Hasta las Manos
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Las Manos de Mi Madre
Las manos de las madres de hoy son una bandada de pájaros
Las Manos de Mi Madre

Al escribir esta semblanza basada en canciones que hablan de las manos de la madre se me ocurre pensar en analogías: manos semejantes a almas, manos paralelas al amor, manos equivalentes al trabajo e incluso a actividades que tienen mucho del mundo del quehacer doméstico. Claro que son canciones que representan y no, al mundo actual.

Las madres de hoy esculpen sus uñas y también trabajan, no necesariamente están como hojas secas y muchas de ellas son alfareras de destinos y búsquedas cotidianas. Las madres de hoy construyen sus “nidos”, en un sinnúmero de ocasiones, en la absoluta soledad, pero además conviven con el mundo del trabajo y el capital, ergo, son madres que se ganan el pan y sus espacios a fuerza de sacar la testa fuera de sus casas. Son contenedoras como las de antes, enfermeras como las de antes, amorosas, pero de voz alzada en la búsqueda de espacios que contemplen a sus hijos y sobre todo son multifacéticas, Es por ello que existen asociaciones de madres (no así, en general, de padres) que bregan por las vidas de sus hijos en mundos dispares para ellos. Asociaciones de madres que velan por la niñez, Madres de Plaza de Mayo que buscan sus hijos y nietos desaparecidos, Madres del dolor que perdieron sus hijos en actos violentos, Madres de niños con discapacidades, Madres de niños que padecen distintos síndromes, etc.

Colijo que las madres de hoy ganaron las calles en armonioso y encendido vuelo para hacerse escuchar por sí mismas, son un sinnúmero de latentes canciones y sobre todo son alfareras de los tiempos que vienen. Ya el mundo no se reduce al hogar, el mundo se ha complejizado de tal modo que una madre es la sumatoria de muchas más para ayudar a sus hijos en la escuela a través de los nuevos instrumentos de comunicación, son madres que no escatiman hablar sobre temas referidos a la sexualidad, identidad, etc, son madres que pueden desde conducir un taxi, un camión e incluso doctorarse, mientras sus hijos les demandan cómo hacer una síntesis para la escuela o cómo se divide por tres cifras.

Las madres que me antecedieron en cierto modo eran víctimas de la sociedad que les tocó vivir, el vuelo rasante permitido no contemplaba ninguna liberación femenina, ni siquiera podían sufragar, sin ir más lejos mis manos no pudieron sufragar hasta los 28 años debido a los gobiernos de facto, por ende, mis manos eran manos incompletas que no podían elegir el horizonte para mis propios hijos. Mi madre fue niña prodigio, sin embargo, no supo cómo volar, no pudo o no quiso. Hubiera deseado ser escritora, pero jamás lo hizo por miedo a ser juzgada, ergo, las manos de mi madre eran prejuiciosas, no por ello exentas de amor, ni de exquisitos y laboriosos platos que nos ofrecía ni bien llegábamos a su casa. En fin, ni las madres de antes eran santas ni las de ahora demonios, las manos de las madres tratan de adaptarse al tiempo que toca en suerte y los hijos a su vez también se adaptan, hoy día, a ver a sus madres en internet haciendo cursos por zoom, o descubriendo un nuevo peinado por los Reels de Instagram e incluso buscando una oreja que las escuche o palenque dónde rascarse. Donde no hay computadora llega de uno u otro modo el progreso con el teléfono celular, bien de todos los bienes y mal de algunos males. Las manos de las madres de la actualidad  deben controlar hasta donde llega el satélite (en sentido figurado) para que sus hijos no caigan enredad@s en marañas difíciles de desarmar. Por lo tanto, digo:

Las manos de las madres de hoy son una bandada de pájaros que buscan su ruta sin dejarse dominar.

Como Pájaros en el Aire

Las manos de mi madre
Son como pájaros en el aire
Historias de cocina
Entre sus alas heridas
De hambre.

Las manos de mi madre
Saben que ocurre
Por las mañanas
Cuando amasa la vida
Hornos de barro
Pan de esperanza.

Las manos de mi madre
Llegan al patio desde temprano
Todo se vuelve fiesta
Cuando ellas vuelan
Junto a otros pájaros
Junto a los pájaros
Que aman la vida
Y la construyen con el trabajo
Arde la leña, harina y barro
Lo cotidiano
Se vuelve mágico.

Las manos de mi madre
Me representan un cielo abierto
Y un recuerdo añorado
Trapos calientes en los inviernos.
Ellas se brindan cálidas
Nobles, sinceras, limpias de todo
¿Cómo serán las manos
Del que las mueve
Gracias al odio?

Canción -1996
Peteco Carabajal

Manos Adoradas

Las manos que yo quiero
las manos que venero
no son color de rosa
ni tienen palidez

sus dedos no parecen
diez gemas nacaradas
tampoco están pintadas
ni tienen al timbrar

son manos arrugadas talvez
las mal soñadas
y están cual hojas secas
de tanto trabajar

son éstas manos santas
las manos de mi madre
aquellas que me dieron
con todo amor el pan

las manos que yo quiero
las manos de mi madre
ligeras como ave
volando siempre van

las manos de mi madre
por altivéz dichosas
si no hacen siempre algo
tranquilas nunca están

por rústicas y viejas
que bellas son tus manos
lavando tanta ropa
cortando tanto pan

corriendo por la casa
la mesa acariciando
buscando en el descanso
la lupa y el dedal

las manos que trajeron
la lámpara a mi cama
tapándome la espalda
en el invierno cruel

que cuando estuve triste
mis lágrimas secaron
y cuando estuve enfermo
acarisiaronme

con manos adoradas
con manos llenas de alma
en ellas yo quisiera mi frente refugiar
y tristemente digo
que lejos que se encuentran
que lejos de mi angustia
y de mi soledad

Compositores: Horacio Sanguinetti – Roberto Rufino

El Cielo en las Manos

Como si tuviera el cielo en las manos
cuando por las noches suelo acariciar
la cabeza tierna de mi santa madre
y así me quisiera por siempre quedar
cuando yo la veo silenciosamente
cruzar los rincones del humilde hogar
y ocultar su cara repentinamente
es por una pena que la hace llorar.

Pasamos la vida buscando una dicha,
buscando pasamos mil cosas tal vez.
Es un pedacito de cielo su cara
que está a nuestro alcance y que se nos va,
de qué vale entonces llorarla y nombrarla
si ya hemos perdido la felicidad.

Cada vez que veo pasar a mi lado
los cabellos blancos de alguna mujer
pienso en esos niños, los abandonados,
que no han conocido su madre al nacer.
Venero a la mía de cabellos canos
bendigo su nombre al pie del altar,
cada beso suyo es cielo en las manos
el cielo de un beso que no he de olvidar.

Tango – 1950
Música: Astor Piazzolla
Letra: Homero Cárpena

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