Al Pie de la Letra
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Elías Castelnuovo: «Prefiero Estar Equivocado con las Masas”
"Más triste que morir en muerte es morir en vida. No dejar nada detrás de uno. Pasar como una sombra sin dejar rastros de que se ha pasado por el mundo. No dejar ningún testimonio que justifique por qué y a que se ha venido"
Elías Castelnuovo: «Prefiero Estar Equivocado con las Masas”

Hablar de Castelnuovo es hablar del grupo de escritores de Boedo y su literatura social.

Es hablar de clase obrera incipiente, de anarquismo y socialismo. De ideologías absolutas y una literatura basada en una estética clasista, donde la denuncia por las injusticias y la exaltación del proletariado son casi un recurso obligado.

Es hablar de un movimiento que con aciertos y debilidades, hizo aportes valiosos a nuestras letras. Castelnuovo fue uno de los creadores más destacados de esa corriente.

Pero ¿Quién era Elías Castelnuovo?

Nació en Montevideo el 6 de agosto de 1893 en el seno de una familia de inmigrantes pobres.

En 1905, con apenas 12 años, y sin haber terminado la escuela primaria, su padre lo despacha a Buenos Aires.

En la Reina del Plata el joven Castelnuovo sobrevive como puede, desempenándose en una multitud de oficios hasta recalar en la industria gráfica, donde aprende a ser tipógrafo y linotipista.

Comienza a escribir artículos periodísticos en La Protesta, Bandera Roja, Tribuna Obrera y El Trabajo.

El ejercicio de la escritura, un entorno militante donde predomina el anarquismo y la frecuentación de las páginas de Evaristo Carriego, Almafuerte, Florencio Sánchez, Manuel Gálvez y otros escritores inquietos por la cuestión social, le van marcando a Castelnuovo una línea literaria que no abandonaría más.

En 1922 el diario La Montaña organiza un concurso en el que son premiados Castelnuovo, Leónidas Barletta y Roberto Mariani; Álvaro Yunque obtiene una mención.

Los premiados que no se conocían entre sí, se siguen viendo después del concurso relacionándose también con Enrique Amorim, Nicolás Olivari, Roberto Arlt, y Cesar Tiempo entre los más conocidos.

El grupo comienza a reunirse en la editorial Claridad, sita en Boedo 837.

La editorial fue creada por un español llamado Antonio Zamora.

Un hombre imbuido de espíritu científico e ideas de izquierda, aunque no estaba comprometido con ningún partido.

Por estar convencido que era posible hacer libros baratos y de gran tirada, a fines de 1921 lanza el primer número de la colección Los Pensadores, una obra clásica a sólo 20 ctvs. Menos de lo que costaba un litro de nafta.

El éxito de la publicación lo decide a transformar el folleto en revista y para ello convoca a colaborar a Castelnuovo, Amorin, Barletta y otros.

En 1923 Castelnuovo publica Tinieblas; libro de cuentos que al año siguiente obtiene el premio Municipal.

También en 1924 publica Malditos, con sello de Editorial Claridad, en la colección Los Nuevos.

Lo que empieza a perfilarse como grupo Boedo, se expresa mediante las revistas Dínamo primero y Extrema Izquierda luego.

Pero comienza a tener identidad definida cuando en diciembre de 1924, la revista Claridad dirigida por Zamora, gana la calle.

En el tiempo que media entre el surgimiento de Boedo, donde Castelnuovo se destaca como la figura más talentosa, y 1930 año que marca el fin de una época en el país, de desarrolla la ruidosa polémica entre los grupos Boedo y Florida (ver Boedo y Florida).

Paralelamente, Castelnuovo incursiona en el teatro, funda con Roberto Arlt la Unión de Escritores Proletarios y en 1928 con Barletta y otros, el teatro Independiente; que inicia sus actividades con una obra de Castelnuovo. También le queda tiempo para ser redactor en jefe del Boletín Oficial de la Unión Sindical Argentina (U.S.A.), futura CGT.

