Creencias, Mitos y Leyendas
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El Familiar
Se remonta a la civilización greco-latina, nuestro Familiar tiene rasgos propios que le dan plena ciudadanía en nuestra cultura
El Familiar

Se conoce al perro como el fiel amigo del hombre, pero también puede ser un eficiente embajador del Diablo, el terrible guardián de los pactos que se celebran con él. Quién no oyó hablar del mítico Cancerbero, el de tres fauces, ojos rojos, pelos negros y cerdosas y grandes uñas, que guardaban la casa de Hades. Si bien este mito se remonta a los más antiguos estadios de la civilización greco-latina, nuestro Familiar tiene rasgos propios que le dan plena ciudadanía en nuestra cultura.

Entre nosotros, en su imagen más difundida, es también un perro negro (el color de la muerte y el pecado), de refulgente mirada (hay quien dice que echa fuego por la boca y los ojos) y largas uñas, capaces de desgarrar a la víctima en un santiamén, pero nunca de tres cabezas. Aunque con menor frecuencia, toma asimismo la forma de otros animales, como cerdo, viborón (como el que había en la bodega de Cafayate), tigre, puma, oveja, burro, caballo y hasta una mujer. Su aspecto es siempre terrible, pero no se distancia mucho de la naturaleza, se exceptuando el caso de una serpiente de dos cabezas que merodeaba el campo santiagueño.

Cualquiera sea la forma que asuma, el Familiar se alimenta de carne humana. El patrón de estancia o dueño de ingenio (al parecer los únicos que prohíjan a este animal) tendrá que suministrarle un peón al año, que es su ración mínima, aunque hay pactos que establecen una dieta más nutrida.

La leyenda está muy difundida en Tucumán, Salta y Noroeste de Catamarca, con irradiaciones a Jujuy y Santiago del Estero. Pero por el lugar que ocupa en la vida cotidiana de los campesinos, más que una leyenda parece una realidad. Cualquiera de ellos tendrá siempre mucho que contar respecto a esta encarnación demoníaca.

Dichos perros se multiplicaron mucho hacia fines del siglo pasado, con el auge de la industria azucarera. Los dueños de ingenio se enriquecieron de la noche a la mañana, y la mentalidad popular encontró pronto la explicación. Había ojos de fuego que se paseaban por la noche del cañaveral. Espantosos ruidos de cadenas. Feroces y fugitivas formas que dejaban al pasar un fuerte olor a azufre. Y peones golondrinas que desaparecían pronto, sin despedirse de nadie. Corría entonces el rumor de que en los sótanos o en la chimenea del ingenio había un perro negro.

A veces el patrón lo soltaba para que eligiera la víctima de su gusto, en correrías que enloquecían a los demás perros, y que sólo el canto de del gallo podía interrumpir. En otros casos, el solícito industrial le llevaba con engaños al peón, y se lo entregaba. Si el patrón faltaba al pacto, él mismo iba a parar a las fauces del diabólico animal. Y fue tal la difusión de esta leyenda, que el ingenio que no tuviera un Familiar podía considerarse de poca monta.

Nada le hacen al Familiar las balas ni el filo de los machetes. Sólo retrocede ante la cruz del puñal. Es decir, cede al poder del signo y no del arma. Hay quien dice que se opone al progreso, citando como ejemplo al ya famoso Familiar de Santa Ana, de Tucumán, que se echó a las vías del ferrocarril que unía esta fábrica a Río Chico y la red nacional el mismo día de su inauguración, impidiendo el paso del primer convoy. Pero no es legítimo sacar de un solo caso una conclusión general, y más cuando resulta inobjetable que fue el progreso económico lo que hizo crecer el número de estas bestias. ¿No será el Familiar, por el contrario, un símbolo de la faz carnívora de ese progreso?
Adolfo Colombres – Seres Sobrenaturales de la Cultura Popular Argentina – Ediciones del Sol – 1984 – Ilustraciones de Ricardo Deambrosi

El Familiar – Escultura de Dionisio Diaz

El Familiar

En los relatos del continente americano prolifera una fauna terrorífica que asombra y espanta por las características de sus representantes. Criaturas malignas y demoniacas que fueron creadas por la superstición popular poseedoras de una fuerza poderosa, imposible de ser combatida por el hombre. Feliz Coluccio, en Fauna del terror en el folklore iberoamericano- editado por Plus Ultra- compila algunas de las leyendas y mitos de los más grandes monstruos de la geografía iberoamericana.

Ser sobrenatural argentina, el familiar se alimenta de seres humanos dando riqueza solamente a su dueño. Según relata Coluccio, con el centro, oeste y norte del país, los cuentos populares sostienen que se trata del mismísimo Diablo.

