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Creo que los Países son Un Error
“Borges: fui Comunista, Anarquista, Radical y Conservador”
Creo que los Países son Un Error

El 23 de Abril, aniversario del nacimiento del autor de El Quijote, el Rey Juan Carlos de España hará entrega en Madrid a Jorge Luis Borges del premio Cervantes y la Orden al Mérito Civil, una importante condecoración otorgada por el gobierno español.- Este premio, considerando el Nobel español, es de reciente institución y fue concedido anteriormente a Jorge Guillen. En esta oportunidad, ha sido adjudicado conjuntamente a Borges y a Gerardo Diego, y cada uno de ellos recibirá la suma de cinco millones de pesetas. Jorge Luis Borges, cuyo nombre y obra no dejan de difundirse universalmente cada día con mayor lastre y admiración, se halla, a los ochenta años, en el pleno goce de su capacidad creadora, de su prestigiosa memoria y su extraordinaria facultad de asociación, y desde luego de su inveterado y muy personal sentido del humor. Con el converso Alberto Vanasco, en su casa, una mañana lluviosa de este periodo estival.

Ilustración Revista Lyra 1970

Alberto Vanasco: La prosa, la poesía y el pensamiento de Jorge Luis Borges fueron un lujo que empezó a sucederle a la Argentina hacia 1920… ¿No le parece esta frase lo bastante acertada y borgiana como para iniciar un dialogo sobre el joven que dio lugar a su obra y su prestigio?
Jorge Luis Borges: No creo que la frase sea Borgiana, porque yo no puedo estar de acuerdo con ella. Mi obra no puede ser considerada un lujo porque no tiene ningún mérito.

A.V: Dejando de lado su consabida modestia, podemos referirnos al hecho de interés que su obra ha despertado en el mundo, casi en todas partes.
J.L.B: Eso también se debe a un malentendido. Todo tuvo su origen en una ocurrencia de Roger Caillois, quien tuvo la idea de proponerme para el premio Fomentor y una vez que me lo otorgaron, los malentendidos se fueron acumulando.

A.V: Sin embargo , ya hacia 1930, un grupo de escritores argentinos le dedica un número especial de una revista, cosa que, por un lado, indica que fuimos los argentinos, por lo menos, los primeros en reconocerlo y, por otro, que el caso es bastante extraordinario, tratándose de escritores, en los que precisamente podemos decir que la dadivosidad o existe.
J.L.B: Eso también fue algo privativo de la revista Sur. Yo pertenecía al grupo de colaboradores de esa publicación, y la edición a que usted se refiere se debió a una circunstancia muy especial. En ese momento se había concedido un premio a un señor Acevedo Díaz a raíz de eso se formuló una protesta general. Así fue como en desagravio organizaron en Sur esa edición.

Se trató nada más de una generosidad de Victoria Ocampo. A mí, por supuesto no me dijeron nada, y colaboraron en ese número Pedro Henríquez Ureña, Bioy Casares y otros más.

A.V: Generosidad de una parte o de otra, pero su obra siguió adelante.- Tengamos en cuenta que en ese momento usted apenas contaba con treinta años. ¿De dónde traía ese badaje de inquietudes, ideas y conocimientos?
J.L.B: De mi adolescencia ginebrina, sin duda alguna. Por eso pienso en Ginebra como una de mis diversas patrias. Quiero mucho a Ginebra. Felizmente es una ciudad que apenas ha cambiado.- La parte francesa sí, pero el resto no.

A.V: Ginebra, la ciudad donde Nietzsche quería morir y Lenin tuvo que vivir. ¿Trajo también de allí sus incipientes ideas políticas, debidas al ambiente ginebrino?
J.L.B: No, no creo. Yo no pensaba en política, en ese entonces. En esa época me consideraba un anarquista, un individualista, creía que los países, como creo ahora, son un error.

A.V: Y su simpatía por el yrigoyenismo al volver al país, ¿a qué se debió?
J.L.B: Es algo que no entiendo. Aunque sí, claro, había una razón. Mi abuelo Isidoro Acevedo había sido amigo de Alem y había conocido a Yrigoyen. Más aun, tenía un comité radical en la Parroquia de San Nicolás y había sido comisario de Balvanera, en el barrio de Once, donde también fue comisario Yrigoyen. Él era de allí, igual que Alem. El padre de Alem tenía una pulpería. De allí viene esa estrecha relacion de mi abuelo con ambos.

A.V: Así que Alem fue una personalidad mítica importante en la constelación de figuras políticas de su juventud, y también de su infancia, desde luego. Después estaría Yrigoyen.
J.L.B: Eso es.

A.V: ¿Qué detalles significativos se destacan en esos recuerdos?
J.L.B: Muchos. Como usted sabe, el padre de Alem fue uno de los degolladores que fusilaron en el año 53. Alem había escrito un poema sobre este hecho, que yo sabía de memoria. Los fusilados fueron cuatro en total: uno se llamaba Parra, era español y vivía cerca de La Merced.

Era muy devoto de la virgen y se pasaba la vida cumpliendo su misión de degollador o arrodillado ante el altar de la Virgen, golpeándose el pecho pidiendo perdón por sus pecados.

