo para enseñarle el arte de la caza, y Thomasin queda a cargo de ayudar con las tareas de la casa, incluyendo el cuidado de sus hermanos pequeños. Una tarde, mientras disfrutaba de juegos sencillos con el bebé, este desaparece delante de sus narices, sin ningún tipo de explicación lógica aparente.

Samuel no fue bautizado, y frente a la desgracia esta falta de protección espiritual pesa sobre el matrimonio. No tardan en atar cabos y achacar la ausencia del primer Sacramento a la abducción del bebé. Como el hecho sucedió bajo la mirada de la hermana mayor terminan culpando a la adolescente, quien no tiene argumento alguno para defenderse. Las sospechas sobre el accionar de una bruja en aquella tragedia crecen. Los bosques son los territorios en donde se llevan a cabo los aquelarres, y se sabe que aquellas arpías viven escondidas entre los troncos de los árboles, esperando a sus víctimas. William y Katherine optan por enviar a Thomasin a una nueva familia como sirviente, con la esperanza de así evitar una nueva tragedia.

Pero esta es una película de terror, en donde hay una bruja acechando a la familia, animales de granja tenebrosos y una atmósfera ominosa, claustrofóbica que presagia un final apoteósico.

La Bruja es un largometraje que parece haber sido extrapolado de otra era. No hay acción trepidante, no hay una edición frenética ni un asesino oculto destripando víctimas cada diez minutos. El ritmo se asemeja más a films clásicos como El Exorcista o El Bebé de Rosemary, cintas en donde los directores se tomaban todo el tiempo necesario para establecer a los personajes, en donde el terror se sugería más veces de las que se exhibía. Los diálogos no abundan pero son sustanciales, y el excelente elenco se tiene que valer de las expresiones faciales y corporales para transmitir todas las emociones que requiere la historia.

La fotografía, a cargo de Jarin Blaschke, se nutre principalmente de la luz natural de la locación, y consigue generar una paleta de colores por momentos casi monocromática, que permiten crear un contrapunto estético con las imágenes más impactantes, sobre todo en el tercer acto. La mayoría de las escenas parecen sacadas de cuadros barrocos y realistas del 1800, que destilan una belleza terrible dentro del contexto trágico de la historia. Desde el aspecto visual, este es un largometraje preciosista.

Rober Eggers nutrió el guión a base de escritos de la época en la que situó el film, y gran parte del diálogo son transcripciones de estos textos. La elección del marco temporal no es arbitraria, ya que en 1630 aún faltaban más de sesenta años para los famosos juicios a las supuestas brujas de Salem, que disparó una histeria colectiva histórica, muy bien documentada. Otra de las inspiraciones del escritor fueron sus propios sueños en la infancia relacionados con brujas, sobre todo uno recurrente en donde una mujer tenebrosa lo seducía en un bosque. El resultado es un guión que se siente como un relato folclórico tradicional —de hecho el subtítulo es Un cuento folclórico de Nueva Inglaterra— pero que, al final, sigue siendo la creación de un hombre muy inspirado.

La Bruja significó el debut oficial de Anya Taylor-Joy, una de las principales estrellas de Hollywood del momento, con un horizonte que parece no tener límite alguno. Desde el primer momento la joven actriz demuestra tener una presencia impactante, hipnótica, y consigue transmitir toda la angustia que sufre su personaje a menudo valiéndose de expresiones solamente. Todo el resto del elenco no sólo acompaña sino que complementa muy bien el claustrofóbico libreto, pero es Taylor-Joy quien termina cargando la película sobre sus hombros, creando una criatura compleja, interesante con un arco argumental completo y trágico.

La película permite que los espectadores decidan sobre la verdadera naturaleza de la amenaza que se cierne sobre la familia. Si bien hay más de una escena en donde lo sobrenatural se manifiesta de forma explícita, la exploración que realiza Eggers en la filosofía religiosa de los protagonistas puede llevar a pensar que la histeria podría ser la causa de las cosas “raras” que vemos. Pese a que el director manifestó que lo que se ve es lo que pasa, el encanto de este tipo de películas elaboradas con la precisión de un relojero suizo es que hay lugar para la interpretación. El film está repleto de planos con simbología sutil pero presente, escenas en donde la ambigüedad se cuela en la narrativa, y es en estos momentos en donde la imaginación florece.

La Bruja convirtió a su director en una de las figuras más elogiadas en el panorama cinematográfico allá por el 2015. Pasaron cuatro años hasta que estrenó un nuevo largometraje, El Faro, con Robert Pattinson y Willem Dafoe como dos guardias de un faro en Maine a inicios del siglo XX. Eggers apostó por otra fábula oscura, con alto contenido onírico, diálogos complejos no sólo por el contenido sino por la utilización de jerga marinera y léxico propio del siglo XIX. Encima, se animó a filmar en blanco y negro.

No sólo fue una decisión estética sino una declaración de principios artísticos: en medio del frenesí que provocan las superproducciones repletas de colores vibrantes, efectos especiales que saturan cada plano, El Faro fue una necesaria parada en boxes.

Este año se estrenará el nuevo largometraje del escritor y director, titulado El Hombre del Norte. Será un drama épico de venganza, que toma lugar en la Islandia del siglo X, y con los avances que pudimos ver promete ser un espectáculo visual imponente, con una historia trágica que lo sustente. Algo a lo que Eggers nos “mal acostumbró” con sus primeros dos largometrajes.

Toda la expectativa frente a un nuevo proyecto de Rober Eggers tiene su génesis en su ópera prima, La Bruja, que está disponible en Netflix para todos aquellos que deseen sumergirse en un universo tan hermoso como perturbador.

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