En el centro, oeste y norte del país familiar a un ser sobrenatural que generalmente se alimenta de seres humanos, dando riqueza solamente a su dueño. Por lo común se cree que ha surgido de un pacto hecho con el Diablo. Del familiar se ocupan Rosenberg, Jacovella y Jijena Sánchez, Vidal de Battini, Molina Téllez y otros. Alguna vez se presenta al familiar como una enorme serpiente, una oveja, un puma, etcétera. Explica Molina Téllez que cierto paisano de Tucumán le describía al familiar como fiera que puede encarnarse en la figura de un hombre, de una mujer, de un tigre, de un perro negro, de un sapo, de un cerdo, de un caballo, etcétera, pero que se alimenta de carne humana. El que posee un familiar tendrá suerte permanentemente, siempre que le suministre a la fiera todos los años un peón de la estancia para ser decorado por aquella, la que está al servicio del Diablo.

En Tucumán también sostiénese que el familiar es un perro grande que ronda los ingenios azucareros cuidando los interés de su amo, con el cual tiene un pacto. Vive en los sótanos del ingenio y su dueño, cada año, debe entregarle un ser humano como alimento. Si éste no cumple, peligra la estabilidad del establecimiento. Las rondas del familiar son siempre nocturnas, pues se asegura que de día permanece encadenado. El ser humano destinado al festín del perro puede luchar contra este, y aun vencerlo. Para ello debe emplear un “cuchillo sin pecar” y obrar “en nombre de Dios”.

Refiere Fermín Chávez que en Entre Ríos tienen por el familiar a la víbora que los antiguos criaban y alimentaban cerca de las casas como señal de buena ventura. Se le atribuían virtudes diabólicas. El padre Saldaña Retamar, que ha recogido esta versión entrerriana, cuanta que un vecino de Don Cristóbal, Nogoyá, era mal mirado y murmuraban que tenía pacto con el familiar por lo afortunado que era en el juego, que le permitía almacenar onzas de oro en cantidad. El personaje existió y se llamaba Dionisio Retamar.

El familiar, bajo la forma de perro negro, lo estudia Jijena Sánchez.

En Sabagasta, Santiago del Estero, se creía que el familiar era el mismo Diablo, y que en los ingenios azucareros para enriquecer el patrón debía este entregarle cada año un peón para ser devorado al cumplirse los plazos, enviaba con ese fin y con  cualquier excusa, a un obrero fuera del lugar de explotación. Alli de pronto quedaba todo a oscuras y desaparecía. Por esta razón y temiendo al familiar, solo los que no sabían de su existencia obedecían la indicación del dueño.

Pablo Fortuny señala el concepto que del familiar hay en los valles calchaquíes: “El familiar es el Diablo o un agente directo de éste”.

En los ingenios de azúcar suelen perderse obreros o sufrir algún accidente serio en las maquinas. Entonces, la mentalidad popular atribuye estas desgracias al familiar que tienen los dueños. Estos han contraído un pacto con el Diablo para que les de muchas riquezas y goces en la vida. Pero Satanás les concede sus deseos con tal que los patrones le proporciones cada año un obrero, para comerlo.

El familiar toma muy distintas figuras. Unas veces es perro, otra ganso, mula, cerdo, etcétera, y también puede ser un hombre.

Aún se recuerda San Carlos la creencia de que una de las bodegas de Calafate existía un familiar. Era un viborón, al que una viejita contratada al efecto, lo alimentaba con leche. Los patrones acrecentaban sus bienes, gracias al Diablo. Cuando murieron, el viborón se escapó al monte. He de consignar que se cree firmemente en la veracidad de esta existencia.

Algunos obreros que van a los ingenios llevan contra este familiar un puñal, una cruz u otros “remedios eficaces”.

En Cafayate, Antastaco, Anymaná, Tolombón, Seclantas, Molinos, etcétera, donde los viñedos son abundantes y sus propietarios aumentan sus caudales con la venta de ricos vinos, es natural que existían distintas clases de familiares, agregando al viborón que ya mencioné. Hay ciertas arañas misteriosas, y hasta sapos (“se lo ve siempre al mismo”) que, seguramente, son los que ayudan al otro a ganar más. Pero, y aquí obra el aspecto asfalico, el pueblo recurre tanto a sacerdotes como a curiosas para contrarrestar el peligro. Entiéndase bien: no protesta porque el dueño se haga millonario, sino por los supuestos recursos que utiliza para ello y por los cuales sobrevivientes muertes, enfermedades, desapariciones y pestes.

En otros países de Latinoamérica la superstición del familiar tiene solo en parte semejanza con lo que ocurre en nuestro país. Así, en Colombia, el familiar no es una fiera con ansias de sangre humana. Panesso Ribledo lo describe  como un muñeco de madera, labrado de noche y exprofeso para cada cliente por un hechicero de nota, para precaverse de enfermedades y sobre todo de los maleficios de sus congéneres enemigos o envidiosos. El endiablado monigote sobre el cual el fabricante practica extraña ceremonias y vierte largos y enrevesados exorcismos se entregaba siempre bien envuelto, en trueque a veces de verdaderas fortunas.

En Panamá, refiere Aguilera Patiño, el campesino o campesina que tiene fama de brujo, según las circunstancias, coloca en la puerta de su casa un muñeco del tamaño de un apersona. Ese es el familiar, o sea el Diablo en persona, con el cual aparentan conferenciar cada vez que se presenta un enfermo para curar, para que les indique que medicina tienen que recetarle.
La Maga – 12-04-95

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