De los lugares para el amor el más emblemático fue Villa Cariño, aunque se cree que desde mediados de la década de 1950 ya era un sitio apto para encuentros amorosos furtivos, su máxima notoriedad la alcanzaría durante las andanzas hoteleras de los guardianes del orden.
Villa Cariño
“Villa Cariño / bosque alojamiento / bastan cuatro ruedas / y luz de reglamento”.
La cuarteta de escaso vuelo poético y una picaresca ingenua pertenece al tema del mismo nombre, cuyo contenido y el irresistible ritmo de cumbia lo convirtió en el éxito de la temporada del año 1967; las placas de vinilo grabadas por el conjunto Los Wawancó se vendían a millares y su melodía no faltaba en fiestas y bailables.
Lo curioso es que Argentina se encontraba bajo la dictadura del general Juan Carlos Onganía quien con mano dura y manejo despótico, prohibió la actividad política, cerró el Congreso de la Nación, persiguió al estudiantado y gobernó el país con una filosofía que pretendía ser moralizante; hostigando a las chicas con minifaldas y muchachos melenudos “Aunque guadañe mi pelo a la fuerza… En un coiffeur de seccional”; nos cuentan los cantautores Pedro y Pablo en su tema “Yo vivo en una ciudad”. describiendo las habituales detenciones de pelilargos que culminaba en una rapada tipo “colimba” sobre la indefensa cabeza del transeúnte sorprendido exhibiendo su cabellera, durante una intempestiva razia; o cortes por mechones, obligando de todos modos a la víctima a pasarse la máquina “a cero”.
Parte de esa campaña destinada a restablecer la presunta pérdida de moralidad de los argentinos, fueron las hilarantes incursiones del jefe policial Luis Margaride quién al mando de la Sección Seguridad Personal de la Policía Federal, realizaba en los llamados hoteles – alojamientos sorprendiendo a las parejas en plena faena amorosa para exigirles documentos. El argumento: averiguación de antecedentes y otros edictos de dudosa legalidad. Pero el abuso de autoridad llegaba al colmo cuando al encontrar a una mujer con alguien que no fuera su marido, el uniformado llamaba al cónyuge para informarle dónde estaba su esposa. Lo mismo hacía con chicas solteras que convivían con la familia: telefoneaba a los padres para avisarles “en qué andaba su hija”. La conducta del inquieto policía alarmó a los dueños de los albergues, ya que la clientela comenzó a desertar en masa buscando refugios más confiables.
El más emblemático fue Villa Cariño, aunque se cree que desde mediados de la década de 1950 ya era un sitio apto para encuentros amorosos furtivos, su máxima notoriedad la alcanzaría durante las andanzas hoteleras de los guardianes del orden.
El lugar era una fracción del Parque Tres de Febrero, entre las avenidas Sarmiento, Casares y vías del Ferrocarril San Martín; pertenecía a lo que genéricamente se llama “Los bosques de Palermo”. La particularidad de éste paseo era la carencia de alumbrado público, ya que debido a la proximidad del Aeroparque Metropolitano debía permanecer a oscuras, para que las luminarias no interfieran con las balizas que señalan las pistas a los aterrizajes nocturnos.
Allí con una extraña tolerancia policial, sin fecha precisa y circulando el rumor de boca en boca, comenzaron a darse cita parejas motorizadas que estacionaban con la llegada de las primeras sombras y las últimas en retirarse partían al alba. La vigilancia de los “federales” (no existía la Policía de la Ciudad) era escasa y de carácter preventivo, ya que los pobladores de los autos estaban ocupados en lo suyo. Salvo la intromisión de algunas patotas que se dedicaban a molestar a los automovilistas, el panorama era tranquilo. Estos hechos obligaron a las autoridades a realizar patrullajes regulares para ahuyentar a los revoltosos.
Pero si se exigía el cumplimiento estricto de una condición: las luces bajas (hablamos de las exteriores) de cada vehículo debían estar siempre encendidas, como lo dice didácticamente la cumbia citada: la luz de reglamento.
Y aunque nunca reina totalmente el amor en sitios donde convergen gentes que en general se desconocen entre sí, la discordia también desembarcó en Villa Cariño entre los mismos habitués. como narra una publicación de aquello días:
“Parece ser que una especie de divergencia interna ha surgido entre los villacariñistas y que ha terminado por diferenciar dos grupos en el seno de la comunidad. El de los tradicionalistas, que pretenden mantener las costumbres grupales en el plano de un silencioso rito de amor, y los renovadores, que han optado por entregarse a la realización de grandes fiestas bailables colectivas al son de las radios y los combinados portátiles” (1).
Como dice nuestro Martín Fierro, “Pero ha querido el destino / Qué todo aquello acabara”, un buen día a Villa Cariño le llegó el final. Fue mediante el Decreto municipal 309/63 que concesionó al Automóvil Club Argentino la legendaria parcela para instalar su Escuela Técnica de Conducción y Tránsito, hoy denominada ‘Juan Manuel Fangio’, que aún existe y por la cual pasaron generaciones de aprendices de conducción.
Al golpe mortal que le asestó la Comuna porteña, hay que sumar las campañas de entidades autoproclamadas “defensoras de la moral y las buenas costumbres” como la Liga de Moralidad y el Club de Madres, que militaban fervorosamente la desafectación de la Villa para eso encuentros nocturnos.
No obstante, Villa Cariño pasó a integrar el patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires con su colección de mitos, el himno cumbiambero de los Wawancó, algunas comedias cinematográficas como “Villa Cariño”, dirigida por Julio Saraceni e interpretada por grandes de la actuación, entre ellos Juan Carlos “Minguito” Altavista, Nelly Beltrán, Thelma Biral y una lista interminable de estrellas de nuestra escena; tampoco podían faltar los Wawancó.
Como la otrora majestuosa Costanera Sur y otros sitios emblemáticos de la porteñidad, aquella Villa Cariño permanece en la memoria colectiva de más de una generación.
Villa Cariño
Año: 1967
País: Argentina
Dirección: Julio Saraceni
Guion Historia: Ángel Romualdo Martini
Actores: Roberto Airaldi, Juan Carlos Altavista, Mariano Bauzá y Nelly Beltrán, Thelma Biral, Susana Brunetti, Dorita Burgos, Ana María «Cachito», Susana Campos, Cristina del Valle, Hellen Grant, Carlos López Monet, Gilda Lousek, Aída Luz, Atilio Marinelli, Elida Marletta, Osvaldo Pacheco, Don Pelele, Nathán Pinzón, Jorge Porcel, Raúl Rossi, Eduardo Rudy, Enzo Viena, Darío Víttori, Los Wawancó.
Música: Oscar Toscano
Fotografía: Aníbal González Paz
Compañías: Federal Films
Género: Comedia. Romance
Sinopsis: Historias desconectadas entre sí, protagonizadas por parejas que concurren a la zona del bosque de Palermo en la ciudad de Buenos Aires, cuyo nombre popular era el título de la película.
Villa Cariño
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Es un hermoso bosque alojamiento,
donde el romance marcha sobre ruedas.
Donde basta la luz de reglamento,
para quedarse allá hasta que uno quiera.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Es una extraña villa de emergencia,
coronada de coches cual ninguna.
Popular y discreta residencia,
que como velador tiene la luna.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Es una sucursal motorizada,
del antiguo paraíso terrenal.
Donde hay siempre una Eva estacionada
hablando de manzanas con Adán.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Villa cariño, bosque alojamiento,
bastan cuatro ruedas y luz de reglamento.
Los Wawanco – 1967