Columna
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“Perón No Iba a Estar”
El 62% de los ciudadanos lo había elegido Presidente. Y el pueblo le creyó. Por tercera vez.
“Perón No Iba a Estar”

El 1º de julio de 1974, a las 14.05, se informó por cadena nacional que hacía menos de una hora había fallecido el presidente de la República, Juan Domingo Perón.

Aquel que generó el movimiento político más grande de occidente y revolucionó el siglo XX en la Argentina, líder indiscutido desde la eternidad.

La noticia, aunque esperada, conmocionó a los argentinos y al mundo.

Hacía menos de un año, el 62% de los ciudadanos lo había elegido primer mandatario por tercera vez.

​¿Cómo logró Perón concitar semejante adhesión, después de que 19 años antes había sido desalojado del poder, con el apoyo de buena parte de la población que, sin embargo, tras su regreso decidió votarlo?

​Él mismo lo respondió en su casa de Puerta de Hierro, en Madrid, el 8 de octubre de 1972, día de su cumpleaños, mientras departía con un grupo de periodistas argentinos que lo entrevistaron en vistas de su inminente retorno.

Decía Perón: “Porque en 1955 nosotros dejamos una estructura financiera que no permitía la descapitalización del país, ni la evasión de capitales, ni se iban los servicios financieros fabulosos a que estaban acostumbrados los imperialistas.”
“Dejamos una economía organizada, con una economía estatal perfectamente equilibrada, sin déficit en ninguno de los diez ejercicios que nosotros cerramos: una economía popular donde la gente podía vivir en un clima de felicidad y de tranquilidad.”
“Estos `señores libertadores´, llegaron en 1955, destruyeron toda la estructura financiera, destruyeron la organización económica y no hicieron nada para reemplazar a eso.”
“Porque, si no les gustaba porque era justicialista, hubieran suprimido lo justicialista pero creado otro sistema.”
“No, no crearon nada.”

Ante la pregunta de qué les pasaría a los no peronistas si volvía a ser presidente, respondió:
 “¿Qué les pasó cuando nosotros llegamos al gobierno? Los que no eran peronistas, si eran pobres, se los igualó en la condición social sin preguntar quién era quién.»
«Y los ricos, que eran nuestros peores enemigos, ganaron durante mi gobierno más que en los anteriores.”
Cuando le pidieron una definición sobre la posibilidad de su candidatura, aseguró: “Nosotros somos hombres de un movimiento y de un partido, y será lo que ellos decidan en el futuro.»
«Siempre se ha dicho que ese movimiento hace lo que yo quiero, en parte es cierto, pero yo también hago lo que él quiere, y eso es lo que no se dice.»

«Ese movimiento es el pueblo, y yo siempre he hecho lo que el pueblo quiere, no he gobernado para ningún otro interés que no sea el interés del pueblo”.

​Y el pueblo le creyó. Por tercera vez.

Sin embargo, todavía hoy muchos se preguntan cuál fue su secreto para que el movimiento que él fundó en 1945 continúe vigente hasta la actualidad, aun cuando tantas veces se predijo y se deseó su desaparición.

Una posible respuesta es que, más allá de las medidas económicas, las decisiones de política interna y externa y la acción social, Perón desde el comienzo se propuso realizar una “revolución cultural”, es decir, la inclusión de valores que fueron adoptados por el pueblo que lo seguía pero también por quienes fueron sus opositores y que aún perduran, incluso en los que no son peronistas.

Hay enormes franjas de argentinos que son peronistas, no lo saben y morirían si se dieran cuenta…

En cuanto al desarrollo científico Perón, consciente de que el avance del país era inseparable de ese avance, en 1950  creó la Dirección Nacional de Servicios Técnicos, la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas, antecedente del actual Conicet, con el fin de apoyar la instalación de nuevas industrias.

Es verdad, también, que la gestión acompañó a las palabras: entre 1946 y 1955, se duplicaron los alumnos secundarios y se triplicaron los universitarios.

Los 6,5 millones que tenían agua corriente y los 4 millones que tenían cloacas en 1942, llegaron a 10 y a 5,5 millones respectivamente en 1955, lo que redundó en una disminución de la mortalidad infantil de 80,1 a 66,5 por mil.

Los hospitales duplicaron sus camas y la distribución de la riqueza que, en 1943 era de 44% para los trabajadores y el 55,6% para el capital, se invirtió en 1948, alcanzando el 53% para los primeros y el 47% para los segundos.

Como cierre tomamos algo más ligado a los sentimientos que a las cifras.

El 1° de julio y los días siguientes se vivieron escenas de profundo dolor y desolación. Hombres y mujeres de todo el país lloraban, a los gritos algunos otros en silencio. Una persistente lluvia acompañó la peregrinación para dar el último adiós. Una imagen nos quedó grabada como síntesis de tanto congoja atragantada y. sobre todo, de la incertidumbre de lo porvenir: la primera vez en tantos años que “Perón no iba a estar”, que no nos esperanzaríamos con su mágico regreso. Esa postal estampada brutal en la memoria –aun de los que para entonces no habían nacido- fue la de Roberto Vassie, el soldado que llora,  la expresión de todo un pueblo que se siente desolado, huérfano.

Roberto provenía de una familia peronista, en 1974 tenía 21 años y formaba parte de la Compañía de Ingenieros 10. Todo el mundo lloraba cuando pasaba el féretro de Perón. Nadie quería  creer que era cierto. Roberto sintetizó en la cara el dolor de todos, de todas. En ese momento Ki Chul Bae, fotógrafo de la Revista Gente, retrató para la posteridad ese rostro desencajado, transido por el dolor, congestionado por tanta lágrima. En 2006 Néstor Kirchner comienza la  búsqueda de Roberto Vassie para invitarlo a participar del traslado de los restos de Perón a San Vicente y lo recibe en la Rosada. Él, nuevamente con su uniforme, lo acompañó todo el recorrido parado en la cureña. Por suerte no se enteró de las balas ni de los incidentes que se sucedían a metros de allí. Pero esa es otra historia.

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