Fuera de Serie
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Daredevil
El Rostro ciego de la Justicia- Disponible en Netflix
Daredevil

El 29 de noviembre del 2018 tuvo lugar una de las cancelaciones más dolorosas para los fanáticos de las series de alto nivel. Netflix anunció que tras la tercera temporada de Daredevil se terminaba el contrato con Marvel, quienes estaban terminando de armar la grilla para el futuro lanzamiento de Disney+, plataforma en donde concentrarían todas sus producciones futuras.

Esto dejó a los seguidores del show un sabor amargo, no por el hecho que el final de la tercera temporada abrió la puerta para un arco argumental muy interesante a explorar en una ahora improbable cuarta tanda de episodios, sino porque el mundo de las series basadas en personajes de historietas jamás tuvo un producto con el nivel de excelencia que al día de hoy ostenta Daredevil y, me arriesgo a decir, es poco probable que llegue a igualarse en la próxima década siquiera.

El nivel de brutalidad que tuvo la serie jamás entrará dentro de los cánones de Disney. Para entender esto vamos a comentar una escena proveniente de The Falcon and The Winter Soldier.

En uno de los capítulos claves el nuevo Capitán América, tras la aparente muerte de su compañero, toma su icónico escudo con la bandera estadounidense estampada y procede a perseguir a uno de los terroristas hacia una plazoleta repleta de locales y turistas. Tras incapacitar al enemigo, utiliza aquel emblema metálico para asesinar a esta persona, quien ruega por su vida asegurando que no es el culpable y, encima, minutos antes nos habíamos enterado que el pobre tipo era un fanático del superhéroe. El escudo, ahora manchado con unas pocas gotas de sangre, yace rígido en los brazos de una persona que ya no puede llamarse héroe a los ojos del mundo, y se da cuenta que su carrera probablemente terminó. Los testigos capturaron todo con sus celulares, las imágenes se hicieron virales probablemente antes que la golpiza fatal terminara. Sin embargo no vemos el escudo impactando en el rostro, nos lo sugieren, pero este es un producto para toda la familia. Nos tenemos que contentar con unas pocas gotitas carmesí.

Daredevil tuvo a lo largo de sus treinta y nueve capítulos docenas de escenas de acción. Podemos tomar la mayoría y contrastarlas con cualquier otra pelea del Universo Cinematográfico Marvel (que incluye las nuevas series) y notar de inmediato la diferencia. Este héroe rompe cada hueso que tiene a su alcance, lanza a sus contrincantes desde los techos más altos que encuentra, no tiene ningún tipo de pudor a la hora de agarrar la cabeza de un enemigo y estrellarla repetidas veces contra el duro y a menudo húmedo pavimento. Sus manos se tiñen de sangre ajena, su traje a menudo termina roto y empapado de su propia sangre. Lucha con destreza, si, pero también lucha con ferocidad, intentando hacer que cada golpe cuente, gruñendo, escupiendo, transpirando cual pugilista promediando una pelea de doce asaltos repleta de golpes que conectaron. Y, a diferencia de los productos nuevos que ofrece Disney, los muchachos de Netflix no dudaron ni un minuto en mostrar la brutalidad, con mucho detalle.

Si alguien espera ver algo así en un producto de la compañía del ratón, pueden seguir esperando. Cuando Netflix anunció en el año 2014 que estrenarían una serie basada en el personaje ciego de Marvel, algunas dudas despertaron entre los fanáticos del noveno arte. Daredevil había tenido una película con Ben Affleck como protagonista que no convenció a mucha gente en el 2003. Es cierto que existe un corte de director estrenado en DVD que expande un poco la historia, pero aquel film corresponde a una era de transición para el género de superhéroes en la pantalla grande y chica.

Batman & Robin de Joel Schumacher parecía haber clavado el último clavo en el ataúd del murciélago, y el público aún no tenía idea de la revolución que se daría en el 2008 con el estreno de Iron Man.

Daredevil, al ser un justiciero que se vale primordialmente de su entrenamiento ninja para combatir el crimen en su porción de Nueva York —la ya mítica Hell´s Kitchen—, utiliza este recurso de la forma más visceral posible, porque no le queda otra alternativa. Recordemos, una vez más para los que no saben, que es un héroe ciego, y si bien tiene una visión de “radar” que de alguna forma le permite “ver” alrededor, y sus otros sentidos están aumentados a niveles superiores a los de un humano promedio, sigue siendo una persona ciega peleando contra gente armada, mafiosos con ejércitos propios y rivales tan o más capacitados que él en las artes marciales. Pocos esperaban el nivel de violencia que terminamos recibiendo los espectadores, pero el estreno en el 2015 de la primera temporada contentó a los fanáticos, convirtió a los detractores y borró del colectivo imaginario a la interpretación del gran Affleck, que se iría a hacer al cine su versión de Batman, que irónicamente es tan brutal como esta nueva versión del héroe que le valió tantas críticas a inicios del siglo XXI.