Sus actividades en el Teatro Zamora le acarrean más de una detención y obligan a Don Antonio Zamora ya en pleno gobierno «democrático» de Agustín Justo, a sacar el número de noviembre de 1936 de Claridad con la foto de Castelnuovo en tapa y una encendida defensa del escritor; debido a que éste iba a ser deportado invocando la ley 4140 (de Residencia), que preveía la expulsión de los extranjeros indeseables.

Alrededor de 1928 el Grupo Boedo deja de funcionar como tal aunque su dispersión es lenta y sus miembros siguen creando individualmente.

Castelnuovo continúa su producción y entre 1924 y 1928 dirige la colección Los Nuevos de Editorial Claridad.

Allí junto a sus obras Tinieblas y Malditos, se publica Cuentos de la Oficina de Mariani; Versos de Una… de Clara Beter (Cesar Tiempo); Versos de la Calle Yunque; Los Pobres de Barletta y algunos otros autores.

Ideológicamente Castelnuovo va girando del anarquismo al marxismo y adhiere al Partido Comunista. Esto no evitará que más adelante frente a la irrupción del Peronismo en el escenario político, reflexione: «Prefiero estar equivocado con las masas y no estar solo con la verdad en contra de las masas».

A esa altura de su trayectoria, uno de los puntos de su Decálogo del Escritor define el núcleo de su pensamiento político y literario: «Para ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las letras, es necesario previamente ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las ideas».

En 1956 publica Calvario, una de sus obras más representativas.

Mientras el país entra en un prolongado período de inestabilidad política y van surgiendo nuevas corrientes literarias, Castelnuovo sigue creando.

La totalidad de su producción abarca diez obras de teatro y 18 libros de otros géneros.

Fue distinguido como Profesor Emérito por la Universidad de Buenos Aires.

Dirigió las editoriales Atlas y Victoria y las colecciones Los Nuevos de Editorial Claridad y Cuentistas Latinoamericanos de Editorial Cátedra Lisandro De La Torre.

Tuvo mujer, dos hijos y doce nietos.

Falleció en Buenos Aires el 11 de octubre de 1982.

Castelnuovo fue ante todo, un trabajador de la cultura; entendiendo la misma como un bien social.

Un hombre que nunca supo de torres de marfil, ni creyó en la creación pura, porque siempre interactuó con su pueblo y tuvo plena consciencia del rol de los intelectuales en un proceso histórico.

Seguramente su obra prolífica y despareja, sigue siendo materia opinable. Su honestidad artística y su militancia le valieron persecuciones y silencios, de los que nunca se lamentó por haberlos padecido.

Las palabras que pronunció en el sepelio de Antonio Zamora en septiembre de 1976, bien pueden rescatarse como su testamento:

«Más triste que morir en muerte es morir en vida. No dejar nada detrás de uno. Pasar como una sombra sin dejar rastros de que se ha pasado por el mundo. No dejar ningún testimonio que justifique por qué y a que se ha venido».

Bibliografía
Capítulo, Boedo y Florida
Cedal, Bs. As. 1968
Editorial Claridad
Todo es Historia Nº 172
Diarios de época.
Boedo y Florida

Una visión esquemática nos muestra a los escritores de Boedo como los artistas que querían poner el arte al servicio de la Revolución Social y a los de Florida como los cultores de un arte pasatista y sin compromisos.

Pero el análisis de las obras muestran paradójicamente a gente de Boedo aferrada a una estética del siglo XIX pero manteniendo posiciones políticas de izquierda y a gente de Florida, practicando un arte formalmente revolucionario pero despreocupados de la realidad.

En el medio hubo hombres como Roberto Arlt, Raúl González Tuñón o Nicolás Olivari, que sin comulgar con ninguna capilla, frecuentaban a ambas.

Y hay que destacar que a pesar de las polémicas y sarcasmos que los dos grupos prodigaban, las relaciones personales eran amistosas.

El Grupo Boedo debe su nombre al hecho de tener su sede en el local de Claridad, en la Calle Boedo. Sus integrantes están nombrados en la nota.

