En 1989 la cadena NBC decidió apostar por una sit-com protagonizada por un emergente comediante de stand-up, Jerry Seinfeld. El actor, director y guionista Larry David ofició de coproductor y ambos gestaron una serie que contaría la vida ficticia del humorista, intercalando las viñetas de su vida cotidiana con segmentos de monólogos provenientes de shows en bares sin nombre. El escenario principal sería el departamento del comediante, ubicado en la cosmopolita Nueva York. El primer episodio piloto salió al aire el 5 de julio de 1989, y desde entonces, la comedia televisiva no volvió a ser la misma.
A menudo los sitios web, canales de YouTube o medios especializados se desviven para crear listados “definitivos” que coronen a la mejor serie de humor de la historia. —al menos de la historia estadounidense— Surgen nombres como Friends, The Office, Malcolm in the Middle, o Los Simpsons. Los títulos pueden variar según el gusto de quien establece la lista, pero la mayoría parece coincidir en que Seinfeld siempre está en primer lugar.
No es casualidad, no es un capricho. La serie, que finalizó su emisión tras nueve temporadas y ciento ochenta episodios de altísima calidad, no ha encontrado un sucesor del estilo humorístico desde 1998. Esto no implica que no hayan habido otras series emblemáticas dentro del género, pero ninguna ha conseguido equiparar la popularidad entre el público ni el consenso con la crítica como lo hizo Seinfeld.
Por poner un ejemplo, ninguna sit-com ha sido motivo de tantos análisis como lo fue este producto. Existen numerosos libros que se adentran en la filosofía de la serie, intentando descifrar el nihilismo de los episodios —la famosa no temática de sus capítulos—y que toman aquellos nueve años al aire e incontables repeticiones en canales de cablecomo una radiografía del neoyorquino promedio, del hombre y la mujer urbanos con sus neurosis. Toman a Seinfeld como sujeto de estudio y como punto de partida para establecer un relato de la vida clase media y trabajadora del estadounidense pre- 11 de septiembre del 2001. La serie es un fresco extenso sobre un momento particular en la historia de la potencia del norte, una era que le quedaba inocencia por perder pero aún no lo sabía, en donde los problemas mundanos eran el motor de cada pequeña historia.
En Seinfeld no hubo historias épicas, arcos argumentales que se desarrollaran durante temporadas. Los personajes secundarios podían ser recurrentes o cosa de una vez para poder establecer el contexto humorístico, y así formar parte del engranaje del chiste complejo, cuidadosamente diagramado por los guionistas y ejecutado a la perfección por el equipo técnico y creativo. Los escenarios eran claramente sets televisivos, en alguna ocasión se recurría a locaciones reales, pero Seinfeld no apostaba al realismo “visual”, sino al gag hablado, al personaje estereotipo llevado a la enésima potencia.
Los disparadores de las historias siempre fueron situaciones que podían sucederle a cualquier persona. Una relación fallida, la obsesión por la higiene o trastornos obsesivos compulsivos de todo tipo. A menudo los argumentos giraban alrededor de una mentira pequeña de alguno de los protagonistas, que comenzaba como una “picardía” para tener ramificaciones insospechadas, pero nunca cercanas al absurdo extremo de otras sit-coms. La idea de Larry David y Jerry Seinfeld siempre fue contar historias urbanas, factibles, capaces de conectar con el espectador.
Por eso las escenografías nunca fueron preciosistas. Los departamentos que habitan los personajes no ostentan lujosos mobiliarios; nadie viaja a destinos exóticos y a menudo no consiguen los empleos soñados. Las oportunidades de obtener estatus social les son esquivas, las parejas les duran poco y el melodrama —habitual condimento de este tipo de género— brilla por su ausencia, porque la vida de esta gente parece transcurrir en un universo en donde las minucias son lo más importante y las consecuencias jamás son impactantes. Si pierden un empleo, siempre habrá otro. Si el interés romántico de turno se va, saben que vendrá otro.