Pero Daredevil, por más que a primera vista parece un show de superhéroes, no lo es. Daredevil es una historia de amor y amistad, protagonizada por un hombre con el alma rota, que desafía los estereotipos heroicos predominantes en el medio. Matt Murdock, nombre de civil del héroe, es un abogado que abre su estudio junto a su amigo “Foggy” Nelson, y tienen como regla principal no defender a criminales, mafiosos o cualquier tipo de malviviente que transite su ciudad. Ambos tienen un código moral que contradice las lógicas del mercado, que atenta contra su frágil economía, y los obliga a estar ubicados en un edificio que parece estar a punto de caerse a pedazos, aceptando pagos en especias en vez de efectivo, todo en pos de un ideal de justicia que, a menudo, es imposible de alcanzar. Contratan a duras penas a Karen Page como ayudante, y el trío traba una amistad a veces turbulenta, pero con vínculos honestos, genuinos, de esos que dan gusto ver en la pantalla.

Por otro lado tenemos al principal villano de la serie, el millonario Wilson Fisk—alias Kingping—, un hombre corpulento, calvo, que está bien posicionado en la alta sociedad neoyorquina pero construyó su imperio de negocios a base de amedrentar a los más débiles, rompiendo las leyes y saliendo victorioso de las contiendas legales gracias a sus poderosos abogados. Fisk es una persona que no huye de una pelea, es capaz de matar aplastándole la cabeza a alguien utilizando la puerta de un auto, lucha contra el héroe en varias oportunidades y no teme mancharse las manos de sangre. En un episodio conocemos que en su infancia mató a su padre destruyéndole el cráneo con un martillo antes de entrar en la adolescencia. Pero este villano también está enamorado, es inseguro a la hora de relacionarse y encuentra en Vanessa un cable a tierra que jamás tuvo. La mujer, curadora de arte en una galería, ve a la persona detrás del exitoso hombre, descubre sus debilidades, y al hacerlo le revela al espectador un costado que la mayoría de las películas y series no muestran de los malos: también son humanos que sienten, que tienen aspiraciones románticas, que quieren ser amados pese a todo. “Todo el mundo es un héroe en su propia historia”, reza la popular frase, y Daredevil no teme explorar la humanidad detrás del monstruo. Aquí el héroe no lucha contra un “malo” que quiere dominar la ciudad o el mundo, sino que pelea contra un tipo que quiere darle la mejor vida a la mujer que ama. Kingping ve al justiciero como una amenaza a su relación así como Daredevil lo ve como una amenaza a los ciudadanos inocentes y desprotegidos.

Todos los personajes de la serie le dan batalla a sus demonios personales mientras transitan el arco argumental principal. Acá nadie es perfecto, las relaciones a menudo tienen vaivenes y las acciones que llevan adelante en los capítulos tienen consecuencias reales, impactan como impactarían en el mundo real en el cual vive el espectador. En cada episodio hay espectaculares escenas de acción, si, pero lo que termina resonando después son los diálogos, las interacciones, el drama que atraviesan todos. Es muy difícil no querer que Karen y Matt consumen ese romance creciente porque la tensión es palpable. Nos duele cuando Foggy pelea con su mejor amigo y sostén emocional porque sabemos que los dos se aman, porque los directores y guionistas no temen mostrar al héroe llorando cuando hiere a la gente que quiere. En Daredevil no hay llantos hipócritas, no hay masculinidad hirviendo en testosterona ni damas en apuros incapaces de valerse por sí mismas. Esta es una serie que hace énfasis en el amor, en la amistad y en como la vida adulta —compleja y repleta de obstáculos— se interpone en lo que uno consideraría como una relación ideal.

Daredevil es una deconstrucción del superhéroe como pocas veces se vio en la pantalla pequeña.

Cuando el hombre se calza su traje nocturno cambia por completo, y es capaz de realizar proezas espectaculares que, sin embargo, lo dejan muchas veces al borde de la muerte. Son tales las palizas que recibe que no tiene más remedio que confesar a sus amigos sobre sus aventuras nocturnas porque los moretones y cortes en su cuerpo ya son imposibles de justificar. Acá no hay trucos simpáticos para esconder la identidad secreta. La serie demuestra que las mentiras, por más blancas y bien intencionadas que sean, tienen patas cortas y por eso no pueden llegar lejos. Nuestro héroe no solo debe enfrentar el bajo mundo de su ciudad y llevar a cabo la quijotesca tarea de proteger a los ciudadanos, sino que cada vez que se pone la máscara pone en riesgo a la gente que quiere, y sabe que cada vez que sale a recorrer los techos de su barrio su suerte está en juego. Daredevil es un héroe que no llora solamente, sino que también sangra, y siente el dolor. Y, sobre todo, no teme mostrarlo.