Los de Florida (el origen del nombre aún no está claro, pero tendría que ver con la ideología «burguesa» que se le atribuía a sus integrantes) se nucleaban en la revista Martín Fierro y pasaron por sus filas: Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges, Evar Méndez, González Lanuza, Jacobo Fijman y otros

Es indiscutible la influencia que las vanguardistas europeas tuvieron sobre éste grupo; pero también Rubén Darío y Leopoldo Lugones pesaron en su formación.

Asimismo, Boedo no puede negar la pesada carga del naturalismo y el realismo formalmente conservador, aunque sus cultores se proclamaran revolucionarios.

Lo importante es que ambos grupos dejaron más allá del valor intrínseco de sus obras, una producción que en muchos casos fue abonando el proceso creador de las nuevas generaciones.

Por Angel Pizzorno

Curriculum

Nací en Montevideo el 6 de agosto de 1893.

Abandoné el colegio en el cuarto grado de la enseñanza primaria y comencé a trabajar de frentista, cuyo carnet del sindicato laboral conservo todavía, fechado no obstante en el año 1922 en una ciudad del Brasil.

Antes de ser escritor desempeñé los más diversos oficios: desde tipógrafo y linotipista hasta maestro de escuela en el Reformatorio de Niños Abandonados y Delincuentes de Oliver,  y ayudante de cirugía estética de dos cirujanos franceses el doctor Lelio Zeno y el profesor Ernesto F. Malbec.

Cumplí mi conscripción literaria en el reducto de infinidad de diarios y revistas de izquierda, casi todas anarquistas. Pasé por la redacción de La Protesta, Bandera Roja, Tribuna Proletaria, El trabajo, llegando a ser redactor en jefe del Boletín Oficial de la Unión Sindical Argentina, central obrera de la cual surgió posteriormente la actual C.G.T.

Publiqué mi primer libro de cuentos Tinieblas en 1923 (cuando tenía ya treinta años de edad) el cual fue traducido al ruso y al alemán y premiado por el Municipio de Buenos Aires, tras de ser objeto de cinco ediciones sucesivas.

Me casé con una profesora, Inés Delfino, y fui padre de dos hijos, varón y mujer, y abuelo de doce nietos.

Estrené varias obras teatrales con los interpretes más destacados de mi tiempo: Angelina Pagano, Enrique Arellano y Ricardo Pasano, aparte de ser autor de numerosos dramas más.

Con Roberto Arlt fundamos la Unión de Escritores Proletarios y con Facio Hebequer, Abraham R. Vigo, Agustín Riganelli y Leónidas Barletta, en 1928, el primer Teatro independiente, (T.E.A.), que debutó con un drama mío en tres actos.

Poco tiempo después, como la mayoría de estos mismos elementos, creamos el Teatro Proletario, que resultó la agrupación más perseguida y castigada de cuantas actuaron en la capital federal, al extremo que inauguró sus actividades en el Teatro Marconi con un cordón de vigilantes en la vereda y la Sección Especial de la Policía en pleno ocupando las últimas butacas de la platea. Mientras transcurría el espectáculo iban desapareciendo de la sala los más señalados de la plana mayor del conjunto hasta llenar los ocho o diez calabozos de la Comisaría Sexta.

Debido a que yo era el secretario general del cuadro se tuvo una consideración especial conmigo. Me llevaron con cadenas como si hubiese sido un criminal. Más tarde, en otra oportunidad, en la ciudad de La Plata, fueron conducidos -no a pie, como yo, sino en camiones- todos los integrantes del elenco, mujeres y varones, sin omitir por supuesto al apuntador. Y en otra ocasión ulterior, al coro del teatro, que dirigía el maestro Rodolfo Kubic. Ello no se debió, sin embargo, a que el conjunto fuese malo o a que el coro cantase mal, sino lisa y llanamente a que el repertorio de la agrupación contrastaba con el orden establecido y que el coro cantase La Internacional. (Cantar el Himno de los Trabajadores entonces en un coliseo era peor que cantar hoy la Marcha de los Muchachos Peronistas en una cancha de fútbol). Con todo, dos iniciativas originales tuvieron lugar allí bajo mi inspiración: por primera vez subió a escena un poema de masas y por primera vez también se ensayó un nuevo tipo de ballet tomado como motivo de ejecución al movimiento de los trabajadores en sus distintos ámbitos de acción: la carga y descarga de los buques de ultramar, la colocación y sangría en las fundiciones de hierro, la siega durante la cosecha en el campo. El objetivo consistía en renovar el concepto del ballet clásico, política y socialmente arcaico, cuyos protagonistas eran siempre un príncipe o una princesa, el rey Salomón o la reina de Saba, un sultán o un faraón o un pirata turco, personajes de arriba siempre, y cuando aparecía algún representante de abajo, un pobre de solemnidad o un esclavo, se lo traía para meterlo preso o cortarle la cabeza, como ocurre en Scherezada de Rimsky Korsacov.

