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La Pasión de Cristo
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La Pasión de Cristo

Mel Gibson, antes de la controversia por sus comentarios antisemitas, demostró que su carisma y pericia a la hora de retratar grandes personajes (Arma Mortal o Mad Max son dos ejemplos paradigmáticos) no se circunscribía solamente a la actuación. El hombre, que fue a un casting casi de casualidad, encontró su pasión en el arte a veinticuatro cuadros por segundo. Aprovechó cada momento para aprender los secretos sobre como hacer cine, y un día dio rienda suelta a su habilidad para contar historias.

Corazón Valiente, su segundo largometraje, probó que el debut con El Hombre sin Rostro no había sido un mero golpe de suerte. Gibson tenía talento, y la historia épica de William Wallace puso las cartas sobre la mesa. Estábamos ante un cineasta con una visión clara, con una voz propia, con estilo y carisma.

Cuenta la leyenda que la idea de hacer una película sobre los últimos días de Jesucristo dio vueltas por la cabeza de Gibson durante décadas. No se conformaba con ningún guion hasta que su padre, tan o mas religioso que su hijo, le dio un ejemplar de la Biblia, entre lágrimas, y le dijo que en esas páginas estaban todas las palabras que necesitaba para hacer su largometraje.

Junto al guionista Benedict Fitzgerald, escribieron un guion que contarÍa, en extremo detalle, la Pasión de Cristo, aquellos últimos momentos en la vida del hijo de Dios. Para diferenciarse de otras películas que trataban la misma temática, tomó la arriesgada decisión de traducir el guion a arameo y hebreo antiguo, con la intención de dar más realismo a la narración bíblica.

Especialistas en lenguas muertas tuvieron que entrenar a los actores para que consiguieran pronunciar de forma adecuada… como si alguien pudiera reconocer si están pronunciando mal la palabra “lírvaya”, por ejemplo.

Esta fue una apuesta arriesgada porque, históricamente, a los estadounidenses no les gusta ni un poco leer subtítulos.

Con un presupuesto pequeño para una producción mainstream, los treinta millones de dólares se aprovecharon a la perfección. Gibson llevó adelante un rodaje en donde los escenarios se sentían reales.

La reconstrucción de la época bíblica se alejó de la estética de “decorado” que otras producciones clásicas tuvieron. Jim Caviezel fue elegido para ponerle el rostro y, especialmente, el cuerpo a Jesucristo. Maia Morgensten le dio vida a María, y Monica Bellucci a María Magdalena, quienes componen el trío protagonista entre dos docenas de secundarios. El rol más controversial fue el de Rosalinda Celentano, cuyas facciones cubiertas de maquillaje prostético sirvieron de lienzo para un Satanás andrógino, ominoso, que espía a Jesús en cada paso que da antes de ser crucificado. Muchos reaccionaron negativamente frente a una mujer poniéndole el cuerpo al ángel caído, tal vez porque la imagen más popular del enemigo bíblico número uno siempre estuvo asociada con una figura masculina.

La filmación fue, al menos para Caviezel, una tortura. El actor se había acercado a Gibson diciéndole que tenía treinta y tres años (la edad de Cristo al morir) y que sus siglas eran JC, con el fin de convencerlo que era la persona indicada. El look lo tenía, y estaba dispuesto a dejar todo para darle vida a una de las figuras mitológicas más importantes del planeta. Creía que su carrera iba a elevarse hacia el estrellato después de La Pasión de Cristo.

Lo que encontró fue un calvario, digno de una paliza bíblica.

El actor sufrió heridas en su hombro cuando una pesada cruz cayó sobre su hombro. No una, sino dos veces, un rayo lo impactó, incluso prendiendo fuego su cabellera. En la escena sobre la cruz sufrió hipotermia y neumonía. Incluso casi se asfixia mientras estaba colgado. Varias cicatrices muy reales aún le recuerdan el padecimiento que padeció, sin contar las casi diez horas que debía pasar en la sala de maquillaje para aplicarse todas las heridas que Jesús va recibiendo a lo largo de las estaciones de la Pasión.