Cuando se cometía algún crimen horroroso la gente decía, “debe ser cosa del gallego Parra”, así que tenía fama de cruel.- Cultiño creo que era también gallego. De Troncoso no sé nada.

De Alem algunos decían que era de ascendencia española y otros decían que era turco. Yo siempre había oído decir que los fusilamientos se habían llevado a cabo en el hueco muy cerca de la Iglesia de la Concepción, donde ahora está la estación Independencia del subterráneo, pero una señora Tejerina me dijo que el abuelo de ella, un coronel Tejerina, había dirigido la ejecución, y que fue en el hueco de doña Engracia, que ella situaba en la plaza Libertad. Tal vez no fueron fusilados juntos o no se hacía mucha diferencia en ese entonces entre un hueco y otro. Yo, por ejemplo, también había oído contar en mi casa infinidad de veces la muerte de Alem, el suicidio de él en su coche mientras se dirigía al club del Progreso. Siempre me impresiono el detalle de la bufanda de vicuña que llevaba, que había manchado de sangre.

A.V: ¿Y en cuanto a Yrigoyen?
J.L.B: Mi simpatía por él se debía a mi idea de que era un señor criollo que quería gobernar bien, y en mi casa, además, siempre se había hablado bien de él. Yrigoyen era un caballero, pero estaba rodeado de sinvergüenzas. Él era un hombre modesto y honrado. No tenía coche oficial y viajaba en tranvía, y cuando vio que la gente no quería que volviera, se quedó en su casa.

A.V: ¿Cómo vivió usted su caída?
J.L.B: Me pareció que Uriburu había cometido un gran error, y que por otra parte había hecho una cosa bastante. Ante todo, desligó de su juramento a los cadetes del Colegio Militar. Una persona no puede desligar a otros de un juramento. Luego hizo que los cadetes marcharan al frente de las tropas, y cuando los radicales hicieron fuego sobre ellos desde la confitería del Molino, lo que era algo justificado ya que marchaban contra el gobierno, quedaron como asesinos de chicos. El que se mostraba más indignado era Roberto Arlt, que estaba de parte de Uriburu. Yo le dije que no tenía razón, porque si el ejército avanza para derrocar al gobierno, es natural oponer resistencia. Era mucha la gente partidaria de Uriburu: Francisco Luis Fernández y Marechal, por ejemplo y supuesto Oliverio Girondo, que era pariente de Uriburu.

Actualmente pienso que tenían razón, que era una revolución necesaria, que era justa.

A.V: Y en lo que respecta a la línea paterna, ¿habían sido federales?
.L.B: No, al contrario. Mi abuelo era colorado, esto es, unitario. Los blancos correspondían a los federales. Oribe, por ejemplo, que fue hombre de Rosas durante un tiempo, era blanco. Mi bisabuelo había nacido en Portugal, y era capitán de barco. Su apellido Borges era muy común en Portugal. Se casó en Montevideo con mi bisabuela que era puntana, Carmen Lafinur, hermana del poeta Juan Crisóstomo Lafinur. Por ese lado yo tengo unos cuantos parientes cordobeses: los Funes, los Bustos, los Trejo, Cabrera, Sanabria, Montenegro, mucha gente vieja de Córdoba. Mi padre ya nació en Paraná.

A.V: ¿Y cuáles fueron las lecturas de carácter político-filosófico que más influyeron en usted?
J.L.B: Recuerdo ante todo la obra de Herbert Spencer, que, como es sabido era anarquista.

Pero quiero mencionar un título en particular, “El individuo contra el Estado”. El anarquismo de Spencer era muy singular, como el mío. Pensaba que los gobiernos no debían acuñar moneda, porque según el terminarían por emitir dinero falso por falta de control, lo que ha ocurrido desde luego. Afirmaba que los mejores ejércitos eran los mercenarios o los condottieri, como tenían los cartagineses o los italianos. Estaba contra la Unión Postal Internacional y a favor de las mensajerías, como funcionan hoy cada vez más. Creía en general que toda empresa oficial debía ser ineficaz porque carecía de competencia. Todo esto se suscitó cuando hacia 1880 el Estado compro los ferrocarriles, Spencer se indignó y dijo: “Ahora van a ser más caros y van a funcionar mal”.

A.V: ¿Y actualmente cuál es su posición política?
J.L.B: En la actualidad no pertenezco a ningún partido. He sido como muchos, comunista, he sido anarquista, he sido radical, después he sido conservador. En todo caso diría que hoy soy  privadamente anarquista, en el sentido de desear un mínimo de gobierno, pero nada más.

Estoy alejado de todo lo oficial, aunque muchos creen que tengo influencias políticas. Mi vinculación con el gobierno se reduce a una felicitación que recibí del General Videla o una visita que me hizo el Intendente. Yo le pregunté si había podido llegar a pesar de los baches, y él me dijo que si, que ya se había hecho baqueano en sortearlos.
Vigencia – Mayo 1980 – Alberto Vanasco a Jorge Luis Borges, “Borges: fui Comunista, Anarquista, Radical y Conservador”.

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