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Carnaval Porteño
Más de dos siglos de “Portación de Ritmo”
Carnaval Porteño

El carnaval es una construcción satírica de la realidad, que se llena de música y bailes callejeros. Se suman los disfraces, caretas, cambio de condición social y hasta cambio de sexo. Todo permitido por algunos días. Los porteños están acostumbrados a celebrar esta época de disfraces, desfiles, y fiestas en la calle desde 1869, cuando se celebró el primer corso.

Ya hicimos una pequeña semblanza del carnaval en el Rio de La Plata, desde la colonia, pasando por Vertíz, Rosas y Sarmiento.

Iniciaremos nuestra recorrida desde los comienzos del siglo pasado. Para aquellos años cada barrio tenía su murga representativa. Eran organizados por vecinos y comerciantes y se llevaban a cabo por agrupaciones de jóvenes artistas que, junto con los músicos, animaban la jornada. Las plazas y las fachadas de los edificios se adornaban con guirnaldas, banderines y lamparitas de colores.

En la década del 30, las agrupaciones de carnaval de los barrios, pasaron a tener nombres sarcásticos, sumados al del nombre del barrio: Los Averiados de Palermo; Los Criticones de Villa Urquiza; Los Eléctricos de Villa Devoto; Los Pegotes de Florida y Los Curdelas de Saavedra, son algunas de los nombres de las murgas de aquella época.

Afiche Carnaval Avenida de Mayo

La Avenida de Mayo, fue por excelencia el lugar del corso oficial de la ciudad que se extendía desde Bolívar y Bernardo de Irigoyen; hasta Luis Sáenz Peña. También en los bosques de Palermo se realizaban fastuosos desfiles de carruajes, evento al que se denominaba “Corso de Flores”.

Para quienes preferían un ambiente más selecto, se celebraban bailes en el Jockey Club y el Club del Progreso. También los teatros como el Opera, el Politeama, el Marconi y el Smart, se convertían en salones de baile. La orquesta se situaba sobre el escenario, y los palcos se alquilaban.

A los bailes de Carnaval se le puede atribuir la masividad del tango en aquellos años. Los grandes clubes deportivos congregaban a famosas orquestas de tango, entre ellas, la de Francisco Canaro y Di Sarli. Entre las décadas del 40 y 50, algunas orquestas de tango animaron también los “8 Grandes Bailes 8”: Francisco Lomuto; Alfredo De Angelis; Juan D’Arienzo; Aníbal Troilo “Pichuco”; Carlos Di Sarli; Osvaldo Fresedo entre otros.

No es de extrañar que las dictaduras que asolaron nuestro país desde 1955 a 1983, fueran letales para el carnaval, dado el ataque sistemático que se ejerció contra toda forma de organización popular.

A la persecución se le introdujo un lenguaje despectivo sobre esta festividad. Cuando algo no sonaba bien o se hacía algo mal, se lo definía de forma despectivamente como “una murga”, descalificando este estilo por considerarlo poco artístico o parece un corso, por los colores de la ropa.

Algunos consideran que esta definición agresiva se origina en el supuesto enfrentamiento entre las comparsas, de origen europeo y las murgas, más barrial y satírica. Los primeros contaban con carrosas, músicos profesionales, ropa hecha a medada, mientras que los otros usaban disfraces coloridos, con letras de las vivencias cotidianas del barrio, muy pocos europeas.

En los sesenta los bailes en el clubes: Comunicaciones, Almagro o Estudiantes de Buenos Aires se llenaba de familia, a bailar, jugar con agua, espuma y a ver algún recital en vivo. Estos encuentros se hacían todos los fines de semana de febrero.

Pero la dictadura, en 1976, a través del decreto 21.329, firmado por Jorge Rafael Videla, derogó el artículo primero del decreto ley por el cual el lunes y martes de Carnaval eran feriados nacionales, como un paso más para anular los festejos populares.

“El carnaval no es una fiesta que se le concede al pueblo, sino que es una fiesta que se concede a sí mismo”, afirmó alguna vez Goethe. Y así con el retorno de la democracia en 1983, las calles de Buenos Aires, retomaron la música, el espíritu y el color del carnaval, que resucito como así también el espíritu de libertad en nuestra gente.