Mel Gibson quiso que las torturas que recibió Jesucristo se vieran más reales que nunca. Se alejó por completo de aquellas líneas de sangre que otras producciones plasmaron en pantalla, y se dedicó a exhibir cada tajo en la piel del Hijo de Dios. Se encargó de investigar cada arma utilizada para aplicar el castigo físico, y descubrió que no eran simples látigos los que utilizaban, sino una variedad de objetos destinados a desgarrar la carne de las formas más variadas. El director nos muestra con lujo de detalles cada abertura en la carne. No dudó en imprimir en varios fotogramas los pedazos de cuerpo desprendiéndose. La famosa corona de espinas no sólo se posa sobre la frente del mártir, se hunde en la piel, y para rematar, unos soldados presionan con un palo para que la unión sea sádicamente perfecta.

Estamos ante un festival de atrocidades que, ni más ni menos, están descriptas en las sagradas escrituras cristianas.

El debate, allá por el 2004, se concentró en el nivel de violencia que los espectadores encontraron al ver el film. El trailer promocional mostró poco y nada de la tortura, se concentró en imágenes icónicas de Jesucristo, pero se reservó el plato fuerte para las salas de cine. Era una época en donde las redes sociales no existían, en donde el boca en boca no era tan veloz. Los críticos de cine escribieron miles de páginas, algunos alabando la pericia del director y la “fidelidad” —si es que podemos utilizar este vocablo al hablar de un relato bíblico— con la que se retrataron los últimos días de Cristo. Otros criticaron la crudeza de las imágenes, asegurando que distraía del mensaje positivo que quería dar.

Muchos la compararon con films de horror explícito, los “porno gore” en donde la sangre es más importante que la historia.

La segunda crítica más importante fue que, para muchos, esta era una película antisemita. Cuando se muestra la traición de Judas, quien negó a Jesús tres veces y lo vendió al consejo Sanedrín, compuesto de rabinos. Pese a que es “históricamente” correcto (asumiendo que sucedió), la comunidad judía reaccionó mal por la forma en que Gibson retrató a estos rabinos, y la implicación de que fueron ellos quienes asesinaron al Mesías.

Son todas posturas válidas porque a la hora de hablar de religión, nadie puede tener razón. La fe es ciega, no responde a criterios lógicos sino a percepciones.

Ninguna polémica le impidió a la Pasión de Cristo convertirse en el film calificado para mayores de 18 años más taquillero de la historia, al igual que el film mas recaudador hablado en una lengua extranjera.

En el 2004 todo el mundo hablaba de este film, las salas se llenaron con espectadores curiosos de ver que tan sangriento era el largometraje y, especialmente, católicos que vivieron aquellas dos horas como una experiencia religiosa.

La pregunta, a diecinueve años de su estreno, es si este largometraje superó la prueba del tiempo. Para quien escribe, sí lo hizo. La Pasión de Cristo es una película que atrapa, con actuaciones destacadas, en donde Caviezel es la estrella absoluta. No sólo por el nivel de castigo que sufrió delante y detrás de cámaras, sino porque consigue retratar a una figura arquetípica alejada de los clichés. Su Jesucristo se ve posible, luce y habla como alguien que podría haber existido, se siente humano pese a haber sido una creación Divina. Y este contraste juega muy a favor del espectador porque, cuando la Pasión comienza, cada golpe duele, cada gota de sangre quema. Cada tortura tiene sentido en el marco de la historia.

Puede que sea un poco exagerado el nivel de sadismo, pero el relato bíblico habla sobre los padecimientos inhumanos que sufrió Jesús. Con la perspectiva del tiempo, y habiendo asistido a festivales sanguinarios como la franquicia de El Juego del Miedo, Hostel o la más reciente Terrifier, la película dirigida por Mel Gibson parece una más del género. La violencia acá está justificada, hay un contexto mitológico que lo respalda. No es sangre por el mero hecho de mostrar sangre, sino que es una forma de mostrar el sacrificio que realizó para salvar a la humanidad.

La Pasión de Cristo se ve increíble, está repleta de planos que emulan las obras artísticas más importantes y se nota el amor de Gibson no sólo por el cine, sino por el material en que se basa. Como toda obra religiosa, siempre va a resultar divisoria. Los que quieran encontrar mensajes antisemitas, lo harán. Los que quieran ver una representación fiel de un hecho que consideran histórico, lo verán. Quienes quieran entretenerse con una historia dramática y muy bien ejecutada, encontraran acá un producto de muchísima calidad.

Un film ideal para estas pascuas, seas o no católico, que se puede encontrar en Star + , y encima en el idioma original.

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