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Homero Expósito: Vivir es Cambiar…
“Primero hay que sufrir / después amar / después partir / y al fin andar sin pensamiento…”
Homero Expósito: Vivir es Cambiar…

“Primero hay que sufrir / después amar / después partir / y al fin andar sin pensamiento…”.

Seguramente no pocas personas atravesaron circunstancias parecidas, con la incertidumbre de no saber qué encontrarán al final de aquel camino iniciático. Tal vez en ese orden; quizás en forma caótica, pero la vida es lucha dice la sabiduría popular.

La literatura universal, más allá de los ríos de tinta, los millones de páginas escritas y las infinitas historias conservadas en las tradiciones orales de los distintos pueblos, los temas de fondo siempre se reducen a unos pocos contenidos; la diferencia está en su tratamiento y el género utilizado como herramienta.

El poeta Homero Aldo Expósito con su capacidad de síntesis y alto vuelo poético, ordenó ese cuasi mandato en los pocos versos del tango que compuso con su hermano, el músico Virgilio Expósito: “Naranjo en Flor”, una de cuyas estrofas se reproduce al comienzo de ésta nota.

Homero nació en 1918 en la localidad bonaerense de Campana, mudándose la familia a los pocos días a la vecina ciudad de Zárate, donde Homero transcurre su infancia y adolescencia y se relaciona con otros músicos que brillaron alto en el firmamento tanguero durante la época de oro del tango, entre los años cuarenta y cincuenta. Su apellido responde al carácter de huérfano de su padre quien fue “niño expósito” en la Casa Cuna, de donde cuentan que se fugó a los seis años para comenzar su lucha por la supervivencia.

Expósito padre hizo de todo para mantener a su familia, capacitándose y cambiando de oficios, siempre en busca de una vida mejor. No le fue mal, ya que regenteó en Zárate una confitería que llegó a contar con dos decenas de mozos. La familia la integraban su esposa y tres hijos: Luis, Homero y Virgilio. Curiosos nombres clásicos los dos últimos, para aquel ambiente provinciano y en una época en que predominaban otras tradiciones. Es que Don Expósito fue un lector insaciable y su espíritu inquieto influyó sin dudas, en las inclinaciones artísticas de Homero y Virgilio.

Homero cursó el bachillerato en el Colegio San José de la ciudad de Buenos Aires y luego, comenzó a cursar en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; una carrera que abandonó faltándole cursar muy pocas materias para finalizarla. Pero esa educación formal se nota en las letras laboriosas y de cuidadas metáforas que se desprende de cada pieza suya.

Todas las comparaciones son odiosas, pero a veces, inevitables. Si consideramos a la mejor poética de aquellos años en que Homero comienza a trascender, los nombres de Enrique Santos Discépolo, Cátulo Castillo, Homero Manzi, Enrique Cadícamo y otros que representaron un elevado salto de calidad en las letras de tango, Expósito se ubica cómodamente en un andarivel de llamativa originalidad. Su obra tiene algo de la nostalgia de Manzi, del doloroso grotesco de Discepolín, de la filosofía existencial de Cadícamo… pero con una marca propia que hace a sus letras reconocibles desde los primeros versos.

Homero Espósito – Clarín – 24-09-87

Algunas metáforas que rayan el surrealismo “Trenzas del color del mate amargo”, y estrofas alejadas de la rima fácil pero que no obstante, deben conservar la armonía para ensamblar en la música que le dará vida como tango. La singularidad es el rasgo distintivo de la obra de Homero.

Si bien compuso entre seiscientas y setecientas letras, entre sus tangos más difundidos destacamos: Afiches, Ese muchacho Troilo, Margo, Farol, Naranjo en Flor, Percal y tantas otras. La música de muchas de aquellas composiciones llevan la firma de su hermano Virgilio, Domingo Federico, Aníbal Troilo, Armando Pontier, Osmar Maderna, entre los más recordados.

En 1938 comienza su relación profesional con el tango. Con Virgilio producen su primera pieza: el tango Rodando, estrenado por Libertad Lamarque en Radio Belgrano; pero tiene escasa repercusión.

Homero comienza a transitar la noche porteña y con su tango “Tristezas de la calle Corrientes”, inmortaliza a la arteria más emblemática del Centro: “Calle como valle / de monedas para el pan. / Río donde junta / sus desvíos la ciudad.” Bella letra coronada con la imagen “… del puñal del obelisco” clavado a perpetuidad sobre el asfalto porteño.

