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Hulk
SUPERHÉROE AL DIVÁN - DISPONIBLE EN NETFLIX
Hulk

Tras el éxito de la primera película de Spider-Man, dirigida por el gran Sam Raimi en el año 2002, el cine de superhéroes comenzó a trazar un camino de éxitos taquilleros, con el respaldo de la crítica y el resurgimiento de un género que parecía haber tocado fondo con la cuarta entrega de Batman en 1997.

Marvel estaba aún lejos de empezar a diagramar su universo cinematográfico, y en estos inicios le dieron rienda suelta a los directores para que plasmen sus estilos y visiones a personajes clásicos. El film de Raimi fue rupturista, una mezcla de cine de acción espectacular con las historietas clásicas de la década del ´60 y ´70. Esto alentó a Marvel y Universal aponer manos a la obra en la adaptación de otro personaje emblemático de la editorial.

A inicios de siglo el cineasta chino Ang Lee había saltado a la fama internacional gracias a un film de artes marciales que hoy en día es un clásico. El Tigre y el Dragón contaba una historia ambientada en la China antigua —wuxia se llama ese género específico— que acercó a las audiencias masivas un estilo cinematográfico popular en oriente pero de culto en occidente. La mezcla de coreografías de batalla estilizadas, casi ballets con armas, se conjugó con una historia potente, repleta de actuaciones de primer nivel que ponían énfasis tanto en los personajes como en las peleas. Si bien Lee ya había trabajado para el mercado estadounidense con films como Cabalgando con el diablo o Sensatez y sentimientos, fue su obra de artes marciales la que probó que era capaz de abordar una gran producción de acción y efectos especiales.

Durante el 2002 tuvo lugar el rodaje de Hulk, la historia de Bruce Banner, el científico que experimenta con rayos gamma y que, tras un accidente en el laboratorio, despierta las células dormidas que lo convierten en el monstruo verde cuando no consigue controlar su temperamento. El reparto se nutrió de estrellas hollywoodenses por doquier. Eric Bana es el protagonista, Jennifer Connelly interpreta a su antiguo interés romántico Betty Ross, hija del general “Thunderbolt” Ross, en la piel de Sam Elliot, y Nick Nolte —uno de los actores más intensos de su generación— le da vida a David Banner, padre de Bruce desaparecido durante décadas tras la muerte de su esposa, incidente confuso en el cual se vio involucrado.

De entrada los productores, guionistas y el propio director buscaron alejarse de la imagen que el público general tenía del superhéroe. Hasta entonces, la serie El Increíble Hulk protagonizada por Bill Bixby y Lou Ferrigno era el canon estético entre aquellos que jamás habían leído una historieta del personaje. Si bien icónica, la serie tuvo que luchar con las limitaciones técnicas de la época (comenzó en 1977 y finalizó en 1982 más tres películas para tv en 1988, 1989 y 1990): no era sencillo plasmar a un monstruo verde gigante destruyendo todo lo que se le pusiera enfrente. En el 2002 la tecnología de imágenes por computadora (CGI) estaba en su adolescencia, pero los artistas confiaban en que esta era la mejor ruta para darle vida al protagonista y así poner en pantalla toda la espectacularidad que hasta entonces sólo se podía encontrar en los paneles de los cómics.

Mientras que los productores buscaban un espectáculo visual de alto impacto, Ang Lee encontró atractivo el proyecto gracias a la posibilidad de explorar la psicología de los personajes y sus relaciones interpersonales. El concepto freudiano de las emociones reprimidas que desencadenan cambios radicales en la personalidad es uno de los motivos temáticos principales del film. Bruce ha borrado gran parte de los recuerdos de su infancia, la vida en un hogar roto, con un padre violento y una madre asesinada. Estos flashes al pasado intentan abrirse paso en su psiquis, y lo convirtieron en una persona incapaz de mantener un vínculo saludable en su vida privada. Cuando los rayos gamma golpean su cuerpo, no sólo aparece el monstruo capaz de destruir montañas de un golpe, sino que reaparecen las memorias dolorosas, los traumas.

El director también hizo hincapié en las relaciones interpersonales rotas. Bruce y su padre David tienen una relación de odio y resentimiento profundo; Betty y su padre chocan porque poseen personalidades opuestas, ella una científica y persona más sensible, y él un pragmático hombre del ejército capaz de sacrificar al amor de su hija para cumplir con su misión. Al mismo tiempo Bruce y Betty continúan con un vínculo cordial pero frío, y las cenizas del amor que tuvieron parecen haberse disipado hace bastante. Aún se quieren, comparten la pasión por la ciencia, pero mantienen las distancias porque sus problemas internos parecen ser un obstáculo inabarcable.

