Uno de los géneros más populares en YouTube son los videos de mascotas. Desde los más habituales en los hogares de la gente, como perros o gatos, hasta fauna exótica como nutrias o mapaches. Muchas de estas grabaciones suelen alcanzar el estatus de viral, otorgándole los quince minutos de fama que predijo Andy Warhol para sus dueños. Las gracias de los animalitos se unen a millones de otros videos similares, integran compilaciones; youtubers alrededor del globo graban sus reacciones a este tipo de contenido, con la intención de atraer vistas capitalizando la ternura que generan.

Los animales son una potencia en Internet, y suelen ser uno de los contenidos más puros e inocuos. A no ser que tu nombre sea Luka Rocco Magnotta, que hayas nacido en Canadá y que intentes ganar notoriedad haciendo videos de animales de un género muy distinto.

El actor pornográfico y trabajador sexual canadiense subió un video en el 2010 titulado Un chico, dos gatitos, cuyo título parafrasea uno de los videos XXX más infames de la historia. Sin embargo, Magnotta no tenía ninguna intención de exhibir sus habilidades en la cama. El cortometraje lo posicionaba a él como protagonista, el “chico” del título, ahogando dos gatos cachorros.

El video se convirtió en un triste hit de culto en las redes sociales. Los grupos defensores de los derechos para los animales comenzaron a protestar, intentaron detener la circulación de la “película”, pero en el mundo virtual nada muere.

En Facebook la indignación fue tal que unos investigadores amateurs decidieron salir a cazar al responsable de los asesinatos. Deanna Thompson unió fuerzas con una persona que jamás conoció en la vida real, John Green, y en vez de compartir posteos denunciando la crueldad animal y contentándose con la protesta 2.0, se proponen no sólo denunciar al sádico, sino encontrarlo y ayudar a las autoridades pertinentes a meterlo en una celda.

Todo esto suena a una empresa imposible, dos ciudadanos a pie persiguiendo a un hombre anónimo que se dedica a torturar animales. Lo que luce como una investigación ardua se terminará complicando mucho más cuando se enteren que su sospechoso no sólo disfruta matando mascotas, sino que tiene planes mucho más “grandes” para su morbosa afición al cine hogareño.

Resulta que Magnotta tenía en sus planes asesinar a una persona al menos, y ejecutó ese plan con particular saña. Lin Jun, estudiante de origen chino que residía en Canadá, tuvo la mala fortuna de cruzarse con aquel desquiciado en el 2012, y encontró la muerte atado a una cama, apuñalado con un destornillador repetidas veces. Pero el asesino no se contentó con quitarle la vida al hombre de treinta y tres años. Una vez que lo mató, procedió a desmembrar el cadáver y practicó necrofilia —relaciones sexuales con un cadáver—; comió partes del cuerpo y hasta le dio trozos a su perro. Una vez que terminó con la brutal matanza y violación de los restos mortales del estudiante, envolvió todo en diferentes paquetes y las envió a varias escuelas en Ottawa.

El asesino grabó todo y subió parte del material editado a un sitio web especializado en videos sangrientos. El nivel de brutalidad exhibido debe haber hecho pensar a varios que semejante muestra de inhumanidad debía ser el proyecto de un cineasta de horror intentando hacer un film snuff. Este sub-género del terror goza, de cierta popularidad, muestra supuestos asesinatos y muertes reales captadas en cámara. Existen leyendas urbanas alrededor de estas películas, sobre todo en la era pre-Internet, cuando se decía que en mercados negros podían adquirirse, a precios elevados, cintas en VHS en donde podían verse todo tipo de muertes violentas. Una de las más famosas data de 1978, titulada Faces of Death, en donde se mezclan escenas verídicas tomadas de noticieros y documentales junto con recreaciones de otro tipo de decesos, pero todo empacado bajo la premisa de que el material obtenido era legítimo. Existe un público para este tipo de videos desde hace décadas, e Internet permitió que incontables sitios aparecieran para crear numerosos festivales de atrocidades.

Pero este video, titulado Un lunático, un picahielo, era demasiado real.

No te metas con los gatos es una cita directa a una frase que dice Deanna, y funciona como una metáfora sobre el poder que puede ejercer el ciudadano común frente a las injusticias. El documental, escrito y dirigido por Mark Lewis, consigue generar incomodidad y shock a los espectadores sin la necesidad de mostrar las partes más gráficas. Entrevista no sólo a los dos protagonistas sino a personal de las fuerzas policiales —que realizaron una cacería internacional del asesino cuando éste se fugó—, abogados, psiquiatras y periodistas que formaron parte de esta historia intensa.

El documental está dividido en tres episodios de una hora cada uno, aproximadamente. La narrativa se acentúa con un trabajo de edición impecable, que se esfuerza por crear una atmósfera de película detectivesca cruzada con horror. Las escenas se suceden con agilidad, la música genera el colchón sonoro ideal, y los fragmentos de las entrevistas encajan a la perfección, creando un diálogo entre las partes que deriva en un relato tan atrapante como desafiante para el espectador.

Esta docu-serie es, también, un poderoso alegato sobre los peligros inherentes a las cada vez más populares investigaciones amateurs que se llevan a cabo en línea. Si bien es cierto que mucha gente tiene las mejores intenciones a la hora de salir a buscar todo tipo de criminales, muchos otros quieren ganar notoriedad en el hipercompetitivo mundo de las redes sociales, documentando cada paso que dan sin tener conciencia real sobre el jaque mate al que se exponen. Deanna creyó que sólo buscaba a un sádico asesino de animales sin saber que estaba tras la pista de un brutal asesino a secas, capaz de realizar los actos más perversos que un ser humano puede ejecutar. ¿Qué hubiera pasado si hubieran dado con el paradero del hombre ellos y no las autoridades pertinentes?

Este interrogante se desprende junto a otro, también relevante para esta existencia virtual que tenemos gran parte de los habitantes del planeta: en el auge de la fama on-line; en la era de los influencers que ostentan vidas de ensueño; en esta época donde la popularidad se puede alcanzar sin la necesidad de un talento específico a priori; cuando sólo hace falta un video viral, de cualquier naturaleza, para estar en todos los medios de comunicación; ¿vale todo con tal de obtener aunque sea unos minutos de notoriedad? ¿Tan oscura fue la predicción del antes citado Warhol? Magnotta, aparte de ser un asesino despiadado, perseguía su ansiedad de fama a cualquier costo.

Las reflexiones quedan a cargo del lector de esta nota y los espectadores de No te metas con los gatos.

Quienes puedan superar la incomodidad inicial terminarán sumergidos en un viaje tan aterrador como hipnótico, que es relevante para el nuevo milenio en donde la información puede estar al alcance de la mano para quienes opten por mirar con atención.

No te metas con los gatos se encuentra disponible en la plataforma de streaming Netflix.