Convertido en un hijo más de La Reina del Plata, en 1945 Homero ingresa a la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) donde junto a Virgilio coordina un curso de Cancionística; una disciplina con la que forman a nuevos autores en la técnica de la construcción poética destinada a ser musicalizada. Es el mismo Homero quien explica en qué consiste esa actividad: “Enseñábamos a autores potenciales el ordenamiento lógico, las fases y formas técnicas para realizar una canción popular, según el ritmo. Hay quienes intentan o las hacen, pero fracasan porque no conocen sus leyes y también sus limitaciones”. (1)

También cumple funciones administrativas en la entidad, siendo tesorero de la misma durante un tiempo y paralelamente, sus tangos ya son famosos y los interpretan las mejores orquestas y solistas del género. Tal vez la clave de la popularidad de esas letras tan elaboradas, la da el periodista Jorge Gottling: “Así de la misma manera que la frecuentación de Baudelaire, Rimbaud o Verlaine lo había salvado de lo adocenado de tanto verso tanguero, su codeo bolichero permanente con ese mundo de la porteñidad le dio la posibilidad de ser popular, sin escribir para eso.” (2)

Pese a estar ya cómodamente instalado en el mundo tanguero, en 1950 Homero se va a Europa; Madrid y París lo reciben; pero cinco años más tarde y urgido por la enfermedad de su padre, retorna a la Argentina. Se hace cargo del negocio familiar en Zárate e intenta afirmarse económicamente en el rubro gastronómico, pero la jugada salió mal. En el mundillo tanguero se decía que lo habían fundido los amigos “garroneros” que poblaban sus mesas.

En 1960 se traslada a Mar del Plata con otro emprendimiento, corriendo la misma suerte que en Zárate. Finalmente y ante los reiterados fracasos económicos, se vuelca de lleno a la poesía y finalmente la muerte lo sorprende en 1987. Sus restos descansan en el panteón de SADAIC en el cementerio porteño de La Chacarita.

Dos años antes de morir, Expósito intentó definir la gestación de su identidad poética: “En la vida no es cuestión de saber mucho sino de olvidarse poco.” (3)

  1. Diario Ámbito Financiero – Buenos Aires – 16-11-1987
  2. Diario Clarín – Buenos Aires – 24-09-198
  3. Revista La Maga – Buenos Aires – Diciembre de 1995
Homero Expósito – Crisis – Agosto 1986 – Foto – Julio Manajovsky

Chau No Va Más

¡Chau, no va más!…
Es la ley de la vida devenir,
¡Chau, no va más!…
Ya gastamos las balas y el fusil.
Te enseñé como tiembla la piel
cuando nace el amor,
y otra vez lo aprendí;
pero nadie vivió sin matar,
sin cortar una flor,
perfumarse y seguir…

Vivir es cambiar…
¡dale paso al progreso que es fatal!
¡Chau, no va más!…

Simplemente, la vida seguirá.
¡Qué bronca sentir todavía el ayer
y dejarte partir sin llorar!

Si te pude comprar un bebé,
acuñar otra vida y cantar…
¡qué bronca saber que me dejo robar
un futuro que yo no perdí!
Pero nada regresa al ayer,
¡tenés que seguir!…

«Tomálo con calma… Esto es dialéctica pura,
¡te volverá a pasar tantas veces en la vida!
Yo decía… ¿te acordás?»

«-Empezar a pintar todos los días
sobre el paisaje muerto del pasado
y lograr cada vez que necesite
nueva música, nueva, en nuevo piano…»

«Vos ya podés elegir el piano, crear la
música de una nueva vida y vivirla intensamente
hasta equivocarte otra vez, y luego volver a empezar
y volver a equivocarte, pero siempre vivir…
¡vivir intensamente!, porque ¿sabés qué es vivir?…»

Vivir es cambiar,
en cualquier foto vieja lo verás.
¡Chau, no va más!…
Dale un tiro al pasado y empezá,
si lo nuestro no fue ni ganar ni perder,
¡fue tan solo la vida, no más!

Y el intento de un casi bebé
debe siempre volverse a intentar.
Sé que es duro matar
por la espalda el amor
sin tener otra piel donde ir…
Pero, ¡dale, la vida está en flor!
¡Tenés que seguir!

Tango
Música: Virgilio Expósito
Letra: Homero Expósito


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