Aquí es donde nos tenemos que detener a hablar del cuarteto protagonista. Jerry Seinfeld es el comediante que da título a la serie. Sarcástico, maniático de la limpieza, es un poco el eje racional del grupo, aunque a menudo sus manías le juegan malas pasadas que le impiden obtener lo que busca. La serie comienza con él soltero, tras una relación Elaine Benes —la actriz Julia Louis-Dreyfus— con quien mantiene una relación platónica y de gran confianza. Ella tiene una personalidad un poco neurótica (rasgo en común de los cuatro), prefiere la compañía masculina y no teme hacerse escuchar con sus puntos de vista. Es cinéfila y amante de la literatura, Elaine es la que tiene empleos más “intelectuales”, aunque a menudo su personalidad se interpone con sus objetivos de carrera y sus relaciones interpersonales.
George Constanza, uno de los personajes preferidos por el público, es el mejor amigo de Seinfeld y está encarnado por Jason Alexander. Calvo, bajito y excedido de peso, el hombre es un cúmulo de inseguridades coronado por una personalidad tan irascible como compulsiva. No duda en mentir para obtener lo que quiere, pero esto siempre resulta en desastres para él. Ama a las mujeres pero, al igual que sus amigos, es incapaz de mantener una relación seria, a menudo porque sus romances comienzan con alguna mentira; porque tiene estándares muy “altos”, o simplemente porque el resto del grupo conspira involuntariamente para que sus novias terminen huyendo. Cambia de trabajo a bastante seguido —empieza como vendedor de bienes raíces pero llega a tener un empleo dentro de los New York Yankees, el equipo de béisbol— y está obsesionado con la idea de ser un arquitecto, aunque jamás intentará siquiera averiguar en alguna universidad.
Cosmo Kramer es el vecino de Seinfeld, interpretado por el actor Michael Richards. Posee una personalidad excéntrica, con un pasado que se va descubriendo a cuenta gotas —su nombre de pila es un misterio durante varias temporadas— y siempre está intentando llevar a cabo algún negocio que lo saque de la malaria, independientemente de que éste sea legal o lo lleve a tener problemas. No tiene filtros a la hora de hablar con otras personas, y siempre tiene ideas poco convencionales que, casi siempre, lo terminan metiendo en más embrollos, arrastrando a su grupo de amigos. Vemos fragmentos de lo que podría ser una vida amorosa, y aunque le gustan las mujeres, Kramer parece estar consumido por su propio universo —es bastante egocéntrico a su manera— y pese a que siempre está dispuesto a ayudar a los demás, la mayoría de las veces los resultados son negativos. Jerry acepta que su vecino entre a placer a su casa para llevarse comida, utencillos o lo que necesite para la nueva “locura” que le toca en cada episodio. Kramer es el personaje más histriónico, el que ejecuta la comedia física más extrema, y junto con George es de los preferidos del público por la incontable cantidad de memes que generó —antes de la existencia de los memes.
El elenco principal se nutre de un sinfín de secundarios memorables. Los padres de Seinfeld, Helen y Morty, el cartero Newman, enemigo declarado de Jerry y amigo de Kramer. Los padres de George también son recurrentes en la serie, Frank y Estelle (ambos neuróticos como el hijo). Cada episodio suele tener algún actor invitado que hace un personaje específico que sirve como motor del chiste a gran escala que cuenta el capítulo, como El Nazi de la Sopa, un vendedor de sopas, inmigrante de medio oriente, que ante la menor desobediencia o desacato de los clientes les niega la venta de la comida al grito de “¡no hay sopa para vos!”; o el jefe de George en los Yankees, George Steinbrenner, a quien nunca le vemos el rostro, pero que aparece gritándole a su empleado, a menudo balbuceando incoherencias, y que lleva la voz de Larry David.
Enumerar el listado de personajes que pasaron por los ciento ochenta capítulos es una tarea titánica que, por otro lado, no tiene mucho sentido. Existen listados detallados en Internet, pero la gracia de la serie es ir descubriendo que nuevas criaturas aparecen, porque siempre tienen roles vitales en el gran esquema que se plantea dentro de los 24 minutos que dura cada episodio, y el espectador puede elegir cuales son sus favoritos entre una plantilla vasta y suculenta.