Dirigí dos empresas productoras de libros: la Editorial Atlas y la Editorial Victoria, y dos colecciones muy valiosas: Los Nuevos, bajo el sello de la Editorial Claridad y Cuentistas Latinoamericanos, patrocinada por la Editorial Cátedra Lisandro de la Torre.

En la primera de estas dos colecciones publicaron su primer libro los autores de mayor prestigio del Movimiento de Boedo, desde Alvaro Yunque y Enrique Amorim hasta Roberto Mariani y Cesar Tiempo.

Está de más señalar el nombre de quien lideró el grupo en cuestión, que según la opinión de muchos, marcó una etapa en la evolución cultural del país.

Cultivé todos los géneros literarios – la poesía, el cuento, la novela, el ensayo. la crítica, el teatro, el cine- y no defraudé a nadie en ninguno de ellos.

En total escribí diez obras teatrales y dieciocho libros, y, pese a que todos ellos tuvieron varias ediciones, en la actualidad se encuentran totalmente agotados.

En reconocimiento a mi contribución a la cultura del pueblo de la nación, últimamente fui distinguido por la Universidad de Buenos Aires con el título de Profesor Emérito, que es el más alto de todos los que otorga esa máxima casa de estudios.

Decálogo

Si no se tiene nada importante que decir, mejor es no decir nada. Escribir por escribir es dejar la inteligencia en casa y tirar la estupidez por la ventana.

Se aprende a escribir, escribiendo de continuo, sin tener en cuenta el tiempo ni la hora, ni tampoco los ruidos que puedan hacer los vecinos.

A fuerza de caer la gota de agua perfora la piedra.

Las palabras por sí solas carecen de ciudadanía. Su valor radica únicamente en todo aquello que se les coloca dentro. La vaciedad del verbo en un escrito, lejos de denotar que el verbo esté vacío, denota por el contrario que lo que está vacío es el cerebro del que lo maneja a su albedrío.

Hay que escribir como se habla. Quien habla de una manera y escribe de otra, una de dos: o miente cuando escribe o miente cuando habla indistintamente.

Para llegar a las masas es menester emplear un lenguaje común a las masas. Todo aquel que se niega a utilizar el vocabulario que se usa en la vida diaria, se expone a no ser entendido a veces en primera y otras veces en ninguna instancia. Lo esencial, sin embargo, no es cómo se dice, sino lo que se dice.

Eludir siempre el floripondio literario y sus irremediables consecuencias: la proliferación de adjetivos, las frases de oropel, los parlamentos exuberantes, la retórica farragosa y todo cuanto denuncie el artificio en el encuadre de la composición.

Nada sale perfecto del horno del intelecto. La perfección se obtiene, luego del parto, mediante un proceso minucioso y largo de corrección y reestructuración del contexto escrito al correr de la pluma durante el primer intento.

No es prudente ponerse a escribir un cuento o un drama si no se dispone con prioridad del principio y del final de la obra. El que improvisa, por lo regular, suele pagar caro la ligereza de su improvisación. Vale más siempre pecar de precavido que pecar de atolondrado.

Para ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las letras es necesario previamente ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las ideas.

La literatura originalmente la hace el pueblo. El escritor después lo que hace es darle forma de libro y ponerle su firma.

Elías Castelnuovo

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