Ang Lee se toma todo el tiempo del mundo para mostrarnos a los personajes y sus motivaciones, sin preocuparse tanto por llegar a la parte del monstruo que rompe cosas. El único indicio de que estamos viendo un film de superhéroes es gracias a un pintoresco estilo de edición, que juega con la multiplicidad de “viñetas” en un mismo plano, transiciones animadas y todo tipo de recursos estéticos propios de una historieta, que en muchos casos funciona bien pero que queda un poco desprolijo en las escenas dramáticas. Los diálogos son cerebrales, con un ritmo mucho más lento. El villano aparece en las sombras, como un misterio que se develará en los últimos quince minutos.

Recién vemos la primera transformación a los cuarenta minutos de metraje. La transformación es asombrosa. Fue la primera vez que la tecnología permitió apreciar la transformación en cámara, mostrando como el cuerpo se deforma, va mutando y creciendo a medida que la piel cambia de color. El espectador, allá por el 2003, pudo asistir a un espectáculo que antes estaba reservado solo para los dibujos de las historietas. Hulk aparece, destruye el laboratorio, y tras la breve introducción no volvemos a verlo sino hasta veinte minutos más tarde.

La película tiene escenas de acción, el monstruo se pelea con un trío bizarro de perros mutantes que le dan una linda batalla —con un par de homenajes a King Kong incluidos— y hay una hermosa persecución entre varios helicópteros, tanques y Hulk en el medio del desierto. La batalla final es… rara y por momentos difícil de comprender porque el director decidió convertirla en una lucha en donde lo más importante es la confrontación psicológica de los antagonistas más que la física. Pero cada segmento de acción es único, y desde entonces no se ha visto algo parecido.

Todos estos puntos abordados en los últimos dos párrafos son los que dividieron al público en el momento del estreno, y que llevaron a tomar un enfoque mucho más “pochoclero” en la película siguiente del año 2008. Cuando se estrenó Hulk la gente había visto y disfrutado Spider-Man, un film revolucionario en lo visual, con una narrativa dinámica, por momentos vertiginosa. Tuvo sus momentos dramáticos, inherentes a la historia del personaje, pero al final del día era una película de superhéroes repleta de acción, colorida y divertida. En cambio el film de Ang Lee no fue nada de todo eso porque al director no le interesaba circunscribirse a las reglas del género. Lee quería ejecutar su visión, explorar las temáticas profundas que a él le interesaban, enfocarse en los personajes y que la acción, cuando le tocara el turno, fuera espectacular pero motivada por la historia, no por el mero hecho de romper cosas.

Hulk es una de las películas de superhéroes más particulares que se hayan estrenado porque no es un film de superhéroes, es una obra de Ang Lee, es una obra de autor. Tras el estreno le fue bien en taquilla, pero se enfrentó a una recepción mixta entre el público y la crítica, y a medida que los años pasaron, con el surgimiento del Universo Cinematográfico Marvel y su nueva visión de Hulk, más cercana a las historietas y con énfasis en el espectáculo visual, el Hulk de Ang Lee comenzó a quedar relegado en la memoria colectiva.

El impacto mediático y económico del género de superhéroes —son los films que más recaudan año a año— llevaron a la industria a no tomar tantos riesgos a la hora de contar estas historias. Las fórmulas ya se consolidaron, el espacio para la innovación parece haberse reducido. Hoy en día nadie apostaría en hacer un film como Hulk porque es probable que no satisfaga al público masivo y, por ende, no llegue a las recaudaciones monstruosas a las que aspiran los estudios.

Ang Lee tuvo la suerte de poder entrar al juego temprano, plasmar su particular visión para después dedicarse a proyectos mucho más personales. Dos años más tarde conseguiría nominaciones a los Oscar y Globos de Oro por doquier con Secreto en la montaña, un western romántico poderoso y contestatario a las convenciones del género.

Hulk quedó en la historia como un camino alternativo a la hora de encarar las adaptaciones de cómics a la gran pantalla. Tiene sus fallas —no existen films perfectos— pero es injusto que la maquinaria de la industria haya enterrado este film, porque es una obra valiente, que desafía los estereotipos que se estaban gestando y que terminarían prevaleciendo en los años venideros. Ang Lee se adelantó a la época y comentó de antemano sobre un género que aún no se había consolidado.

No todas las películas de superhéroes deberían ser como Hulk, pero si debería haber más películas como Hulk.

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