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El Número 23
CRÓNICA DE UNA OBSESIÓN — DISPONIBLE EN HBO MAX
El Número 23

Las obsesiones pueden llevar  a la locura absoluta. Quienes padecen eso ven al sujeto u objeto con el que establecen aquel lazo insano como un objetivo en su vida. No pueden vivir sin aquello que anhelan. Se convierte en la única motivación.

Joel Schumacher fue un director de cine sumamente obsesionado con el aspecto estético de sus largometrajes. Siempre se han visto impactantes, bonitos, interesantes, ya sean películas memorables como Línea Mortal o bazofias como Batman & Robin. El apartado visual se ve espectacular, y es un logro de él, un testimonio de su visión.

El montaje vertiginoso, siempre dinámico y con puestas de cámara muchas veces innovadoras también se convirtieron en un sello del hombre. Pero, si debemos destacar una obsesión del cineasta, esta era la de narrar historias.

El Número 23 fue el largo número veintitrés en la enorme filmografía de Schumacher. Puede que haya sido casualidad, el director siempre afirmó que no tenía la menor idea de aquella coincidencia, y que no creía en la numerología. Las coincidencias a veces suceden, pero para hacerle honor a la narrativa, vamos a jugar con la idea que la cancelación de la película Sleepwalkers, que debería haber sido su vigesimotercero largometraje, fue una señal del destino.

La historia nos cuenta que Walter Sparrow, en la piel de Jim Carrey, que encuentra un misterioso libro llamado El número 23, en donde el protagonista, un detective, está obsesionado con el número en cuestión. Sparrow, por supuesto, comienza a encontrar paralelismos entre los sucesos de aquella historia y su propia vida, y poco a poco empieza a ver patrones en todos lados. El veintitrés parece perseguirlo en cada esquina, en cada rincón de los sitios que habita.

La fijación se vuelve insoportable y, por momentos, peligrosa. Atrapado en una vorágine de numerología, Walter cree que encontrando información sobre el libro y su autor podrá responder las incógnitas que se le presentan cada vez a menudo relacionado con el maldito número.

Nadie parece saber absolutamente nada acerca de la novela y de su autor.

El final puede parecer un poco previsible si el espectador ha visto algunas películas de misterio en su vida, pero prueba ser efectivo. La actuación de Carrey, que se animó a salir del registro cómico por primera vez en su carrera, se siente un poco restringido, como si tuviera miedo de hacer el ridículo, pero finalmente entregándose al juego que le propuso el director. No llega a picos de drama como en Man on the Moon o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (obras superiores en todo aspecto), pero El Número 23 es un thriller que se deja ver… siempre y cuando quien la vea esté dispuesto a creerse la premisa.

Para los que no creemos en astrología, numerología o cualquiera de estas pseudo ciencias tiradas de los pelos, la forma en la que Sparrow empieza a ver números veintitrés por todos lados se siente forzada. Muy forzada. Las matemáticas simples —sumas o restas— no siempre dan el número deseado, y por eso el guion se toma la libertad de añadir o sustraer para llegar al resultado deseado. Es lo normal para los que creen en este tipo de cuestiones supersticiosas, los que buscan que el universo les brinde respuestas tienen tendencia a encontrar señales en cualquier lado. No está mal, no es reprobable, y esa es la lógica que utiliza la historia para justificar la estúpida cantidad de números veintitrés que aparecen en la trama.

Jim Carrey y casi todo el equipo artístico y técnico se obsesionaron a la par del protagonista ficticio con el número 23, a tal punto que se convirtió en un problema considerable a la hora de filmar. Para colmo de males, Carrey decidió improvisar muchas de sus escenas de locura, horrorizando a sus compañeros con conductas reprochables, como ponerse a orinar súbitamente enfrente de todos.

Hay páginas en internet dedicadas a señalar la enorme cantidad de situaciones en donde el número aparece relacionado a la película. En muchísimos países en donde los estrenos son los viernes, la fecha coincidió con el 23 de marzo del 2007. A Carrey le pagaron veintitrés millones de dólares por actuar en el film. Los nombres del director y el actor suman 23 letras… y así podemos estar durante horas.

¿Añade esto algo de valor al largometraje? En absoluto, pero los fanáticos de las coincidencias numéricas adoran este tipo de cosas, y es un valor agregado al producto en sí.

Cuando se estrenó, los críticos detestaron El Número 23. La premisa, aunque interesante, se ejecutó  de forma un poco tediosa. Si bien no es un largometraje extenso, dura menos de dos horas, algunas secciones podrían haber quedado en la mesa de edición.

Objetivamente, no es un film malo. Tampoco es bueno. Pero es interesante. Las coincidencias pueden ser forzadas, las actuaciones un poco melodramáticas y el final, un poco fácil de adivinar, pero sigue siendo una película interesante desde el planteo visual, desde el ritmo narrativo, que no cae en el vértigo habitual en Schumacher sino que le da tiempo para respirar a la historia.

El número 23 es un proyecto atractivo comandado por uno de los directores más peculiares que tuvo Hollywood en los últimos treinta años. La película es despareja, al igual que su filmografía. Asistimos a un show en donde Jim Carrey aún no se animaba a desplegar toda su capacidad dramática, pero cumple con lo que le proponen. El misterio se sostiene, y a pesar de algunos giros en la trama forzados, si uno es capaz de apagar un rato la suspicacia y entregarse al juego, probablemente termine disfrutando de un largometraje del que se habla poco.

Quienes quieran sumergirse en el mundo del infame número veintitrés pueden hacerlo en la plataforma de streaming HBO MAX.

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