El público nuevo, que ahora puede disponer de las nueve temporadas gracias a Netflix —tal vez el estreno más fuerte del año para la plataforma— se encontrará con una enorme cantidad de material que la era de las redes sociales se encargó de viralizar sin contexto alguno. Si te topaste con una especie de pintura al óleo de George Constanza en pose sugestiva y ropa interior, en la serie vas a entender de donde viene aquella imagen. Es probable que hayas visto numerosos stikers, gifs o fotos de Kramer con su característico cigarro en la boca, haciendo algún gesto exagerado, y todo sale de acá. Tal vez viste a Elaine bailando como loca ante la atónita mirada de los que la rodeaban, y hay un capítulo específico que habla sobre las dotes motrices de la mujer a la hora de interpretar la música. Seinfeld, como se dijo párrafos arriba, lanzó al mundo cientos de memes antes que la gente supiera lo que es un meme. Antes se reproducían boca en boca, con la gente comentando sus momentos preferidos, algo muy similar a lo que ocurrió (y sigue ocurriendo) con Los Simpsons.
Seinfeld construyó un código lingüístico con su público que perdura hasta el día de hoy.
Si te asusta que la serie trate de “nada”, esto es una mentira que incluso la misma serie se encargó de parodiar en un episodio donde Jerry y George le proponen a una cadena televisiva hacer un show sobre unos amigos que viven en Nueva York a los cuales no les pasa nada. Seinfeld mismo aclaró años después que la idea principal era contar cómo un comediante consigue material para sus monólogos basándose en la vida real, en sus experiencias. La mayoría de los episodios son versiones traducidas a la ficción de personas y eventos que le sucedieron a los guionistas. Seinfeld, lejos de hablar sobre “nada”, en realidad habla sobre todo, sólo que se concentra en el todo cotidiano, e intenta encontrar la coherencia en el caos sin orden narrativo que suele ser la vida real. Por supuesto, se exagera para que la comedia sea efectiva, pero estamos hablando de una serie que fue capaz de tocar temáticas tan controvertidas como el aborto, o toca tópicos como la masturbación, discapacidades, enfermedades o hasta muertes trágicas. Todo en horario prime-time, en una época en donde el discurso explícito no era nada común dentro de una comedia.
Prácticamente cualquier ocurrencia de una persona clase media en la década de los ´90 pasó por el filtro de Seinfeld, y por eso conforma un excelente material para ver un poco como era la idiosincrasia del estadounidense trabajador, filtrado por un prisma de nihilismo omnipresente que, lejos de establecer un ánimo opresivo, terminaba siempre contribuyendo al chiste final, el que se desenvolvía en la última escena, a último momento. Tras terminar la historia, Seinfeld aparece unos segundos en un escenario demostrando como aquellas experiencias se convirtieron en la materia prima de sus shows, creando una sensación de historia “circular” perfecta, planificada y ejecutada con precisión de relojero. Así como la serie no le esquivaba a ninguna temática, el comediante ficticio dentro de la serie tampoco lo hacía. Todo vale en el universo de Seinfeld.
A pesar que ya han pasado veintitrés años desde que finalizó, Seinfeld sigue siendo materia de análisis, de libros, video-ensayos o notas como esta que estás leyendo. Goza de un doble estatus paradójico: es una serie de culto y también es una serie de popularidad masiva. Las plataformas de streaming intentaron negociar los derechos durante años y en el 2019 Netflix le ganó la pulseada a Hulu y Amazon, ni más ni menos.
El primero de octubre del 2021 las nueve temporadas de Seinfeld se hicieron disponibles a los usuarios de Netflix, que venían tachando los días en el calendario. Para entender por qué hubo tanto revuelo con una serie que tiene más de dos décadas basta con ver dos o tres episodios, familiarizarse un poco con los personajes y dejar que el reloj corra a gran velocidad mientras los capítulos avanzan. Seinfeld es la mejor sit-com de la historia, y los que no la vieron están a un click de distancia de comprender por qué sigue siendo un fenómeno inoxidable.