Actualmente, las murgas mantienen viva la pasión por la parodia, los disfraces y el sonar del bombo. Muchos jóvenes artistas del teatro, la música y la danza han retomado la estética carnavalesca, dando difusión a este género en distintos centros culturales. A través de nuevas formas, el carnaval se recicla, revitaliza, y también adopta modos de resistencia, las murgas barriales son instrumentos de integración, donde la participación y la creación colectiva.

En octubre de 1997, por medio de la Ordenanza N° 52.039, se declara a “la actividad que desarrollan las asociaciones/agrupaciones artísticas de carnaval (centro murgas, comparsas, agrupaciones humorísticas, agrupaciones rítmicas y/o similares), en el ámbito de la Ciudad”, como patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires, en el marco de un proceso de revalorización de distintas manifestaciones populares. En el artículo 7° de la mencionada Ordenanza, se crea, dentro del ámbito del Gobierno porteño, una Comisión de Carnaval, cuyos integrantes tendrían la responsabilidad de gestionar el efectivo cumplimiento de la norma.

La sanción de esta ordenanza y la implementación de las políticas culturales allí establecidas significó un importante aporte para las agrupaciones carnavalescas ya que, antes de su sanción, aquellas estaban obligadas a autogestionar cada una de las etapas del proceso de producción artístico de manera autónoma. A partir de la regulación, el Estado se compromete en la promoción de las actividades culturales desarrolladas por las agrupaciones de carnaval, lo que se traduce en recursos –cesión de espacios, iluminación, corte de calles, publicidad- lo que, a su vez, genera, por parte del Gobierno de la Ciudad, el ejercicio del contralor y su poder de policía.

Quien explicó, en su momento,  la importancia de esta legislación fue el músico Ariel Prat quien contó: “El entonces concejal del Frepaso, Eduardo Jozami, luego de una jornada festiva en el Salón Dorado del viejo Concejo en la cual se presentó un proyecto de un Centro Cultural de Fútbol y para el cual coordiné un seleccionado murguero que entró al salón cantando y desfilando con temas de fútbol y murga; muy emocionado me dijo: “¿Que podemos hacer por la Murga Ariel?” Y enseguida le contesté “!Legislar!”

Además Prat contó la persecución de las autoridades de aquellos años: “Íbamos presos por bailar y ensayar en plazas y calles. Siempre dije que era por “Portación de ritmo”…no teníamos manera de enfrentar los atropellos policiales y el estado no nos garantizaba la seguridad de los artistas barriales por excelencia. Tampoco había una manera legal y sensata de convenir en comunidad con los vecinos para que se organizara todo con un marco de entendimiento mutuo”.

Es necesario resaltar, en el sentido de que los festejos del carnaval fueron eliminados del calendario oficial, en 1976, por decisión de la última dictadura militar, limitando las actividades de las murgas a espacios barriales o, simplemente, reduciéndolas a una práctica marginal dentro de la producción cultural popular.

Las murgas ofrecen un espacio de contención social, este género, además, ha sido reconocido por favorecer el desarrollo de una vida sana, lo que promueve a través de la danza, el movimiento, la técnica vocal, promoviendo, en jóvenes y adultos, las actividades al aire libre. Las agrupaciones de carnaval, así como también, los espacios donde se celebra el Carnaval, como fenómeno social, político, cultural, de esparcimiento, representa una fuente de saberes, un ámbito de desarrollo de la salud y la vida sana, un espacio de contención y solidaridad, una herramienta de empoderamiento y participación, un espacio de pertenencia, que se ha convertido en un fenómeno social que no se agota con el carnaval, formando parte de la vida cotidiana de miles de argentinos/as e incluso trascendiendo nuestras propias fronteras.

La lucha de los murgueros, no solo no cesó en democracia, sino que se hizo más intensa y la movida para que vuelvan los feriados de carnavales fue sumando apoyo de los distintos actores de orden artístico, cultural, político y social. Y por fin, con el decreto 1584/10, firmado por la Presidenta Cristina Kirchner, se restablecieron los feriados de carnaval, como un reconocimiento a tanta resistencia y persecución vivida

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