La calidad de las actuaciones son de un nivel superlativo. Charlie Cox es el héroe del título, y si bien a primera vista no parece el típico héroe cuya musculatura luce como la de un dibujo animado, acierta tanto en el rango dramático como en el físico. Cox es convincente en cada segundo que aparece en pantalla, y entrega una interpretación conmovedora, repleta de sutilezas. Con esto consigue un equilibrio maravilloso a la hora de plasmar el costado más feroz de su personaje, el justiciero brutal, de manos pegoteadas de sangre, perseguido por quien sabe cuantos demonios. Elden Henson es Foggy, amigo y socio de Matt, abogado honrado, brújula moral de su amigo y hombre de familia. Su lealtad no es la típica de este tipo de historias, ya que hace lo que cualquier buen amigo haría: cuando las “papas queman”, no teme en enfrentarse a su compañero para decirle que está equivocado, ni acepta mentiras o traiciones como si nada. Henson es tan importante como el protagonista porque, sin él, nuestro héroe estaría perdido, y su interpretación es infalible. Deborah Ann Woll personifica a Karen, que empieza trabajando por unas monedas en el estudio jurídico pero después va encontrando su camino como periodista de investigación. Ella no solo completa el trío tan entrañable sino que se convierte en el interés romántico del protagonista, pero, al igual que todos los personajes de la serie, rompe con las convenciones del género. Los realizadores eligieron darle fuerza al personaje, recursos para valerse por si misma y también un pasado oscuro. Es imposible imaginar a otra actriz en el rol, y sin ella, el dúo de amigos se encontraría a menudo perdido a la hora de tomar decisiones.

Vincent D´Onofrio, uno de los mejores actores de esta generación,interpreta al villano Willson Fisk, y es uno de los mejores antagonistas que presentó Marvel en su historia cinematográfica. La complejidad del personaje es un mérito conjunto de los guionistas y del propio intérprete. Es sorprendente como consigue lucir amenazante con gestos, en contadas ocasiones levanta el tono de voz y a la hora de pelear cara a cara, se convierte en un animal, una bestia capaz de quebrar huesos. A la hora de mostrar el costado humano y atribulado D´Onofrio pone sobre la mesa todo su oficio, y tras verlo sufrir por amor cuesta no sentir empatía pese a que sabemos lo monstruoso que puede llegar a ser.

Daredevil sirvió como plataforma para que otros personajes debutaran en el servicio de streaming, con el destacado Punisher, quien hizo su aparición en la segunda temporada interpretado por John Bernthal, quien se ganó el cariño de los fanáticos del ex-militar convertido en vigilante urbano, un contrapeso moral del héroe ciego, ya que este no duda en matar a sus enemigos. Protagonizó una de las escenas de pelea —en la prisión— más violentas de la temporada, y tuvo su propia serie de dos temporadas. Rosario Dawson le dio vida a la enfermera Claire Temple, quien comienza a encontrarse con superhéroes por todo Nueva York, y terminó apareciendo en otras producciones como Luke Cage o Los Defensores, una especie de versión suburbana de Los Vengadores, serie que duró una temporada y no tuvo muy buena recepción.

La cancelación de esta serie fue un golpe duro para los fans de la obra, en especial porque se sabe que Disney, por más que incorpore al Charlie Cox a su universo cinematográfico, es improbable que lo haga con la ferocidad y el tono adulto que Netflix le permitió desarrollar. Daredevil es un estudio de personajes, entiende que el drama humano es más importante que el de los superhéroes. Los creativos consiguieron generar empatía por todos los personajes y eso es más importante que un desfile de efectos especiales vistosos y chistes cada cinco minutos. Daredevil es el mejor ejemplo del potencial que tienen algunos héroes de Marvel para explorar temáticas adultas, y sobre todo, explorar estas temáticas de forma adulta.

Fue un producto raro para la época, y por suerte las tres temporadas siguen disponibles en Netflix, la historia cierra y es un deleite visual. La cinematografía es una lección de cine en cada plano, las batallas son tan feroces como hermosas de mirar, y los diálogos son en su mayoría impecables. Daredevil no es una serie perfecta, de sus treinta y nueve episodios probablemente siete u ocho sean un poco lentos, pero el promedio general es excelente, y es una obra que puede gustarle tanto a los fans de los superhéroes como aquellos que suelen esquivar este tipo de género.

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