Bitácora Humana
La construcción cultural de la «Navidad ideal» genera contradicciones entre expectativa y realidad. La presión social exige experimentar felicidad, armonía familiar y abundancia y si genera lo contrario puede producir estrés, ansiedad o sentimientos de frustración.

La Navidad Desde la Psicología
La Navidad, más allá del significado religioso o cultural, además es un fenómeno psicológico, porque actúa como un organizador social, motiva a sentir diversas emociones y mueve comportamientos a nivel colectivo e individual, es como un ritual anual que marca el cierre de un ciclo y el reinicio de otro, donde predomina procesos mentales como la reflexión, evaluación y una proyección futura, por tanto proporciona una sensación de estructurar, desechar lo viejo y dar continuidad a un futuro prometedor.
Los rituales navideños como un intercambio de regalos hasta las reuniones familiares y amistosas, tienen funciones psicológicas, porque fortalece la necesidad humana de afiliación, según la psicología social, estos actos por ser repetitivos anualmente pueden crear una sensación de seguridad emocional para enfrentar distintos acontecimientos, considerando que facilita la transmisión de valores, historias e identidad familiar hacia los más jóvenes de la familia, convirtiéndose en memorias y recuerdos autobiográficos.

La Navidad es también un activador emocional a través de luces, olores, música, incluso algunos platillos característicos de la fecha que solo son preparados en navidad desencadenan recuerdos o roles específicos, por ejemplo, la picana es preparada por la abuela, por tanto, se liberan recuerdos infantiles y experiencias pasadas. Esta conexión muchas veces genera nostalgia por personas o situaciones perdidos que son irrecuperables. La psicología cognitiva explica que estas evocaciones o recuerdos influyen en nuestro estado de ánimo y autoconcepto actual de manera momentánea.
Asimismo, la construcción cultural de la «Navidad ideal» genera contradicciones entre expectativa y realidad. La presión social exige experimentar felicidad, armonía familiar y abundancia y si genera lo contrario puede producir estrés, ansiedad o sentimientos de frustración. El fenómeno conocido como «depresión navideña» surge de esta ambivalencia, por comparaciones sociales, idealizaciones, soledad o conflictos familiares latentes.
Por otro lado, durante las reuniones navideñas se reactivan con frecuencia roles establecidos históricamente o problemas no resueltos, los adultos pueden regresar a dinámicas parento-filiales, reviviendo malos momentos. La psicología sistémica observa cómo estas reuniones ponen a prueba límites, jerarquías y alianzas familiares, que sin habilidades efectivas en la comunicación y manejo de conflictos esa expectativa de armonía puede chocar con realidades negativas.
Desde la psicología positiva, la Navidad ofrece oportunidades únicas para el fortalecimiento emocional. Los actos de generosidad y gratitud activan circuitos cerebrales asociados al bienestar.
La reflexión sobre el año terminado facilita el crecimiento personal porque identificas logros, aciertos, como debilidades y errores. Sin embargo, esto requiere estar consciente de uno mismo para evitar acciones o comportamientos vacíos y sin sentido o actuar de manera autómata.

Entonces, la gestión psicológica saludable de la Navidad implica ajustar expectativas, permite una gama de emociones, que necesariamente no es la alegría, establece límites saludables y se debe encontrar significados auténticos dejando atrás el consumismo o las obligaciones sociales. La resiliencia durante esta época se construye sobre la autenticidad emocional, la flexibilidad cognitiva y la conexión humana, permitiendo que cada persona defina y viva estas fechas desde su propia realidad psicológica y necesidades emocionales, la presión por la uniformidad en la vivencia es una de las principales fuentes de malestar. Para ello las personas del entorno juegan un rol también importante de respetar a cada miembro o persona que comparte estas fiestas, muchos les gustan pasar en soledad de manera voluntaria, otros con la familia, otros obsequiando regalos a niños pobres y otros simplemente según sus necesidades y gustos. Cuando nos sentimos libres de expresarnos y comportarnos como queremos es ahí donde surge nuestro verdadero yo y potencialmente nace nuestra felicidad de manera espontánea.
La navidad es una fiesta colectiva, pero en el fondo para disfrutarla plenamente se debe individualizar.
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